La efervescencia del debate político, particularmente afectado por las dificultades parlamentarias del Gobierno, que prevé indultar a los políticos presos de los partidos que le dan soporte, hace que se olviden o queden en un segundo plano asuntos de gran importancia social y también económica, como es la decisión del Ministerio de Educación de aligerar las exigencias académicas en las etapas formativas de primaria y secundaria.
El Gobierno socialista, que ya había eliminado el castellano como lengua vehicular del sistema educativo (lo que hace más difícil que muchos alumnos puedan estudiar en su lengua materna en comunidades como Cataluña o Euskadi), avanza en el desarrollo legal de la Ley Celaá mediante la redacción de un borrador de real decreto por el que se regula la evaluación y las condiciones de promoción de la Educación Primaria, la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y el Bachillerato.
El nuevo decreto permite pasar de grado sin haber aprobado, cosa que los malos alumnos agradecerán mucho hasta que se encuentren con que su titulación no vale de nada
En este nuevo decreto, el ministerio que dirige Isabel Celaá aligera las exigencias para la evaluación y los sustituye por otros aspectos de la formación del alumno como es su buena marcha y el grado de madurez, sin que aprobar las materias¨pueda ser la única circunstancia a tener en cuenta en la decisión sobre la promoción¨.
En definitiva, que se pueda pasar de grado sin haber aprobado, cosa que los malos alumnos agradecerán mucho hasta que se encuentren con que su titulación no vale de nada.
El último estudio de la OCDE sobre educación sitúa a España por debajo de la media de los países de nuestro entorno
A tenor de esta decisión, pudiera creerse que el problema de los alumnos españoles es que ya saben demasiado y no procede exigirles tanto. Sin embargo, el último estudio de la OCDE sobre educación sitúa a España por debajo de la media de los países de nuestro entorno. Es decir, que nuestros alumnos saben menos que aquellos con los que van a competir profesionalmente.
En esta situación, cabe preguntarse si es por una falta de capacidad de los alumnos o es un problema del sistema educativo y, a tenor de las decisiones del Gobierno, cabe deducir que el problema no es del sistema sino que los alumnos no dan más de sí, por lo que la solución pasa por exigirles menos.
De este modo, se reduce el fracaso escolar, dado que no hace falta aprobar para pasar de curso u obtener los títulos y así se aminora la frustración de los estudiantes, que ya tendrán tiempo de frustrarse cuando lleguen a un sistema laboral para el que no están preparados, como indica que tengamos la tasa de desempleo juvenil más alta de Europa.
El sistema educativo español se revela como insuficiente y el Gobierno del Estado ha optado por bajar el listón
El sistema educativo español se revela como insuficiente y el Gobierno del Estado, que tiene la competencia de marcar la pauta que luego desarrollan las comunidades autónomas, ha optado por bajar el listón. En el fragmentado mapa educativo, las comunidades no tendrán ya que esforzarse en mejorar su oferta educativa sino que la podrá sustituir por interpretaciones generosas de la progresión del alumno o de su madurez personal.
Ya hay otras experiencias previas de la lasitud con las que algunas comunidades autónomas afrontan la evaluación de sus alumnos y las diferencias en calificaciones tales como la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EVAU), que ya ha desatado quejas de los propios estudiantes que ven como alumnos menos preparados aventajan a otros más cualificados gracias a modelos educativos que son, digamos, más magnánimos.
Cabría ser más exigentes con el sistema educativo en lugar de ser menos exigentes con la calidad de la formación
La respuesta de la ministra a este modelo que está causado por la diferencia en la realización de la prueba entre distintas comunidades fue que no habría una prueba única para la evaluación de acceso a la universidad por ser esta "una respuesta simplona a un problema complejo", que es una de esas frases que dejan desarmado a cualquier interlocutor, porque sin decir nada te coloca no ya en el suspenso sino incluso en el grupo de los que ni progresan ni tienen madurez para pasar de curso.
La educación es, más allá de la importancia para su formación humana, la principal herramienta profesional con la que cuenta un joven para acceder al mercado laboral. Particularmente, para aquella juventud que no dispone de apoyos familiares adicionales que la orienten en su estrategia laboral, el sistema educativo se presenta como su única oportunidad de desarrollo profesional.
Por ello, cabría ser más exigentes con el sistema educativo en lugar de ser menos exigentes con la calidad de la formación. El resultado vendría a ser el mismo, menos fracaso y más continuidad educativa, pero en un caso lo sería por ofrecer menos formación y en el otro por lograr una mejor preparación de nuestros jóvenes.