Estamos ya a punto de cerrar un nuevo año y antes de comenzar 2022 creo que es un buen momento para hacer un repaso a lo que nos ha dado de sí 2021, un año que ha continuado marcado por la pandemia, pero que en lo que respecta a esa asignatura pendiente que tenemos todos de la transición ecológica puede calificarse como “el principio del fin”. Ni una crisis sanitaria mundial, tan importante como la provocada por la covid-19, ha conseguido desplazar del foco comunicativo del mayor reto al que se enfrenta la Humanidad en muchos
siglos: detener el calentamiento global dando un giro de 180 grados a nuestra economía.
A lo largo de estos 12 últimos meses, a través de este espacio hemos analizado algunos acontecimientos y claves sobre el desarrollo sostenible y su influencia en la economía general, y vasca en particular, y todo lo visto apunta en esa dirección: la economía baja en carbono ha venido para quedarse y todos los sectores, y la sociedad en general, tenemos que adaptarnos si queremos seguir siendo competitivos. Es un cambio de paradigma al que cada vez se suman más empresas, entidades e instituciones porque el precio de no ser sostenible ya no es sostenible para ninguna organización.
Ni una crisis sanitaria mundial, tan importante como la provocada por la covid-19, ha conseguido desplazar del foco comunicativo del mayor reto al que se enfrenta la Humanidad en muchos siglos: detener el calentamiento global
2021 ha sido el principio del fin de una economía lineal que durante el último siglo ha esquilmado una buena parte de los recursos naturales del planeta y ha provocado el calentamiento global. En nuestro país se ha plasmado a través de dos leyes importantísimas que van a marcar el campo de juego de esta nueva manera de producir: la Ley de Cambio Climático y la Ley de Residuos. Las dos emanan directamente de las directrices de Bruselas, que cada vez son más claras y más rotundas en este sentido: una cifra para mostrarlo, 55% de reducción de las emisiones de gases efecto invernadero en 2030, “Fit for 55”, el programa de la UE que va a impulsar toda esta política y que influye directamente en el día a día de miles de empresas europeas y, por supuesto, de las vascas. Los productos y servicios que no respondan a estas expectativas tienen los días contados y los responsables empresariales dedican una buena parte de sus esfuerzos a hacer ese giro de timón. Lo hacen las grandes compañías y también las pequeñas, en 2021 hemos visto ejemplos clarísimos en el sector de la automoción, uno de los más importantes en Euskadi, con un impulso sin precedentes del vehículo eléctrico, y también en la energéticas, con el desarrollo de las energías renovables, no sin encontrase escollos en el camino a la hora de definir sus emplazamientos en una comunidad tan pequeña como la nuestra. Hasta el sector aeronáutico, uno de los más contaminantes en el sector del transporte, se ha sumado a este cambio y hace unos días conocíamos la participación de una de nuestras empresas punteras, ITP Aero, en el programa europeo para la descarbonización de la economía, Clean Aviation, que pretende neutralizar sus emisiones de gases efecto invernadero para 2050.
2021 ha sido el principio del fin de una economía lineal que durante el último siglo ha esquilmado una buena parte de los recursos naturales del planeta y ha provocado el calentamiento global
Estamos también en el principio del fin de las ciudades diseñadas para el automóvil, donde la mayor parte de su superficie está reservada para los coches en vez de para las personas. El coto a los medios de desplazamientos menos sostenibles se va cerrando y las calles van recuperando camino para el peatón. También es el principio del fin de los crecimientos desmedidos y de la ocupación de suelo rústico, el verbo rehabilitar gana un terreno muy necesario en nuestras ciudades como lo hace también otro verbo, renaturalizar, construir infraestructuras verdes urbanas que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida y afrontar las consecuencias derivadas de un cambio climático que hace cada vez más importante convivir rodeados de naturaleza.
Y es el principio del fin de un consumo expansivo que genera millones de toneladas de residuos que ahogan nuestro planeta. Reducir, recuperar y reutilizar son verbos que estamos ya conjugando pero que vamos a conjugar con mucha más fuerza en un futuro próximo, como lo hacen ya algunas iniciativas empresariales punteras en nuestra comunidad de las que ya hemos hablado en este espacio.
Estamos también en el principio del fin de las ciudades diseñadas para el automóvil, donde la mayor parte de su superficie está reservada para los coches en vez de para las personas
A las personas y a las empresas la incertidumbre nos produce desasosiego, miedo y no cabe duda de que el cambio siempre tiene un componente de incertidumbre. Sin embargo, el cambio es también una oportunidad de mejorar, de avanzar, de impulsar nuestra competitividad. Así lo están viendo ya cientos de empresas vascas, grandes y pequeñas, que están afrontando su particular transición ecológica, incluso mucho antes de que algunas instituciones lo hagan. No queda otro camino y esto no sólo lo digo yo, lo decía a principios de 2021 Larry Fink, el CEO de Black Rock, la principal gestora de fondos de inversión de todo el mundo. Euskadi tiene los mimbres para convertirse en un territorio puntero de una economía baja en carbono, pongamos el marco regulatorio y creemos el ambiente propicio para que esto sea una realidad. Pasemos el “tamiz verde” a todas las estrategias y proyectos que tenemos en marcha y hagamos que el fin de la economía lineal sea una realidad en esta década decisiva para frenar el cambio global. Ojalá que en 2022 sigamos construyendo entre todos y todas este “principio del fin”.