Estamos en época navideña, esa que gusta a algunos y disgusta a otros, pero que se presta a hacer balances y a promover buenos propósitos, incluso aunque la Navidad de este año sea tan atípica como ha resultado ser el 2020. En todo caso y por tratarse de un momento especial, es una buena ocasión para hacer un reconocimiento a la mayor parte de nuestra sociedad que lleva meses sufriendo, pero que sabe que debe respetar las normas porque nos jugamos nada menos que la vida, la nuestra y la de nuestro entorno.
Y vaya para ellos, para los buenos este homenaje, porque son muchos meses en los que no se les oye, en los que no se les visibiliza, en los que no se les da voz y a pesar de todo, siguen haciendo lo correcto, aunque lo correcto vaya siendo diferente en cada caso. Hacer las cosas bien en general no tiene premio, después de todo es lo que se espera de nosotros, los convencionalismos y las normas están para cumplirlos aunque a veces no se entiendan, porque nadie los explica.
Dicen algunas fuentes, no sé hasta qué punto fiables, que en general hay un 17% de la población que de forma sistemática se sitúa al margen de lo establecido para todo el mundo. La situación sanitaria nos está dejando claro que efectivamente es así, que hay algunos, pocos, que creyéndose más listos que los demás se saltan las normas y celebran fiestas, botellones y demás evento, poniéndonos en riesgo todos.
Hacer las cosas bien en general no tiene premio
De estos, de los irresponsables si se habla, si se les visibiliza, de alguna forma se les concede su minuto de gloria porque no nos engañemos, ellos y ellas lo interpretan así. Se han saltado las normas y creen que han triunfado, incluso deben sentirse más libres que el resto. Son entre ellos mismos los nuevos héroes que nos deja la pandemia.
Por eso, estas modestas líneas son para el resto, para esa gran y silenciada mayoría que hace las cosas bien: para los mayores que saben que todavía no pueden recibir abrazos aunque les va la vida en ello, para esos pequeñajos que nos dan lecciones de cómo hay que llevar puesta la mascarilla, para los adolescentes que son conscientes de que en principio son menos vulnerables que sus mayores, pero se cuidan para no ponerlos en riesgo…los ejemplos son diarios y pueden contarse por miles pero solo trascienden en contadísimas ocasiones.
Y aquí los medios de comunicación debemos entonar el “mea culpa” porque seguimos casi al pie de la letra esa máxima que se enseña en primero de periodismo y que dice “la noticia es que el hombre muerda al perro y no que el perro muerda al hombre “, porque lo que se sale de la norma que en general además es lo negativo, vende más.
Los buenos van a seguir haciendo las cosas bien en Navidad porque ni siquiera necesitan que nadie establezca restricciones, se restringen solos y los “nuevos héroes” se van a saltar las normas como ya vienen haciendo. La evidencia es tan aplastante que hace daño. Por eso, porque los buenos se merecen un reconocimiento, un agradecimiento y un espacio, y sobre todo porque son muchos más que los irresponsables aunque a estos últimos se les vea y se les oiga más, esto va por los buenos, para romper su silencio.