Una cosa es no acertar, o equivocarse, en la difícil gestión de la pandemia y otra es que una actitud melindre nos lleve a hacer el ridículo y a que se rían de nosotros por todo el orbe conocido. Y nuestro lehendakari lleva tiempo rozando el larguero del despropósito.
No se puede estar en misa y repicando, comer sopas y sorber, estar al plato y a las tajadas, nadar y guardar la ropa. El refranero -desván y repositorio de la sabiduría popular- es prolijo al respecto. No puedes pedir al prójimo que se desgaste pidiendo a la - más que nunca- incierta, caprichosa y cargada a la derecha Justicia toques de queda y la obligatoriedad de llevar la mascarilla, cuando tú no te atreves a hacerlo en tu ámbito de competencia.
Entiendo que lo de los tribunales superiores de las comunidades autónomas es un misterio insondable. Que es muy frustrante ver que lo que se aprueba en una, para alborozo del legislativo proponente, se rechaza en otra, con la consabida frustración del presidente de turno. Pero aún así no hay que renunciar a ejercer tus competencias para luego exigir al Gobierno de España que las asuma. Las tuyas.
No puedes pedir al prójimo que se desgaste pidiendo a la Justicia toques de queda y la obligatoriedad de llevar la mascarilla, cuando tú no te atreves a hacerlo en tu ámbito de competencia
Esa actitud pacata, de querer y no poder, de proponer y no imponer, de prohibir pero sin enfadarse con nadie, de adoptar medidas siempre el último, después de ver lo que hacen los demás, para rematar con un huevo duro, te colocan a veces en 'el candelabro' de la peor manera posible. Es lo que ha ocurrido con Urkullu.
Solo puedo imaginarme el cónclave del LABI político, encabezado por el simpar Jonan Fernández, mirando de reojo lo que van haciendo las demás autonomías y países europeos, así como las respuestas que van dando los tribunales de justicia y elucubrando sobre como mejorar una propuesta con un toque de singularidad y perspicacia solo al alcance de los mejores gestores del universo.
Y de repente -sujétame el cubata- el toque de queda voluntario. La enésima llamada a la autorregulación, a la responsabilidad, al 'auzolana', desde que empezó este drama. Y el enésimo fracaso. No hay singularidad. De una a seis de la mañana se han quedado en casa los que se quedan siempre y han salido los que salen siempre.
El resultado es el conocido: botellones, impunidad, agresiones a la policía, nulas medidas de prevención ante los previsibles contagios, negacionismo activo, destrozo de mobiliario urbano… el habitual repertorio de desgracias en estas situaciones que nos vuelven a colocar en la parte alta de la pandemia.
Esa actitud pacata, de querer y no poder, de proponer y no imponer, de prohibir pero sin enfadarse con nadie, de adoptar medidas siempre el último, después de ver lo que hacen los demás, para rematar con un huevo duro, te colocan a veces en 'el candelabro' de la peor manera posible
El PNV, un partido que acumula todo el poder institucional en Euskadi, tiene un verano complicado por delante para contentar transversalmente a la ciudadanía. Desde la esfera del Ejecutivo autónomo está todo meridianamente claro: guerra sin cuartel al virus y adopción de las medidas que sean necesarias tales como el toque de queda voluntario, la restricción de los aforos a los bares y a los cines o dejar a las sociedades y a los txokos abrir y autorregularse. Por poner unos ejemplos.
Por otro lado en los pueblos, los concejales y alcaldes del PNV, también los de otros partidos, preparan “no fiestas” patronales y programan actos, seguros dicen, que en mi opinión ejercen un efecto llamada en el sector de la población de ese municipio y su comarca que, por la noche, se transforma en el consabido botellón, con litros a saco, 'musicota' sin control y enardecidos gudaris que terminan enfrentándose a los municipales o ertzainas que tienen la 'mala follá' de ir a disolver el temita por orden del alcalde que ha programado las no fiestas. Un despropósito.
Y con este panorama, nuestro lehendakari, el de todos, anda jugando al 'esconderite' sobre su presencia -o ausencia- en la Conferencia de Presidentes que se celebra este viernes en Salamanca. El está, al igual que el 'molt honorable' Aragonés, más por las relaciones bilaterales que las multilaterales. No vaya a ser que le confundan con un extremeño o un asturiano.
Los temas que se van a tratar y poner en común son la situación de la pandemia, los fondos europeos y el reto demográfico. Yo, como vasco y contribuyente, quiero que mi presidente me represente.