El pasado domingo comenzó en Glasgow la COP 26, la conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático. Desde la firma del Acuerdo de París, pocas citas han sido tan esperadas como esta que llega con un año de retraso por culpa de la pandemia. Esos 12 meses de demora han servido para que el panel de expertos del IPCC, la comisión intergubernamental de cambio climático, estén a punto de terminar la mayor revisión científica sobre el calentamiento del planeta. De hecho, han aprovechado la cita escocesa para sacar un avance del informe con datos, que como nos esperábamos, siguen alimentando la preocupación por la falta de ambición de los Estados. Según Valérie Masson-Delmotte, copresidenta de este grupo, el calentamiento del último siglo es inédito en más de 2.000 años. No se ha acelerado en los últimos años, pero si se ha intensificado con eventos meteorológicos más extremos y frecuentes y con una subida importante del nivel del mar. Si seguimos con las políticas actuales este calentamiento nos llevará a una cifra aproximada de 2,8 grados, muy por encima de la que se comprometió el G 20 antes de tirar las moneditas a la fontana de Trevi este fin de semana pasado. En España esta subida podría superar los 4,5 grados. Se pueden imaginar la catástrofe absoluta que sería para nuestras vidas estos escenarios.
9 de las 10 principales economías mundiales tienen en marcha planes de neutralidad climática, lo que afecta al 70% de las emisiones de gases efecto invernadero mundiales
Y así llegamos a una COP trascendental en la que los propios políticos, como Boris Jonhson, dicen que hay que dejarse de palabras y pasar a la acción. No me negarán que no tiene cierta guasa que lo digan ellos que en los últimos años han dejado pasar un tiempo esencial sin ni siquiera cumplir lo acordado en París. Aun así, no todo está perdido, 9 de las 10 principales economías mundiales tienen en marcha planes de neutralidad climática, lo que afecta al 70% de las emisiones de gases efecto invernadero mundiales. Por otro lado, la presión de los inversores sobre las industrias fósiles es cada vez mayor, aunque la crisis de las materias primas y del transporte amenaza con relajar la ambición climática con la excusa del incremento de precios.
En España esta subida podría superar los 4,5 grados. Se pueden imaginar la catástrofe absoluta que sería para nuestras vidas estos escenarios
No sólo los gobiernos se ponen manos a la obra, también lo hacen, a veces con más ambición y liderazgo, las empresas. 201 de las más importantes compañías a nivel mundial acaban de lanzar The Climate Pledge, una iniciativa impulsada por Amazon con un compromiso claro: alcanzar 0 emisiones netas de sus actividades en 2040, una década antes del plazo fijado por la ONU. Junto a la firma de Jeff Bezos, aparecen algunas de las multinacionales más importantes como Visa, Philips, Heineken, Coca Cola, Mercedes, Siemens, Unilever o Microsoft y también algunas compañías españolas como Telefónica o Mahou. Es un compromiso claro que incluye informes regulares de la marcha de este objetivo en cada una de ellas, la eliminación del carbono y la realización de compensaciones fiables. Les puedo asegurar que si estos monstruos de la economía mundial hacen una apuesta tan arriesgada es, sobre todo, porque saben que su negocio peligra si no se actúa de manera inmediata y decidida para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, todas saben que sino se adaptan sus clientes y la sociedad no se lo perdonarán. No les quepa duda de que este compromiso arrastrará a muchas otras empresas proveedoras de estos gigantes a realizar su propia transición ecológica particular.
Les puedo asegurar que si estos monstruos de la economía mundial hacen una apuesta tan arriesgada es, sobre todo, porque saben que su negocio peligra si no se actúa de manera inmediata
Mientras tanto, Euskadi no es ajena a estos movimientos y creo sinceramente que el propio Gobierno vasco es cada vez más activo en avanzar a esa neutralidad en carbono, la unión de los departamentos de desarrollo económico y medio ambiente bajo la batuta de Arantza Tapia persigue ese objetivo. El cambio pasa en nuestro territorio por una transición energética con un plan que acaba de presentar la consejera, haciéndolo coincidir también con el comienzo de la cita de Glasgow. Referente internacional en energías oceánicas, posicionamiento de la industria vasca en la vanguardia de las energías renovables (eólica y solar sobre todo), creación de un ecosistema de producción y consumo de hidrógeno y rehabilitación de los edificios más antiguos son algunas de las medidas que se van a impulsar con el objetivo de recortar las emisiones un 80% para 2050 y conseguir que Euskadi sea un territorio resiliente al cambio climático. En todo este reto el tejido productivo vasco a ver se clave, tanto a la hora de realizar su propia transición ecológica particular como a la hora de proveer soluciones que ayuden a conseguir unos objetivos tan ambiciosos. No todas las empresas vascas están preparadas y es imprescindible formar e impulsar este cambio de paradigma desde las más pequeñas hasta las más punteras.
Mientras tanto, Euskadi no es ajena a estos movimientos y creo sinceramente que el propio Gobierno vasco es cada vez más activo en avanzar a esa neutralidad en carbono
Hasta hora, como verán, en este artículo todo ha sido palabras, hay pocos hechos. El cambio climático nos pone a todos frente al espejo de nuestras propias contradicciones. Tenía razón la consejera Tapia cuando decía que no se puede querer reducir nuestras emisiones y oponerse sistemáticamente a la instalación de nuevas energías renovables, pero también debería acordarse de que contradicciones tenemos todos, incluso el propio Gobierno vasco que, hasta hace bien poco, defendía a capa y espada una moratoria para los coches Diesel o se empeñaba en explotar pozos de gas en Vitoria-Gasteiz, una energía que sigue defendiendo como de transición.
Tampoco vamos a negar nuestras propias contradicciones como sociedad, seguimos sin renunciar a nuestros niveles actuales de consumo, sin tratar adecuadamente nuestros residuos, en Álava, por ejemplo, sólo el 35% acaban en contenedores para reciclar, multiplicamos nuestras compras por internet, desertizando nuestras calles y multiplicando las emisiones del transporte, etc, etc. Como pueden ver el cambio climático nos retrata a todos y todas y como dice la excelente campaña que acaba de lanzar la ONU, los dinosaurios tenían una excusa. ¿Cuál va a ser la nuestra para explicarles a las generaciones venideras que no hicimos lo suficiente para salvar el planeta?