“Probablemente la tarea más urgente de la divulgación científica sea hacer que las evidencias científicas queden fuera de los debates identitarios e ideológicos. Es preciso lograr que la ciencia forme parte de ese terreno común en el que todos podemos remar en la misma dirección”. La idea y el mensaje, sin duda de calado, se recoge en un tuit de una de las personas que más ha hecho por la divulgación científica desde la empatía y el humor, el matemático Eduardo Sáenz de Cabezón. Considero que el debate que propone es mucho más que pertinente, es de obligado cumplimiento.
Llevamos muchos meses poniendo en valor y hablando de ciencia y de científicos. La pandemia ha visualizado la importancia de la labor de estos profesionales a la vez que nos ha hecho más conscientes, de las miserias a las que se enfrentan a diario en nuestro país, en el que jamás se ha hecho una apuesta seria para favorecer su trabajo, y lo que es más importante, para que no nos abandonen, al encontrar mejores oportunidades profesionales fuera de nuestras fronteras.
Apostar por la ciencia es sobre todo exigir que los científicos tengan futuro en nuestro país
Al margen de hacerles reconocimientos verbales desde diferentes tribunas, pocas cosas han cambiado respecto a su situación. Tal vez lo que sí ha cambiado es que la pandemia ha abierto el melón para que los éxitos científicos se rentabilicen políticamente y así, han sido y son utilizados por parte de nuestros representantes, cómo y cuándo lo han considerado oportuno.
Muchos llevamos clamando en el desierto desde que esto empezó para que por favor, las decisiones se tomaran utilizando única y exclusivamente criterios objetivos y científicos, pero lo dicho, ha sido un clamor en el desierto y supongo que una permanente agonía para los profesionales de la ciencia a los que no siempre se les ha escuchado y mucho menos se les ha concedido el papel que merecen.
No es menos cierto que a mayoría de nosotros reconocemos que ahí donde las cosas han salido y están saliendo bien, es porque detrás hay magnificas personas a los que por encima de cualquier otra circunstancia les puede su vocación. Por ello creo que es el momento perfecto para recoger el guante que nos ha lanzado Sáenz de Cabezón y reclamar que el trabajo de la ciencia, las evidencias científicas no se utilicen de forma partidista como viene ocurriendo.
La pandemia ha visualizado la importancia de la labor de estos profesionales a la vez que nos ha hecho más conscientes, de las miserias a las que se enfrentan a diario en nuestro país
Tenemos por tanto unos cuantos deberes por delante. El primero es sacar la política de la ciencia, y el segundo hacer una apuesta real por la investigación y el desarrollo que vaya mucho más allá de los grandes epígrafes en alguna partida presupuestaria. Y apostar por la ciencia es sobre todo exigir que los científicos tengan futuro en nuestro país, que tengan las infraestructuras necesarias para realizar su trabajo, que puedan aspirar a la innovación permanente, que se sientan bien retribuidos, que la formación de la que se han dotado aquí acabe quedándose aquí, que se puedan jubilar cuando les toca que quien lidera la investigación de la vacuna española tiene 76 años…
Esta apuesta queridos políticos, sí que les corresponde a ustedes pero saquen la mano de la bolsa en la que recogen los éxitos científicos para apuntarse tantos políticos. Esa rentabilidad no les toca, y además les computa en contra para con nosotros los ciudadanos.