La opereta es una hijuela bastarda de la ópera. Todo lo que de dramático, elegante, reflexivo o complejo puede tener la segunda desaparece en la primera para llenar el espacio de banalidad y vulgaridad procurando dejar bien lejos cualquier requerimiento del pensamiento. La opereta invita al deleite superficial buscando a cada instante una ocurrencia y es alérgica a provocar cualquier necesidad de pensar. Cuando la burguesía aburrida asistía en Viena, París o Madrid a estos espectáculos quería que le divirtieran, que desviaran su ánimo hacia un estado de sedación intelectual en el que todo esfuerzo consistiera en reír. 

Debería haber también un término similar a opereta para la política, algo así como la politiqueta. Al igual que en la música, en la política es bueno que exista ese subgénero, porque canaliza mucha porquería que por algún lugar tiene que salir y más vale que lo haga en forma de malos pentagramas o de ridículos planteamientos y no de otras maneras que suelen hacer más daño a los demás. Pero también es cierto que en ambos géneros, el musical y el político, esos subgéneros son bastante insufribles, así que quizá lo mejor es no hacerles mucho caso.

 

Debería haber también un término similar a opereta para la política, algo así como la politiqueta

 

Pero ya que estamos de salida de puente y con la pila a full, creo que nos podemos permitir algunas dosis que nos ha dejado la actualidad vasca, siempre pródiga al respecto. La cosa comienza, como siempre, con un alarde de ingenio político que nos sorprende a todos, nos deja boquiabiertos, pétreos durante una horas para, finalmente, no tener más remedio que aplaudir con las orejas. O eso es lo que creen en el enjambre que rodeó a ETA durante décadas y que ahora, sin abeja reina, anda un poco despendolado cuando anuncian —¡en marzo de 2021!— que quizá no es muy decoroso que después de haberse cargado a casi novecientas personas y haber provocado miles de víctimas les hagan homenajes a sus presos al salir de prisión. No es difícil imaginar en esta politiqueta la carucha compungida de esta gente, regalando a la sociedad vasca uno más de sus gestos artesanales por la paz.

Los demás nos quedamos realmente helados ante este anuncio, pero no por lo que el enjambre cree, sino porque nos sentimos como los japoneses cuando se enteraron de que el emperador ya no era dios. Mirarían arqueando las cejas diciendo que ya lo sabían, que el único que no se había enterado era el propio emperador, sobre todo después de que su supuesta comunicación divina hubiera fallado tan estrepitosamente. Aquí lo mismo, Sortu, Bildu y demás partes del enjambre son los últimos en enterarse de que no tenían ninguna legitimidad ni derecho para disponer de las vidas y bienes de los demás, ni para justificarlo o mirar hacia otro lado, y de que, por tanto,  es una vileza sacar a las huestes a jalear a los victimarios. 

Toda buena opereta, sin embargo, te tiene que ofrecer uno y otro giro hasta el final que, en realidad, no sabes bien cuándo llega, ni si llega. La politiqueta vasca no iba a ser menos y hete aquí que una parte del enjambre, zánganos de tercera fila, engolan la voz y proclaman “tracción, tracción”. Otegi y sus cuates les miran atónitos desacostumbrados a que les lleven la contraria y, por qué no decirlo, sintiéndose mayores e institucionales. Los que tal proclaman tienen todos los ingredientes del vasco rebelde, ekintzero y patriota (excepto si nieva, entonces hay esquí): son jóvenes, están dispuestos a lo que sea y tienen una necesidad inevitable de matar a algún padre (de momento en plan freudiano solamente). 

 

 

 Sortu, Bildu y demás partes del enjambre son los últimos en enterarse de que no tenían ninguna legitimidad ni derecho para disponer de las vidas y bienes de los demás, ni para justificarlo o mirar hacia otro lado

 

¿Parece poca opereta hasta aquí? Pues agárrense al asiento que se van a desternillar. Uno de esos grupos (los hay a patadas) de zánganos que se rasgan todas las vestiduras que no superen los cien euros, lanza a sus militantes encarcelados (el plural es cosa mía, creo que es uno) contra el Estado español fascista y burgués. El “preso comunista” (sic!) Daniel Pastor inicia una dramática huelga de hambre el día 1 de diciembre. Como buen militante está dispuesto a llegar hasta el final. ¿Bobby Sands?, un mindungui. El numeroso grupo disidente que atormenta a Arnaldo y compañía inicia una campaña de apoyo dándolo todo. La situación es muy delicada.

Pero Daniel decide poner fin a su huelga de hambre el día 2 de diciembre. Ni la digestión de las galletas que se apretó por si acaso. ¿Que si les da cosa este ridículo? Al contrario, el medio revolucionario La Haine (sí, como lo oyen) orgullosamente trae en portada las dos noticias, las del inicio y la del final de la huelga de hambre porque materialmente no ha habido tiempo de hacer dos portadas. 

Y ahora sí: chimpún, chimpún y esta opereta de la politiqueta vasca se termina hasta la siguiente entrega.