Superada la barrera de los 4 millones de parados por primera vez en años; los trabajadores en ERTE, esos que no trabajan pero no se computan como parados, exceden los 900.000; las perspectivas de los autónomos son de un gris que se acerca bastante al negro... la economía está muy enferma, para muchos sectores agoniza, y la salida ni siquiera se apunta.
Llevamos un año escuchando premisas en las que se apuesta por el equilibrio entre lo sanitario y lo económico, y relacionando la salida de la pandemia con el repunte de la economía, pero de momento todo parece alejado en el tiempo, cada vez más alejado en el tiempo. La crisis sanitaria se alarga más allá de las previsiones que anunciaban para antes del verano cambios drásticos, y de la crisis económica, nos queda mucho por ver y no va a ser bueno.
La vacuna se convirtió en la panacea y en la esperanza para las personas y para la economía
En lo que sí han acertado es en que la resolución de la pandemia o afinando más, la eliminación de las restricciones, fundamentalmente de la movilidad serán un acicate para la economía, eso sí, cuando se produzcan.
Aquí en Euskadi nos las prometíamos relativamente felices cuando nos trasladaron que antes del verano tendríamos la ansiada inmunidad de rebaño, que alcanzaría al 70% de los vascos, que para entonces ya estarían/estaríamos vacunados, lo cual nos permitiría recuperar al menos parte de la ansiada vieja normalidad. La vacuna se convirtió en la panacea y en la esperanza para las personas y para la economía. Y admitimos, y asumimos, a pesar de lo complicado de la situación, que si había que aguantar unos meses más, pues habría que echar el resto y estar preparados para cuando se encendiera la luz verde.
Queríamos creer, y queremos seguir creyendo, porque necesitamos aire e ilusión que nos impulse a seguir tirando del carro a pesar de las incertidumbres, pero por encima de todo, necesitamos certezas. Ya no nos podemos permitir más ensayos porque el músculo emocional y el económico sostienen tal sobrecarga, que pueden dejar de funcionar en cualquier momento, como ya ha ocurrido en más casos de los deseados.
En el mejor de los casos tenemos que añadir al lastre que ya acumulamos unos cuantos meses más, hasta que de verdad se proceda a la vacunación masiva
Las previsiones difícilmente van a cumplirse, a los vascos nos están vacunando con cuentagotas, sin un plan que se haya comunicado de algún modo, y con argumentos de retención de dosis de vacunas, que ya a estas alturas no se sostienen. Tenemos el extraño “privilegio” de estar en la cola en lo que a vacunaciones se refiere.
Evidentemente, la economía también creyó en las previsiones anunciadas e hizo sus cálculos, ligados directamente al ritmo de vacunación, cálculos que obviamente ya no sirven. En el mejor de los casos tenemos que añadir al lastre que ya acumulamos unos cuantos meses más, hasta que de verdad se proceda a la vacunación masiva y podamos ver reducidas las restricciones que están mermando las cuentas económicas, ya prácticamente esquilmadas para muchos.
Vacunar a las personas, es vacunar a la economía. Ralentizar el proceso de vacunación sin criterios aparentemente solventes, es ahondar aún más en el profundo agujero negro de las cuentas públicas y privadas.
Deberíamos estar abordando un escenario de políticas económicas estratégicas, de proyectos de país motivadores, innovadores y de futuro
No hay duda, la pandemia nos ha dejado claro que el binomio salud y economía son indisolubles, igual que sabemos que una vez resuelto el problema sanitario todavía quedará mucho para resolver el problema económico. Por eso, aunque ya vayamos tarde, no incurramos en nuevos errores y no profundicemos en los ya cometidos.
Deberíamos estar abordando un escenario de políticas económicas estratégicas, de proyectos de país motivadores, innovadores y de futuro, de esos que deben estar ligados a las ayudas europeas de las que sabemos más bien poco, y deberíamos tener mucho más avanzados.
Deberíamos estar liderando procesos económicos de alcance, sí, liderando… pero de momento estamos a salvar los muebles escudándonos en problemas de infraestructura y por ahí, vamos mal.