El pasado 2021 ha sido el año de dos Díaz: Isabel Díaz Ayuso y Yolanda Díaz. Y todo indica que este nuevo 2022 va a seguir siendo el año de ambas. Isabel Díaz Ayuso por su indudable éxito electoral, que, aunque algunos lo quieren devaluar identificándolo con el 'terraceo', responde a mucho más que a eso. Por un lado, a su valentía en la forma de afrontar la lucha contra la pandemia. Para ella hubiera sido mucho más cómodo adaptarse a la tendencia política y no haber arriesgado, pero lo hizo, y con acierto. Esas cosas solo se pueden hacer desde la solvencia política. Pero, en segundo lugar, Ayuso puede ofrecer resultados no sólo en esta materia tan central de estos dos últimos años, sino también en otros datos como los de generación de empleo o en la superación a todas las comunidades autónomas en Producto Interior Bruto y renta per cápita.
La otra Díaz, Yolanda, ha sido un descubrimiento que se ha lanzado desde el mismo momento de la desaparición de su mentor, Pablo Iglesias, de la carrera política. La izquierda creada por Iglesias se encontró brevemente huérfana. Fueron las semanas, casi días, en las que el fundador de Podemos abandonó sus responsabilidades y pareció, fugazmente, que el PSOE volvería a recuperar la capacidad de aglutinar a la izquierda. Pero la personalidad de Yolanda Díaz ha reavivado las posibilidades de concitar a un elevado número de votantes en torno a un nuevo proyecto político y electoral.
Yolanda Díaz tiene todo lo que le faltaba a Pablo Iglesias y este tenía todo lo que le falta a Yolanda Díaz
Yolanda tiene todo lo que le faltaba a Pablo Iglesias, del mismo modo que Pablo Iglesias tenía todo lo que le falta a Yolanda Díaz. Son dos liderazgos completamente distintos, pero ambos se muestran con capacidad para despertar ilusión en una importante parte de la sociedad que busca una alternativa a la izquierda del PSOE.
Si Pablo Iglesias se destacaba por la contundencia de sus discursos, Yolanda Díaz se caracteriza por la levedad de los mismos, por su transversalidad políticamente inocua. Si Iglesias era un martillo para socialistas melifluos y todo lo que se moviera a su derecha, Yolanda es una pluma que a nadie incomoda y que a nadie irrita.
Si Iglesias era un martillo para socialistas melifluos, Yolanda es una pluma que a nadie incomoda
Pareciera que agotada la estrategia rompedora de Iglesias, devaluada por sus sucesivas imposturas, la izquierda necesitaba una renovación encarnada en una imagen amable que está en las cosas del comer y que, además, es capaz de llegar a acuerdos, aunque sean contradictorios con el discurso que se venía sosteniendo desde la izquierda.
Su promesa de derogar la reforma laboral ha quedado devaluada, pero, a cambio, ha logrado sumar apoyos y eso centra su figura política, que es, indudablemente, lo que está buscando. Centralidad, tanto en este acuerdo con los agentes sociales como en su imagen pública, pasando por la visita al Papa Francisco.
La promesa de Díaz de derogar la reforma laboral ha quedado devaluada, pero ha logrado centralidad y sumar apoyos
El declive podemita se ha detenido y recobra fuerza la posibilidad de constituir una nueva plataforma que aglutine a los personajes mejor valorados de todo el proyecto marxista. En ese grupo no están dos figuras destacadas en todo el proceso: Irene Montero y Ione Belarra. Parece que el estilo bronco de Iglesias, que ellas supieron emular, queda fuera del nuevo proyecto.
Yolanda Díaz está resultando más eficaz que Iglesias en la gestión de Gobierno y, a su vez, es más sutil a la hora de diseccionar a sus compañeros de organización política, el bisturí le está dando buenos resultados.
El proyecto socialista, pese a sus sucesivos fracasos, siempre tiene una enorme capacidad de ilusionar a sus bases. En esta ocasión, parece que quien tiene la oportunidad de liderar a la izquierda marxista es alguien con guante de seda. No sabemos cuál será el resultado electoral de esa estrategia, pero lo que tenemos ganado de antemano es menos crispación en el clima político, que ya es algo que tiene valor por sí mismo.