Parece que los vientos de la economía vuelven a soplar a favor, parece, esperemos que no sea un espejismo, y en cualquier caso, también es público y notorio que no soplan para todos igual. Los que han desaparecido ya no miran la veleta, y hay sectores tan diversos como la hostelería o el aeronáutico que van a tardar mucho en recuperarse en el caso de que la recuperación no sea tan solo algún brote verde y termine por alcanzarles a tiempo.
En este contexto general, el que tenemos en Euskadi tiene nuestros particulares obstáculos y nuestros particulares brotes verdes, que haberlos haylos. Por encima de cualquier otra consideración lo que tenemos es una oportunidad de salir sino reforzados, cuando menos airosos de esta y una espada de Damocles, que no es otra que los plazos, el tiempo, no podemos perder ni un segundo si queremos, de verdad, aprovechar el momento. De lo contrario, otros ocuparán nuestro espacio.
Estamos viviendo en el sentido más amplio de la palabra un momento histórico que nos ha venido dado sin pedirlo con la pandemia, y que como todos sabemos, tiene una clara traslación al mundo económico y empresarial. Nos encontramos en un momento de cambio, de transformación en materias tan diversas como la energía, el mundo digital e incluso un contexto demográfico con una pirámide de edad cada vez más envejecida, que no podemos obviar.
No hay apuesta fuerte en lo económico, sin partir de un diagnóstico realista. Aquí no cabe hacerse trampas en el solitario. Hay que poner todas las cartas encima de la mesa y ver qué nos lastra y que nos empuja
En estos momentos que en la Antigua Grecia, se denominaban de catarsis, en los momentos de cambio, de transformación es cuando de verdad se ve el musculo del que disponemos, en todos los ámbitos de la vida, por supuesto también en el económico. Estamos en tiempo de catarsis, estamos en tiempo de demostrar hasta dónde podemos llegar.
Y tenemos que se ser ambiciosos, no caben las medias tintas, si el País Vasco no realiza una apuesta fuerte y bien armada, veremos como la oportunidad pasa ante nuestros ojos para desvanecerse. No hay apuesta fuerte en lo económico, sin partir de un diagnóstico realista. Aquí no cabe hacerse trampas en el solitario. Hay que poner todas las cartas encima de la mesa y ver qué nos lastra y que nos empuja.
Entre los lastres no hay nada peor que creer en la inercia y en que las cosas llegarán por generación espontánea. Esto no funciona así, hay que arriesgar, hay que potenciar aquello en lo que somos buenos y minimizar lo que no nos permite avanzar.
No lo olvidemos, el mundo es de los audaces y en Euskadi los audaces se contaban por sagas. Sagas de arriesgados empresarios que nos han convertido en lo que somos
¿Qué tenemos en contra? El mundo globalizado nos ayuda lo justo. Lo que antes nos hacía “mejores”, nuestro talante y nuestro talento, ese que se hacía a sí mismo, ha perdido impacto. Pero por el contrario mantenemos el carácter emprendedor, la ilusión y las ganas. Y aún diría más, contamos con un arma de la que otros no disponen y que no es baladí, nuestras instituciones gozan de la estabilidad necesaria como para permitirse tomar decisiones arriesgadas y audaces. No lo olvidemos, el mundo es de los audaces y en Euskadi los audaces se contaban por sagas. Sagas de arriesgados empresarios que nos han convertido en lo que somos.
En este escenario la pregunta es evidente ¿qué hacemos? y sólo hay dos posibles respuestas:
1.- Seguimos conformándonos con lo que fuimos y dejamos pasar la oportunidad
2.- Nos ponemos las pilas y hacemos de la necesidad virtud.
Si de verdad nos creemos lo que decimos que somos/fuimos sólo cabe la opción dos, sólo con riesgo, esfuerzo, trabajo y disgustos SEREMOS.
No hay otra fórmula y esta, está inventada desde tiempos inmemoriales.