Cuando se trata de competir en un mercado global, no se puede pretender que las reglas sean las de una empresa de casa. Euskaltel es, por ahora, el último ejemplo de esa evidencia, pero ni mucho menos el primero. Nuestra concepción de empresas grandes, pesadas y sólidas, que se nos antojaban inamovibles, hace muchos años que ya no responde a la realidad.
Sin embargo, casi todos seguimos aferrados mentalmente a esa imagen de permanencia y de esperanza. Las nuevas empresas tecnológicas vinieron a sustituir en el imaginario colectivo a los altos hornos, los bienes de equipo o las grúas navales, pero curiosamente, aunque en nada se parecen a aquellas grandes industrias, heredaron de ellas esa imagen colectiva de empresas “nuestras”, que no estarían siempre en la ría pero sí en algún parque tecnológico. Y claro, no es así. La realidad es que ahí fuera hay un mundo en el que la competencia lleva a fusiones, adquisiciones y compras sin pensar en eso del arraigo, que parece que es lo que nos preocupa tanto ahora. Recordemos que la propia Euskaltel hizo sus pinitos expandiéndose por la cornisa cantábrica española y haciéndose con el control de operadores locales de cable en Asturias y Galicia que también tendrían -digo yo- su propio arraigo.
La realidad es que ahí fuera hay un mundo en el que la competencia lleva a fusiones, adquisiciones y compras sin pensar en eso del arraigo, que parece que es lo que nos preocupa tanto ahora
En el nacimiento de Euskaltel hubo también una inocultable visión “nacional” un tanto rancia pero muy de aquel momento en que se construía la autonomía. En Euskadi resultaba irresistible la tentación replicar en vasco las mismas estructuras que conocíamos en España y cuando ya la telefonía y las telecomunicaciones en general empezaban a entrar en el enorme cambio de las últimas décadas, se pretendió que tuviéramos una Compañía Telefónica Nacional de Euskadi, que no podría llamarse CTNE, porque esas siglas ya estaban cogidas así que se llamó Euskaltel. Que su nacimiento tuvo un claro tinte político lo demuestra que su creación hubo de negociarse entre Xabier Arzalluz y José María Aznar.
La compañía había nacido de pie porque no solo contaba con un amplio apoyo político sino también con la posibilidad de usar una red de fibra óptica pública que habíamos pagado entre todos los vascos y vascas: la red Euskalnet, que utilizó la nueva operadora Euskaltel desde el principio y que después adquirió a cambio de una participación minoritaria del Gobierno Vasco en su accionariado. La cosa iba escapándose pero el “arraigo” seguía, aunque los principales accionistas ya no fuesen empresas vascas, salvo Kutxabank.
Nada que objetar contra el libre mercado salvo que al final ha resultado que unos fondos de inversión y unos operadores internacionales serán quienes manejen una infraestructura que nació, de la iniciativa y el dinero público, del de usted y del mío
Y por fin una compañía llamada, lo que son las cosas, Kaixo Telecom, filial de MasMóvil, ha iniciado el proceso de compra de Euskaltel, que posiblemente será, como dice su consejero delegado, Meinrad Spenger, una cosa buena tanto para los accionistas como para los clientes, a los que el libre mercado ofrecerá nuevas opciones y puede que mejores precios.
Nada que objetar contra el libre mercado salvo que al final ha resultado que unos fondos de inversión y unos operadores internacionales serán quienes manejen una infraestructura que nació, con mas o menos acierto, de la iniciativa y el dinero público, del de usted y del mío.
Así que la preocupación sobre dónde estará la sede de la nueva Euskaltel suena un poco ingenua. Se nos empeñan en decir que Mas Móvil tiene la sede en Euskadi, pero pasa igual con el Santander, que tiene su sede social en el Paseo de Pereda de nuestra comunidad vecina o con el BBVA que figura en el registro como residente en el Arenal Bilbaíno, junto a la iglesia de San Nicolás, pero todos sabemos que las decisiones hace mucho que ya no se toman en el viejo caserón de los abuelos.
No se trata de hacer sangre por decisiones que se tomaron, sin duda, con la intención de poner al País Vasco en la línea de salida de nuevas tecnologías y ofertarle oportunidades estratégicas, pero es inevitable pensar que, a pesar de nuestros esfuerzos, lo que nos va mal, sobre todo empresas tradicionales de trabajadores de mono azul, se queda aquí con sus problemas y sus huelgas y que, por el contrario, las compañías más modernas tienen demasiado glamour para quedarse en la aldea gala.