A lo largo de la pandemia, hemos seguido al milímetro la gestión de nuestros gobernantes, hemos cuestionado sus decisiones, sus errores de coordinación y su falta de acuerdos hasta en lo más básico. Y hemos echado en falta la determinación necesaria para tomar las decisiones más difíciles: les hemos reclamado valentía y coraje para tomar decisiones. Y es entonces, cuando algunos parecen haber entendido, que las crisis hay que afrontarlas con valentía y no dejar espacio a la cobardía, ya que si no, se abren zonas de incertidumbre que pueden ser aprovechados para dividir y confrontar. Por eso es importante el valor para evitar y frenar lógicas sociales y políticas de carácter demagógico y populista.
La inacción política suele tener malas consecuencias, hablamos poco de la trascendencia que tiene en la gestión política el que no se decida cuando hay que decidir: hay líneas de análisis que consideran que la inacción de Mariano Rajoy fue determinante para la evolución del ‘procés’ en Cataluña. Pero las consecuencias de la inacción política van mucho más allá de la situación de Cataluña: sabemos que la inacción política ante el cambio climático, no solo ha sido un gran impedimento para frenar el calentamiento global, si no que nos ha abocado a que la emergencia climática sea nuestro problema número uno en cuanto a trascendencia que va a tener en nuestro bienestar y supervivencia.
Hay líneas de análisis que consideran que la inacción de Mariano Rajoy fue determinante para la evolución del ‘procés’ en Cataluña
Sabemos, también, que la inacción política ante la creciente desigualdad social es un gran impedimento si se quiere garantizar el bienestar, la igualdad de oportunidades y la cohesión social de las generaciones futuras. La desigualdad social es hoy en día nuestro problema número dos en cuanto a trascendencia por nivel de afectación en cuanto a porcentaje de población se refiere.
Sabemos que la inacción política ha abocado al deterioro de poblaciones enteras que se han sentido abandonadas cuando los presupuestos, los servicios, las infraestructuras y la práctica totalidad de la conversación pública se ha dirigido mayoritariamente a los centros de poder económico y político.
Ahora empieza un momento complicado, el momento de darle contenido a la mesa de diálogo, de mirar hacia delante conscientes de que más de una vez van a tener que dar pasos atrás, esperemos que solo se para coger impulso
Es por eso, que la determinación en la decisión de ir adelante con los indultos ha pillado a más de uno con el pie cambiado, porque parecía que lo habitual era no hacer nada. Las opciones políticas, a diferencia de las empresas que tienden a situarse en segmentos de mercado, abusan de estrategias que quieren contentar a todos sus públicos, lo que a menudo supone carecer de una visión estratégica de largo plazo. Las inercias funcionan así en contra de los trade offs y la toma de decisiones.
La decisión está tomada, los indultos son legales y crean las condiciones necesarias para una negociación. Ahora empieza un momento complicado, el momento de darle contenido a la mesa de diálogo, de mirar hacia delante conscientes de que más de una vez van a tener que dar pasos atrás, esperemos que solo se para coger impulso. Les deseo acierto y coraje, como se lo deseamos la mayoría, no me cabe duda.