Estos días, coincidiendo con el Aberri Eguna han aparecido diferentes artículos y declaraciones sobre la necesidad de que Euskadi cuente con un proyecto propio, con una identidad colectiva que genere sentimientos de unidad y de pertenencia, elementos de movilización conjunta. Ortuzar, en el acto celebrado en el Palacio Euskalduna reclamó “mayor autogobierno, mayor soberanía y poder decidir aquí” para que Euskadi se pueda recuperar de los estragos de la pandemia; Otegi, por su parte, en declaraciones a Euskadi Irratia expresaba su preocupación alertando de que la identidad nacional vasca corre peligro de muerte si no se consigue la soberanía.
En un contexto como el actual determinado por la pandemia, pero sobre todo, por los enormes cambios sociales, políticos y económicos que la pandemia no ha hecho más que acelerar, parece que existe una preocupación desde diferentes estamentos de la sociedad vasca ante el riesgo de que la realidad específica de Euskadi se vea absorbida por un mundo globalizado, donde nuestras prácticas cada vez están más determinadas por la tecnología y el consumo, y no por el sentido de pertenencia a una comunidad.
Lo paradójico de esta preocupación compartida es que los líderes de los dos partidos políticos abertzales siguen empeñados, como partidos políticos que compiten por el espacio político, en marcar las diferencias entre ellos antes que trabajar de manera conjunta en aquello en lo que comparten preocupación, generar cohesión social y sentimiento de pertenencia a una misma comunidad, la comunidad o nación vasca.
En tiempos de individualismo hipertrofiado, conviene reforzar lo comunitario y el sentimiento de pertenencia.
En un contexto en el que Euskadi enfrenta una legislatura de largo recorrido que dota de estabilidad para acometer las transformaciones que determinan el momento actual, es difícil entender tanta animadversión declarada. En tiempos de individualismo hipertrofiado, conviene reforzar lo comunitario y el sentimiento de pertenencia.
Un instrumento financiero de enorme capacidad transformadora llama a nuestra puerta de manera inminente. El Gobierno Vasco presentó su propuesta Euskadi Next con la que pretende dinamizar la economía vasca; propuesta que debe ser aprobada durante el próximo mes por la Comisión Europea, y que determinará los proyectos de medio y largo plazo que protagonizarán la Euskadi del futuro.
Los Fondos Next Generation ofrecen una oportunidad única para construir comunidad y fortalecer el sentimiento de identidad propia que no queremos perder.
En contextos de sociedades complejas e interconectadas como las nuestras, donde confluyen una multiplicidad de actores con conocimiento e intereses a veces contrapuestos, pero muchas veces complementarios, los Fondos Next Generation ofrecen a los partidos vascos una oportunidad para abordar los retos de país desde una óptica diferente: abriendo los espacios de definición y decisión conjunta a diferentes stakeholders y a la ciudadanía. Como decía Sara Berbel en un artículo reciente publicado en El País, “si abogamos por sociedades y organizaciones más horizontales, empáticas, cohesionadas y eficientes, habrá que desprenderse de hábitos tradicionalmente jerárquicos”.
Los Fondos Next Generation ofrecen una oportunidad única para construir comunidad y fortalecer el sentimiento de identidad propia que no queremos perder. Sería deseable que este tema ocupase un lugar protagonista en la agenda pública, porque el futuro es ahora, antes de que nos demos cuenta que hemos perdido una parte importante de nuestra identidad por no querer impulsar las transformaciones de otra manera.