Los ciudadanos de a pie estamos asistiendo en los últimos días, más o menos perplejos, porque hasta la capacidad de sorpresa tiene un límite, a situaciones que siendo legales, desde luego, no son éticas.
Hace unos días el reconocido youtuber El Rubius anunciaba a través de uno de varios canales que se va Andorra, según decía porque allí viven sus amigos y porque lleva pagando sus impuestos aquí diez años y en Andorra como todos sabemos, es mucho más barato.
Ya pronosticaba al hacer el anuncio que le iba a caer la del pulpo pero francamente, las críticas se han quedado en una lluvia bastante fina. Lo cierto es que depende de quién sea el que anuncia que deja el barco, los ataques son más o menos duros. Es inevitable pensar que si esta decisión la traslada un gran empresario, y se me ocurren algunos, le habrían dado hasta en el velo del paladar, pero claro para todo hay clases.
Lo que va a hacer El Rubius que ya lo han hecho muchos otros antes y los seguirán haciendo es legal, cualquiera puede buscar la fórmula parta pagar menos impuestos dentro de los límites permitidos, pero desde luego, no es ético.
Es inevitable pensar que si esta decisión la traslada un gran empresario, y se me ocurren algunos, le habrían dado hasta en el velo del paladar, pero claro para todo hay clases.
Y no lo es por varias razones:
La primera porque el youtuber genera sus ingresos en España donde hasta hoy disfruta de un estado del bienestar que se financia a través de los impuestos, lo suyos y los de los que los abonamos religiosamente. Porque cuando reclamamos mejores servicios públicos tan cacareados como la sanidad o la educación, debemos ser conscientes de que se financian con lo que aportamos entre todos, cada uno en la medida de lo que le corresponde. Porque no hacerlo es cuando menos insolidario.
Y la segunda razón y en este caso con un gran peso es que cuando uno tiene casi 40 millones de seguidores en YouTube, tiene más responsabilidad que cualquiera que no tiene repercusión pública. Si a esto le añadimos que sus seguidores son mayoritariamente jóvenes que le admiran y lo consideran un modelo a seguir, podemos concluir que hay un buen número de ellos que aprenden el ejemplo y en la medida de sus posibilidades lo pondrán en práctica.
Hay además otra cuestión y esta afecta directamente a nuestros dirigentes, al dinero hay que ponérselo fácil para que se quede porque si no a la primera oportunidad se escapa. Subir los impuestos no suele ser una buena opción para retener capitales.
Hay en todo caso, más indecencias y no quiero dejarlas pasar. Me refiero a los responsables políticos que se están administrando la vacuna contra la covid-19 sin que les toque. Con la que llevamos encima es absolutamente bochornoso que se den casos y no uno, no, ya van unos cuantos. Algunos han dimitido y otros siguen en sus puestos.
Dimitir es de obligado cumplimiento y a quienes no lo hacen motu proprio, deberían exigírselo sus partidos pero no es loable, lo loable es hacer lo correcto.
Por cierto, hay quienes alaban las dimisiones como si eso sirviera para enmendar el error. Dimitir es de obligado cumplimiento y a quienes no lo hacen motu proprio, deberían exigírselo sus partidos pero no es loable, lo loable es hacer lo correcto y en este caso, no vale hablar de errores porque lo han hecho con premeditación alevosía y no sé si nocturnidad, mientras los demás esperamos pacientemente a que nos toque el turno, mientras cruzamos los dedos para que la curva baje y no tengamos que hablar de centenares de muertos diarios.
Se nos queda cara de idiotas cuando comprobamos que eso de la solidaridad sólo vale para algunos y que como decía mi padre “aquí el más tonto hace relojes”.
Ponerse la vacuna cuando no toca tampoco debe ser ilegal pero define a los que nos venden que han llegado a la política para servir y no servirse y luego nos regalan estos deleznables comportamientos
Se nos queda cara de idiotas cuando comprobamos que eso de la solidaridad sólo vale para algunos y que como decía mi padre “aquí el más tonto hace relojes”.
Ya ven, son sólo dos ejemplos de lo acontecido en los últimos días en los que a los ciudadanos de a pie, los que alimentamos puntualmente las arcas públicas con aquello que las administraciones nos reclaman, los que estamos ansiosos por saber en qué momento vamos a tener la opción y el privilegio de vacunarnos, se nos queda cara de idiotas cuando comprobamos que eso de la solidaridad sólo vale para algunos y que como decía mi padre “aquí el más tonto hace relojes”.
Y es que hay veces que lo legal, aún siendo legal o no tipificado, ni es ético, ni es decente.