Sí, tú, ese que dice que no se va a vacunar de ninguna manera cuando por fin la vacuna llegue. Según el CIS hay un 8,4% de perfectos irresponsables como tú, que pensando que son más listos que los demás, solo demostráis vuestra ignorancia, de la que, para colmo, os enorgullecéis. No estás solo, lamentablemente, entre vosotros hay actores, deportistas, modelos (de guapas, no de inteligentes), 'influencers', cantantes y otros “expertos”.
Se puede entender un poco mejor, aunque solo un poco, a ese alto porcentaje de personas que mantienen cierta prevención porque, tanto escuchar que la creación de una vacuna tarda una media de 10 años se sorprenden ahora de la rapidez con que han sido creadas las de la covid-19. Por eso es tan importante que se explique que la rapidez no ha supuesto ningún atajo que ponga en riesgo los resultados ni las garantías, sino que el mundo de la ciencia ha reaccionado como nunca lo había hecho antes.
La aceleración del trabajo ha venido por varias vías, algunas interesantes que podrían ayudarnos en otras cosas. Por ejemplo, las burocráticas: la Agencia Europea del medicamento (EMA) y la FDA americana no han esperado a que se terminen todas y cada una de las fases de la investigación de las vacunas para ponerlas en el mismo montón que todos los demás medicamentos y empezar a analizarlas cuando les tocase su turno, como hacen habitualmente, sino que han ido monitorizando los resultados de cada paso en tiempo real, estando encima de las investigaciones día sí y día también. De ahí la velocidad de su aprobación. Cualquiera que haya tenido que hacer un trámite normalito puede imaginar el tiempo que se hubiera perdido por la vía burocrática habitual y que se ha ganado esta vez. Si a eso sumamos que se va a admitir lo inadmisible ¡Cielos!: ¡que no se impriman millones de prospectos de las vacunas que nadie leería en todos los idiomas de la UE! cabe la sospecha de que estos dos atajos, producto del más puro sentido común, nos habrán hecho ganar solo ellos el primer lustro.
Es importante que se explique que la rapidez no ha supuesto ningún atajo que ponga en riesgo los resultados ni las garantías sino que el mundo de la ciencia ha reaccionado como nunca lo había hecho antes
Pero ha habido otros motivos sanitarios. En lugar de una media de 200 voluntarios que son los que suelen aceptar que se pruebe en ellos los nuevos productos, esta vez estamos hablando de 44.000 solo con una de las vacunas y otras tantas decenas de miles con las demás. Por eso los datos estadísticos son tan sólidos en un plazo tan corto. Y es por eso por lo que la desconfianza no tiene sentido.
Por último, hay también razones empresariales que explican la rapidez: Los laboratorios (auténticos demonios para algunos de los “expertos” de los que hablaba en el primer párrafo) saben que su producto encontrará mercado seguro. Por tanto han podido aceptar investigaciones punteras y asumir riesgos económicos que razonablemente no hubieran aceptado en ningún otro caso.
Por supuesto que, sabiendo esto, también puedes decidir que si todos lo demás nos vacunamos, tú quedarás protegido por nuestra propia inmunidad y así es. Pasa como con los impuestos, que si todos los demás los pagamos y tú no, tu fraude pasará desapercibido y, sin embargo contarás gratis con todos los servicios, incluido el sanitario si caes enfermo. El resultado es, efectivamente, el mismo, y la consideración moral que me mereces, también.
En lugar de una media de 200 voluntarios que son los que suelen aceptar que se pruebe en ellos los nuevos productos, esta vez estamos hablando de 44.000 solo con una de las vacunas y otras tantas decenas de miles con las demás
Dos pequeñas historias tal vez sirvan a quien tenga alguna duda bienintencionada. La primera de 1998, cuando un tal Andrew Wakefield publicó un artículo en la revista médica 'The Lancet' que relacionaba las vacunas con el autismo; la cosa tuvo éxito y se generó un movimiento antivacunas liderado por los siempre expertos actores y famosos. Revisado el artículo y demostrada su completa falsedad, la revista lo retiró de su catálogo no sin que antes se demostrase que Wakefield había actuado en contra de los intereses de sus pacientes cometiendo fraude y obrando «de manera deshonesta e irresponsable» con objeto de vender supuestos remedios, también falsos, ofertados por él. Este individuo tiene prohibido el ejercicio de la medicina en su país.
Puedes decidir que si todos lo demás nos vacunamos, tú quedarás protegido por nuestra propia inmunidad y así es. Pasa como con los impuestos, que si todos los demás los pagamos y tú no, tu fraude pasará desapercibido.
La otra historia tal vez la recuerdes, es la de un niño de Olot, que falleció en 2015 de difteria (el garrotillo que pintó Goya) por no estar vacunado. Se puso en marcha una operación internacional para encontrar un suero, pero el chaval no pudo salvarse.
Las decenas de miles de personas voluntarias, las más de ellas sanas, que han aceptado probar en sí mismas las vacunas o los placebos de control sin saber si lo que recibían era una cosa u otra (en eso consiste el sistema de doble ciego habitual en ciencia) son quienes demuestran que la humanidad está llena de generosidad, valentía y valores solidarios. Su esfuerzo y su determinación deberían haceros palidecer a los “enteraos” que despreciáis el valor de la ciencia olvidando las enfermedades terribles y el miedo, el dolor y la muerte que acompañaron a la humanidad hasta que la superstición fue laboriosamente sustituida por la experimentación y la ciencia. Esas personas sí que son mejores que tú.