400.000 esa es la cifra que ponía hace unos días sobre la mesa, la patronal vasca Confebask. Son las personas que nos van a faltar en Euskadi de aquí a 2050 para poder trabajar, teniendo en cuenta nuestra pirámide de población, notablemente envejecida. La cifra que para algunos aparecerá muy lejana en el tiempo, debería despertar más de una inquietud, porque este problema, que ni de lejos se huele en las agendas políticas, es ya hoy una realidad que lleva visualizándose y denunciándose desde el ámbito productivo hace tiempo, y que puede dar al traste con nuestro elogiado estado del bienestar.
Me comentaba jocosamente un responsable empresarial no hace mucho, que en el País Vasco tenemos una tasa de natalidad muy cercana a la del Vaticano. La broma tiene su gracia, si no fuera porque en nuestro caso, ya llueve sobre mojado, y la falta de nacimientos afecta directamente a un relevo generacional que pasa factura a todos los ámbitos sociales y económicos.
Si a esta falta de personas en edad de trabajar que se va a ir agudizando con el tiempo, no hay que ser ningún gurú de la estadística para darse cuenta de que fallece más gente de la que nace, y que no hay relevo generacional, le añadimos que ya carecemos de determinados perfiles profesionales ligados a la industria, se cifraron en el 2018 en 100.000 para 2020, ahora serán más, nos encontramos con una patata caliente que quemará más cuanto más tiempo pase, para terminar explotando en las manos de quien menos se lo espere, y con toda seguridad, en el momento menos oportuno.
Este problema, que ni de lejos se huele en las agendas políticas, es ya hoy una realidad que lleva denunciándose desde el ámbito productivo hace tiempo y puede dar al traste con nuestro elogiado estado del bienestar
¿Quieren un ingrediente más? Lo tenemos. ¿Saben cuántos profesionales se han ido de Euskadi porque no somos lo suficientemente atractivos? Miles. Miles de personas formadas aquí, con los recursos de aquí, que han preferido apostar por quienes más han apostado por ellos y han tomado la difícil decisión de trabajar fuera.
Y lo peor en este caso, es que el porcentaje de los que vuelven es mínimo por que se van por falta de atractivo, y no les parece mejor cuando han conocido otros lares.
Así que nos encontramos con un caldo de cultivo complicado. Ya no tenemos que pensar sólo en cómo retener el talento del que ya disponemos, que también, sino en cómo incentivar la natalidad y en cómo atraer a profesionales de otros sitios, para que cubran los huecos que ya existen y que serán mayores conforme pasa el tiempo.
Visto así, el asunto que es de alcance, no parece que haya llegado a quienes tienen que tomar las decisiones, no parece que la difícil cuestión del relevo generacional esté en la agenda de nuestros políticos, y de estarlo, no debe encontrarse entre los temas urgentes y prioritarios.
Ya no tenemos que pensar sólo en cómo retener el talento del que ya disponemos, que también, sino en cómo incentivar la natalidad y en cómo atraer a profesionales de otros sitios, para que cubran los huecos que ya existen y que serán mayores conforme pasa el tiempo
Es cierto que estos debates como todos los demás, han sido bruscamente apartados del terreno de juego porque la pandemia lo ha enrarecido todo y nos ha obligado a vivir prácticamente al segundo tomando decisiones políticas, económicas y sociales poco reflexionadas y mucho menos testadas de acuerdo con lo que el virus iba y va determinando.
Sin embargo hay debates que no pueden frenarse y hay decisiones que de no tomarse a tiempo, en esta ya vamos tarde, luego no van a tener cabida, porque nadie puede sacarse de la chistera 400.000 personas en edad de trabajar de hoy para mañana.
Estamos a tiempo de empezar a trabajar en políticas que nos hagan más atractivos, en potenciar lo bueno que tenemos y ponerlo en valor, en arrancar la carrera del relevo generacional antes de que otros lo hagan por nosotros.
Hacen muy bien quienes encienden la luz para que estos asuntos de largo alcance se vean con nitidez antes de que no tengan remedio. Y en este caso, ponen encima de la mesa un problema que nos afecta a todos, está en juego nada más y nada menos que la sostenibilidad del estado del bienestar del que tanto presumimos, pero no podremos mantenerlo si no hay quien lo alimente, se llaman: COTIZANTES.