La catástrofe ¿medioambiental? en Alemania, Bélgica y Holanda pone el cambio climático en el centro del debate político de esos países y, por ende, de toda Europa. Allí, y hoy, discutir el cambio climático no lo discute nadie sensato. Aquí sí. Aquí salen los negacionistas de debajo de las piedras y no hay nada que hacer.
No digo que en Alemania no haya, pero sí que allí tienen poco futuro en el mercado electoral. En nuestra matria siempre encuentran una formación política ansiosa y dispuesta a respaldar sus tesis conspiranoicas, falsas y dañinas para la convivencia. Da igual que se trate del cambio climático, el golpe de estado del 36, la dictadura de Franco, el terrorismo de ETA, el España nos roba, las vacunas, la pandemia,… siempre habrá una formación extrema en España que ofrezca cobijo a estos tarados (y taradas) e incluso, a veces, hasta un Tribunal Constitucional.
Imagino que los alemanes aprendieron, más o menos a la fuerza, aquello de que la democracia es la peor forma de gobierno, si exceptuamos todas las demás. Aquí no. Aquí andamos discutiendo si lo que hicieron los golpistas tal día como el domingo pasado hace 85 años fue un golpe de estado o algo necesario e inevitable como las mareas o la ira de Dios. Con un par. Y lo mismo a nivel de paisito, donde los colegas de Bildu se afanan en repetir que no estaríamos tan bien si no hubieran existido sus colegas malotes. Negacionismo puro.
En nuestra matria siempre encuentran una formación política ansiosa y dispuesta a respaldar sus tesis conspiranoicas, falsas y dañinas para la convivencia. Da igual que se trate del cambio climático, el golpe de estado del 36, la dictadura de Franco, el terrorismo de ETA, el España nos roba, las vacunas, la pandemia,…
Claro que en España no pasó nada cuando tenía que pasar. Ni después de echar a Napoléon se ajustaron cuentas con el infame Fernando VII y sus seguidores ávidos de ¡vivan las caenas!, ni durante la II República, ni en la Transición, cuando elegimos una reconciliación nacional, un pacto constitucional que, a los hechos me remito, solo era válido mientras no se hablará de las cunetas, ni se exigieran reparaciones. Mientras no se removiera a las jerarquías militares, policiales y judiciales. Y mientras los comunistas no gobernaran, aunque los votos les dieran para ello.
También es cierto que en Alemania los soviéticos desfilaron por Unter der linden tras dejar Berlín (y todo el camino desde la ródina hasta la capital nazi) como un erial. Parecido a lo que hicieron americanos e ingleses en Dresde, Hamburgo, Frankfurt o Colonia. Perder una guerra y ver destruido tu país y muertos a millones de tus compatriotas vacuna contra las tonterías y el totalitarismo. Te quita los sueños de grandeza de la cabeza y te vuelve más tolerante con el diferente.
Aquí, en el país y en el paisito, corremos el riesgo de que esa tolerancia democrática con el totalitario, el golpista o el terrorista -por la paz un avemaría, que decía mi abuela- sea vista por los enemigos de la convivencia (totalitarios, golpistas y terroristas) como una debilidad.
Aquí, en el país y en el paisito, corremos el riesgo de que esa tolerancia democrática con el totalitario, el golpista o el terrorista -por la paz un avemaría, que decía mi abuela- sea vista por los enemigos de la convivencia (totalitarios, golpistas y terroristas) como una debilidad. Al fin y al cabo, ya se fueron de rositas en la Transición. Por eso vuelven a por más.
Otra cosa que nos diferencia de Alemania es la manera que tienen sus medios de comunicación y su ciudadanía de juzgar la política y a quienes se dedican a ella. Recientemente, la carrera ascendente de la candidata de los Verdes, Annalena Baerbock, se vio seriamente comprometida cuando se descubrió que había inflado su curriculum y plagiado algunos pasajes de su libro. Y el sábado, el sucesor de Angela Merkel al frente de los conservadores, Armin Laschet, fue pillado por las cámaras partiéndose de risa cuando visitaba las zonas afectadas por las riadas. Recuerden, más de 160 muertos y mil desaparecidos. Pagará por ello en las elecciones de dentro de dos meses. O eso dicen los analistas teutones.
Aquí… se come muy bien.