La división sexual del trabajo que procede de nuestra historia sigue proyectándose en nuestra práctica contemporánea y determina la conversación pública. Arrastramos la creencia de que las mujeres somos más aptas para el cuidado, y por lo tanto se nos responsabiliza (y nos responsabilizamos), del cuidado de los demás. De ahí las prácticas cotidianas que asumimos las mujeres y que impactan en nuestras carreras profesionales (como es la crianza de nuestros hijos e hijas); y de ahí la participación mayoritaria de las mujeres en sectores de trabajo vinculados al cuidado: sanidad, servicios sociales o educación.
La agenda feminista se ha significado como una sacudida en la conciencia de quienes toman las decisiones, condicionando el discurso público
El feminismo se ha revelado a lo largo de la historia ante esta división sexual del trabajo como una manifestación de la desigualdad de género. En los últimos años, la agenda feminista ha ocupado un lugar protagonista en la esfera pública, y se ha significado como una sacudida en la conciencia de quienes toman las decisiones, condicionando el discurso público y los mensajes de todos “los actores” públicos o privados que participan en la esfera pública. Un discurso de la igualdad que ha conseguido la aceptación mayoritaria de la sociedad (pese a los intentos de quienes intentan cuestionar estos avances), pero que en la actualidad no está presente en los discursos transformadores que marcan la nueva agenda pública. ¿Han oído hablar del papel de las mujeres en los Fondos Europeos que van a facilitar la recuperación tras la pandemia?
Decidir qué temas merecen atención significa dedicarles tiempo de reflexión, significa construir alianzas para llegar a quien todavía no nos escucha
En los días que rodean al 8 de marzo, afloran con efervescencia los debates que conforman la agenda de la igualdad: se elaboran especiales, se convocan mesas donde participan exclusivamente mujeres y se dan espacios a la agenda feminista que se evaporan una vez pasado el 8M. Y es así como la igualdad se convierte en “objeto de consumo” más que en un “elemento de transformación”.
Decía recientemente Daniel Innerarity que “en un mundo en el que hay tantas cosas reclamando nuestra atención decidir que la merece es de una importancia crucial”. Y decidir qué temas merecen atención significa dedicarles tiempo de reflexión, deliberación y recursos; significa construir alianzas para llegar a quien todavía no nos escucha, y que generen una lluvia fina que como las gotas de txirimiri no calan, sino mojan; no chapotean, sino envuelven.
Las políticas de género tienen que estar presentes en las transformaciones sociales y económicas que estamos viviendo que determinan nuestro presente y marcarán nuestro futuro
Para que la agenda feminista no se evapore para volver a condensarse en forma de protesta al año siguiente, las políticas de género tienen que estar presentes en las transformaciones sociales y económicas que estamos viviendo y que determinan nuestro presente y marcarán nuestro futuro. Para que la respuesta a la crisis climática, a la transformación tecnológica, demográfica y a la creciente desigualdad sea relevante y trascendente tiene que contar con las mujeres.