EE.UU es único creando y ensalzando símbolos. Algunos de ellos son muy evidentes, otros son más sutiles, pero todos contribuyen a crear una imagen de solemnidad y seriedad que protege a las instituciones, y que a lo largo de su reciente historia ha contribuido a trasladar una imagen de invulverabilidad de uno de los referentes de las democracias liberales. El pasado 6 de enero, con el asalto al Capitolio toda esta imagen saltó por los aires y los estadounidenses y el mundo entero vimos como la más alta institución de la soberanía nacional era tomada por asaltantes con el objetivo de subvertir el orden institucional. Golpe de Estado, turba, rebelión, insurrección, ante lo insólito de los hechos, todavía cuesta encontrar el termino que defina lo que sucedió.
Sobre lo sucedido y las brechas abiertas (las heridas ya existían) tendrá que gobernar el tandem formado por Biden y Kamala Harris, autentica protagonista y figura carismática por todo lo que representa. Sus prioridades son claras por obvias, a la necesidad de curar las heridas se suman dos cuestiones que nos resultan cercanas, una crisis sanitaria agudizada por un sistema sanitario que excluye a quien no puede permitirse costear los gastos sanitarios, y una crisis económica que se alargará en el tiempo mientras no se cubra de manera extensiva una vacunación muy compleja en un país formado por 50 Estados diferentes. La gobernanza no es un tema menor y los sistemas de coordinación y codecisión se están mostrando, en muchos países, como los grandes caballos de batalla en la gestión de las crisis actuales.
A la necesidad de curar las heridas se suman dos cuestiones que nos resultan cercanas, una crisis sanitaria agudizada por un sistema sanitario que excluye a quien no puede permitirse costear los gastos sanitarios, y una crisis económica que se alargará en el tiempo.
Poniendo los ojos en el futuro, como invitaba a hacer Amanda Gorman, la joven poeta estadounidense, el mandato de Biden arranca con un gabinete paritario (12 mujeres en un equipo de 25) y por su estructura marca otra manera de entender y priorizar las políticas públicas: se recupera el valor del conocimiento experto y científico, tan denostado por Trump, se apuesta por la ciencia y la tecnología, se abandera la lucha contra el cambio climático con el primer paso de la vuelta al Acuerdo de París, y se recupera la cooperación multilateral con el regreso a la Organización Mundial de Salud. Y un tema no menor, las políticas de igualdad de la mujer formaran parte de la estructura de la Casa Blanca.
Todo inicio de mandato está marcado por las buenas intenciones, y este inicio de mandato representa el triunfo de la democracia. Eso ya es motivo para celebrar, sin por ello olvidar que volverán las incongruencias, hipocresías y el mantenimiento de determinados status quo que EE.UU siempre ha abanderado. Ojo a las actitudes de cierto 'establishment', ahí también se juegan algunas legitimidades. Hoy, eso sí, respiramos más tranquilas.