Que nunca llueve a gusto de todos es una frase tan manida como real, igual que lo es el hecho de que intentar contentar a todos, es la fórmula perfecta para no contentar a nadie. El penúltimo capítulo de esto, seguro que cuando se publiquen estas líneas ya hay más ejemplos, es la trifulca que se ha armado en los últimos días, a cuenta de las políticas fiscales de unos y de otros.

El rifirrafe estaba servido en el momento en el que el Lehendakari Urkullu acusó a Madrid de dumping fiscal (practica por la que un territorio ofrece beneficios fiscales mediante deducciones de impuestos o bonificaciones a personas o empresas), al anunciarse desde la capital, una bajada del IRPF y la supresión de los impuestos propios. La presidenta madrileña no tardó en responder con un contundente “nos miran con envidia y nos critican con agravio”. La fiesta estaba servida y a la misma se han ido sumando otros convidados que han echado aún más leña al fuego.

 

Que Madrid tiene una mejor fiscalidad que nosotros en este momento, está claro

 

Los datos objetivos no dejan lugar a dudas, la fiscalidad vasca no es la mejor del entorno, y concretamente, dista mucho de disfrutar de las ventajas que a nivel impositivo se dan en Madrid. Y esto, sin ningún lugar a dudas, tiene una traslación económica. Es más fácil que una nueva inversión, se radique en la comunidad de Ayuso que en la nuestra. El dinero, los proyectos empresariales, las inversiones como es lógico, buscan aquellos escenarios que con ventajas semejantes les ofrecen mejores condiciones. Evidentemente, no es reprochable, uno invierte su dinero donde quiere, y por algún motivo que a algunos no se les alcanza, tiende a hacerlo, donde le ofrecen las mejores prestaciones, al mejor precio.

 

Los datos objetivos no dejan lugar a dudas, la fiscalidad vasca no es la mejor del entorno, y concretamente, dista mucho de disfrutar de las ventajas que a nivel impositivo se dan en Madrid

 

Más o menos este es el escenario sobre el que estos días ha opinado la patronal vasca, para quienes es una obviedad que Euskadi está perdiendo el atractivo que tenía en otros momentos para generar nuevos proyectos empresariales. De eso han hablado, de la pérdida de atractivo para que aquí se radiquen nuevos proyectos, y de la relación directa que esto tiene con la ansiada retención del talento. De esto y no de otros asuntos que algunos aprovechan para imputarles y recordarles que son unos privilegiados que sólo representan a los grandes, es de lo que han hablado.

Pues bien, como suele decirse, lo que es constatable no necesita mayores pruebas. Que Madrid tiene una mejor fiscalidad que nosotros en este momento, está claro, y a partir de aquí pueden introducirse las variables que se consideren oportunas, y que tienden a ser de parte. Es perfectamente entendible que desde el Ejecutivo se defienda la posición, apelando a la buena calidad de los servicios de los que disfrutamos en Euskadi y que se asemejan, según nos apuntan, a los que tienen los países europeos más punteros, que al parecer es con quienes debemos compararnos. En este punto es impepinable no traer a colación el famoso impuesto del patrimonio que afecta sólo al 1% de los contribuyentes y que tanta guerra da aquí, simplemente, para dejar constancia de que esos países espejo en el que nos miramos prescindieron hace ya años de la citada tasa.

 

Lo ideal sería que todos jugáramos en las mismas condiciones, y aquí seguro que más de uno nos iba a recordar las bondades de nuestro Concierto Económico

 

¿Disfrutamos de los mejores y más avanzados servicios? Seguro que hay opiniones distintas pero, si admitimos que es así, y que tener lo mejor cuesta y  hay que pagarlo y en la mediad de lo posible hacerlo de forma progresiva, que pague más quien más tiene, la tesis esgrimida por la patronal seguiría siendo válida. Hay comunidades que desde el punto de vista fiscal son más atractivas que nosotros. Es una realidad y hay que evidenciarla.

No se puede obviar. Lo ideal sería que todos jugáramos en las mismas condiciones, y aquí seguro que más de uno nos iba a recordar las bondades de nuestro Concierto Económico, que es un tema que se presta a la demagogia permanente por parte de sus detractores, no sabe una si por desconocimiento, o por mera rentabilidad política, si bien me inclino por lo segundo. 

En cualquier caso cuando parece que este mundo globalizado está siendo capaz de ponerse de acuerdo en un asunto tan complejo como el famoso tipo del impuesto de sociedades, no parece oportuno que entre vecinos como se dice vulgarmente “nos pisemos la manguera”.