320 millones de horas extras son las que se realizaron en España durante el año 2020. En plena pandemia. Esto supone un incremento del 6,3% respecto a las realizadas en el año 2019, mientras que aquéllas no pagadas -el 47,1% del total- aumentaron un 12,3% según datos de UGT. Paradójicamente, el volumen total de horas efectivas trabajadas se ha reducido también un 6,3% respecto al año 2019, lo que, a priori, podría parecer lógico debido a la parálisis económica sufrida durante gran parte del año pasado.

Es importante recalcar que el incremento de las horas extras en 2020 recae, particularmente, sobre los hombros de las mujeres. Aquellos sectores más feminizados, como el sector educativo, el sanitario o el de las actividades del hogar, son los que más intensamente han trabajado durante la pandemia y, como consecuencia, el número de horas extras realizadas por mujeres ha aumentado un 34,1%, mientras que las realizadas por los hombres han descendido un 7,5%.

El fraude laboral de las horas extras no pagadas implica que los y las trabajadoras hayan dejado de ingresar 2.500 millones de euros. La Seguridad Social, por su parte, 750 millones. Además, si no se hubieran realizado horas extras se podrían haber creado hasta 180.000 puestos de trabajo a jornada completa.

 

Aquellos sectores más feminizados, como el sector educativo, el sanitario o el de las actividades del hogar, son los que más intensamente han trabajado durante la pandemia

 

El uso desproporcionado de las horas extras atenta directamente contra la soberanía del uso del tiempo por parte de trabajadores y trabajadoras e, indudablemente, contra la conciliación laboral y personal. Tal y como afirma UGT, la horas extras se utilizan como instrumento discrecional de la jornada laboral y la elevada precariedad laboral y los bajos salarios son los factores que lo posibilitan. Pero, en un momento de incierto futuro para el mercado laboral y con una crisis de cuidados cada vez más acuciante, ¿tiene sentido apostar por interminables jornadas laborales mientras las personas jóvenes, con una tasa de desempleo del 40%, no pueden acceder al mercado laboral?

Ninguno. Nos encontramos a las puertas de que el desempleo, tal y como explicaba en “Adaptarse o morir”, no solo esté ligado al ciclo económico, sino también a la distribución del propio empleo. Y digo del empleo y no del trabajo. Porque es necesario entender que todo empleo es trabajo, pero que el trabajo es mucho más amplio que el empleo. Uno de esos trabajos no remunerados que medido en términos monetarios superaría el 40% del PIB, es el trabajo de doméstico y de cuidados. En las últimas décadas algunos estados han tratado de avanzar en la corresponsabilidad con diversas políticas de igualdad y de bienestar que han contribuido a mejorar algunos aspectos, pero, sin embargo, los cuidados nunca han conseguido salir del ámbito doméstico quedando en su mayoría invisibilizados. Nuestra sociedad, de profunda perpetuación de los roles de género, aún hoy reconoce el papel del hombre como la persona que lleva ingresos al hogar mientras que la mujer se encarga de las labores domésticas y de cuidados -en 2020 la tasa de actividad de los hombres era un 18,9% superior a la de las mujeres mientras que la tasa de desempleo, un 22% inferior-. Sin embargo, según datos ofrecidos por el INE en el año 2018, las mujeres destinaban 26,5 horas semanales a la realización de trabajos no remunerados por las 14 horas que destinaban los hombres. Nuestra sociedad necesita valorar, visibilizar y repartir de forma justa aquellos trabajos indispensables para el sostenimiento de nuestras vidas.

 

Nuestra sociedad, de profunda perpetuación de los roles de género, aún hoy reconoce el papel del hombre como la persona que lleva ingresos al hogar mientras que la mujer se encarga de las labores domésticas y de cuidados

 

Teniendo en cuenta lo anteriormente comentado, debemos avanzar hacia la disminución del volumen de horas extras (con mayor control por parte de los órganos competentes), hacia la desprecarización del mercado laboral y hacia una redistribución justa del empleo y de los trabajos. Para ello es imprescindible ahondar en dos aspectos clave. Por un lado, derogar la reforma laboral de Rajoy -que degradó aún más el mercado laboral español- y desarrollar un nuevo marco que permita dignificar las condiciones de trabajo, terminar con la alta tasa de temporalidad o reequilibrar la negociación colectiva. Por otro lado, realizar una estrategia integral de futuro que avance tanto en la modernización del modelo productivo español como en poner la vida de las personas en el centro. Y, como ya he comentado en más de una ocasión, los fondos europeos son una grandísima oportunidad para ponernos manos a la obra con ello. No dejemos pasar esta oportunidad.