Es evidente que los retos a los que se enfrenta la Humanidad como consecuencia del cambio climático son inmensos, cambiar la actual tendencia de calentamiento global exige nuevas soluciones y activar al máximo nuestra innovación. Claro que esa innovación puede y debe inspirarse en alguien que lleva más de 3.800 millones de años adaptándose y haciendo I+D ajustándose a los recursos disponibles: la naturaleza. Desde hace algunos años, hay una tendencia mundial, más avanzada en los países del Norte de Europa y EE.UU., que busca la solución a estos enormes retos a través de la biomimética, la corriente que se inspira en soluciones naturales para proporcionar respuestas innovadoras en campos tan diversos como la construcción, la movilidad, la medicina o el deporte. El tren bala japonés es uno de esos ejemplos, se inspiró en el martín pescador para diseñar la aerodinámica de la locomotora y conseguir minimizar al máximo el ruido y reducir la resistencia al aire y aumentar la velocidad. Una de las marcas más conocidas de bañadores, Speedo, fabrica nuevos modelos inspirados en la piel de los tiburones para reducir la resistencia al agua y algo tan sencillo como el velcro fue creado por un ingeniero suizo que se fijó en como los cardos se quedaban pegados al pelo de su perro en el monte. La biomimética ha posibilitado también infraestructuras como el estadio olímpico de Pekin, inspirado en las construcciones de los nidos de pájaros o edificios que se autorefrigeran, basándose en el ejemplo de los termiteros. El futuro de estas soluciones basadas en la naturaleza es tan prometedor que en EE.UU. calculan que en 2025 supondrá más de 300.000 millones de dólares de su PIB y permitirá el ahorro de más de 50.000 millones de dólares en recursos naturales y, además, posibilitará la creación de 2 millones de nuevos empleos.

Sin embargo, donde cobran un papel especialmente relevante las soluciones basadas en la naturaleza es en las ciudades, donde se producen el 75% de las emisiones mundiales y entre el 60 y el 80% del consumo de energía. Es evidente que el éxito en la mitigación del cambio climático pasa por la transformación de nuestras urbes y esa transformación pasa por una renaturalización de las mismas. Menos cemento y más infraestructura verde. Las soluciones basadas en la naturaleza se refieren a un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de esta para nuestros desafíos más urgentes. Se apoyan en los ecosistemas, y en los servicios que estos proveen naturalmente, para resolver cuestiones como el cambio climático, la seguridad alimentaria o riesgos derivados del clima.

 

Es evidente que el éxito en la mitigación del cambio climático pasa por la transformación de nuestras urbes y esa transformación pasa por una renaturalización de las mismas

 

Durante demasiados años hemos diseñado nuestras ciudades arrasando con los ecosistemas locales sobre los que se ubican, enterrando ríos, destrozando la permeabilidad de sus suelos, estableciendo barreras artificiales a los corredores naturales y olvidándonos de todos los beneficios que para nuestra salud y nuestra calidad de vida tiene la inclusión de la infraestructura verde en nuestro entorno. Afortunadamente, esta tendencia está cambiando y

cada vez es más frecuente ver como se incorporan criterios de infraestructura verde a los planeamientos urbanos y como se introducen soluciones basadas en la naturaleza en nuestras ciudades. Vitoria-Gasteiz, la capital de Euskadi y la única European Green Capital española, ha sido una de las pioneras en incorporar este tipo de soluciones. Lo fue y sigue siendo, sin duda alguna, su icónico Anillo Verde. Este cinturón natural que rodea la ciudad ha servido, entre otras cosas, por ejemplo, para evitar inundaciones en las zonas industriales del Norte del municipio, funciona como un excelente sumidero de CO2 y su desarrollo ha permitido recuperar varios ecosistemas, además de promover espacios para una alimentación saludable o para la educación y sensibilización medioambiental. Sin embargo, no sólo se trata de incorporar este tipo de infraestructura verde en el exterior de nuestras urbes. También es

importante que llegue a su entramado urbano, como lo ha hecho en la reforma realizada en el último tramo de la avenida Gasteiz de la capital alavesa, una transformación total de un espacio ciudadano que ha permitido sacar a la superficie un río que estaba embocinado o transformar energéticamente su palacio de congresos dotándole de una fachada vegetal, además de multiplicar el espacio dedicado al peatón y los modos de movilidad sostenible.

 

Vivir cerca de una infraestructura verde protege nuestro corazón y mitiga el riesgo de padecer otras enfermedades como el cáncer, además de favorecer nuestro bienestar mental

 

Tenemos que apostar sin dilación por este tipo de soluciones basadas en la naturaleza para nuestras ciudades y tenemos que aprender a valorarlas y a vivir con ellas. Nuestros jardines no tienen porque estar perfectamente segados, menos siegas aumenta su biodiversidad, al igual que los alcorques de nuestros árboles. Tenemos que huir de soluciones “duras” para aparcamientos o calles, que reducen la permeabilidad natural de nuestros suelos y aumentan los riesgos de inundaciones y tenemos que seguir potenciando la plantación de árboles en nuestras calles. Varios estudios internacionales confirman que los árboles pueden bajar entre 2 y 8 grados la temperatura ambiente y, además, son unos filtros perfectos para absorber la contaminación urbana, un solo ejemplar es capaz de absorber hasta 150 kilos de CO2 al año. Incluso si se colocan de manera adecuada junto a los edificios pueden reducir hasta un 30% sus necesidades de aire acondicionado y ahorrar entre un 20% y un 50% de calefacción.

 

Tenemos que apostar sin dilación por este tipo de soluciones basadas en la naturaleza para nuestras ciudades y tenemos que aprender a valorarlas y a vivir con ellas

 

Vivir cerca de una infraestructura verde protege nuestro corazón y mitiga el riesgo de padecer otras enfermedades como el cáncer, además de favorecer nuestro bienestar mental. El futuro de nuestras ciudades, incluso su presente, pasa por una renaturalización de sus espacios y cada vez son más las instituciones que lo tienen claro, desde la Comisión Europea que en sus fondos Next Generation premia este tipo de proyectos, hasta los gobiernos regionales o

locales, el propio Plan Territorial de Bilbao Metropolitano incorporaba la infraestructura verde como una de las claves fundamentales de su desarrollo. Por otra parte, el plan estrella de los presupuestos 2022 de Vitoria-Gasteiz es la transformación en un corredor verde del principal eje Este de la ciudad, la calle Los Herrán y su entorno. Comparto totalmente la opinión del biólogo Manuel Quirós, “el desarrollo sostenible llegará cuando las ciudades funcionen como bosques”. No nos queda otra, aprendamos de la naturaleza y viviremos mejor.