La canción del pasado verano bien podría tener como estribillo "sube el precio de la luz", de tantas veces que nos lo han repetido en los medios de comunicación. Y aunque en las casas vascas la electricidad no es tan necesaria en los meses cálidos como en otras latitudes, lo cierto es que somos más culpables que nadie del problema que subyace, que no es otro que una escasa oferta de generación local. 

 Como si fuéramos unos hijos ricos, hemos ido dilapidando una parte del patrimonio energético que heredamos y apenas lo hemos sustituido por fuentes más controlables

Como si fuéramos unos hijos ricos, hemos ido dilapidando una parte del patrimonio energético que heredamos y apenas lo hemos sustituido por fuentes más controlables. Cerramos las centrales térmicas de Santurtzi y Pasaia, así como la nuclear de Garoña, por no hablar de lo que iban a ser los dos generadores de 2.000 MW de Lemóniz, y a punto estuvimos de cargarnos la planta de coque de Petronor, salvada gracias a una hábil campaña de propaganda rojiblanca. 

 

Hemos sustituido todo lo clausurado por dos plantas que se alimentan únicamente de gas natural, en el Superpuerto de Bilbao y en Boroa (Amorebieta). Venga de Nigeria en barco o de Argelia por gasoducto, lo cierto es que está sujeto a los vaivenes de precio de los mercados internacionales. Hasta el más inocente tiene que ser consciente de lo arriesgado que es depender de un recurso relativamente escaso y que se tiene que importar sí o sí. 

 

Porque el gas que probablemente tenemos en el subsuelo de Euskadi, como buen hijo rico, hemos decidido que nunca se va a extraer. Podríamos haber eliminado esa dependencia exterior y haber contribuido incluso a generar unos ahorros para garantizar nuestra jubilación e incluso las de nuestros descendientes, por no hablar de poder financiar eso que ahora se llama "arraigo" de las empresas. 

Porque el gas que probablemente tenemos en el subsuelo de Euskadi, como buen hijo rico, hemos decidido que nunca se va a extraer



Más o menos como han hecho Noruega o Qatar, que han utilizado los ingresos derivados de la extracción y venta de hidrocarburos para comprar acciones de empresas como Iberdrola, de la que actualmente son los principales accionistas. Paradójicamente, Shesa, la sociedad que creó el Gobierno vasco para sacar gas natural, no lo puede extraer en Euskadi pero sí en La Rioja, donde explota un pozo que cubre el 7% de las necesidades regionales. 

Solo los saltos de agua dan un respiro a la generación eléctrica en Euskadi

El Parlamento vasco ha dicho que no a la extracción local de hidrocarburos, pese a que supone el 75% del consumo energético. Y tampoco ha puesto las cosas fáciles para establecer parques eólicos, la que dadas las condiciones orográficas y climáticas, habría sido la alternativa renovable más lógica. Por no hablar del hecho de que uno de los tres mayores fabricantes de molinos del mundo, Siemens Gamesa, tenga todavía su sede en Euskadi. 

 

Y la fotovoltaica es tan testimonial que la incineradora de Zabalgarbi genera casi tanta electricidad como todas las plantas que hay repartidas por el país. Solo los saltos de agua dan un respiro a la generación eléctrica en Euskadi. El resultado es que apenas el 8% de la demanda vasca de electricidad se cubre con renovables, frente al 40% del conjunto del Estado. Y la tendencia de los últimos años no es precisamente alentadora, lo que no hace sino agudizar la dependencia energética. 

Basta recordar que Patxi López se hizo fotos visitando pozos de fracking en Texas para, apenas seis años después, oponerse a este tipo de sistema de extracción de gas en Vitoria. 

 Lo que subyace tras esta negativa a todo lo que pueda resultar mínimamente molesto para el paisaje y el subsuelo es que la agenda política en esta materia la están marcando Bildu y Podemos. Asesorados por sus sociólogos de cabecera, los dos partidos que gobiernan Euskadi desde 1980, PNV y PSE, han ido cediendo a sus imposiciones para evitar cualquier riesgo de pérdida de votos. Basta recordar que Patxi López se hizo fotos visitando pozos de fracking en Texas para, apenas seis años después, oponerse a este tipo de sistema de extracción de gas en Vitoria. 

 

El resultado ya lo conocemos: la tasa de abastecimiento de energía es de apenas un 10% en la Comunidad Autónoma Vasca. Si mañana se pusieran fronteras al sur del Ebro y al norte de los Pirineos, habría que comprarlo casi todo, con lo que el precio sería incluso más caro. Quizás haya llegado el momento de pensar más en el país y menos en los riesgos electorales de cada cual. Solo si se aumenta la oferta bajarán las tarifas.