Habrán oído ustedes hablar de la táctica del avestruz, esa habilidad del ave australiana para esconder su cabeza y esperar a que el peligro amaine. Un comportamiento que compartimos también lo seres humanos con algunos problemas, hasta que nos estallan en plena cara. Esto es lo que lleva pasando desde hace demasiados años con la gestión de los residuos que generamos, tanto los urbanos como los industriales. Para una parte de las personas y las empresas la preocupación por los desechos que producen no va más allá de depositarlos en los espacios destinados para su gestión y pagar la correspondiente tasa. Poco importa lo que pasa con esa ingente cantidad de basura que generamos, desaparece de nuestras casas y empresas, como las aguas residuales, y no somos capaces de ver la enorme parte del iceberg que hay detrás de no tratar de forma sostenible los residuos. Euskadi es un claro ejemplo, hemos tenido que vivir una tragedia humana y medioambiental del calibre del colapso del vertedero de Zaldibar para darnos cuenta del importantísimo reto al que tenemos que hacer frente de una manera decidida en esta década.
Para una parte de las personas y las empresas la preocupación por los desechos que producen no va más allá de depositarlos en los espacios destinados para su gestión y pagar la correspondiente tasa
La semana pasada se debatía en el Parlamento vasco el Plan de Prevención y Gestión de Residuos de Euskadi 2030, recientemente aprobado por el Gobierno vasco, y sus cifras no dejan lugar a dudas. En nuestra comunidad no hay más espacio para acoger residuos que no se hayan tratado adecuadamente. En los últimos años se han cerrado más de 15 vertederos y en los próximos se seguirán cerrando más mientras las previsiones del ejecutivo autónomo son que en 2030 habrá un excedente de 5 millones de residuos industriales. El Plan, que parece que va a conseguir un imposible poniendo de acuerdo en este materia a PNV y Bildu además de a otros partidos, tiene unos objetivos muy ambiciosos, conseguir que la recogida selectiva alcance el 85% y reducir la generación de residuos a un 15%, además de desarrollar una docena de plantas de valorización específica de determinados productos. Sin embargo, lo que me parece más interesante es que por fin se aborde la posibilidad de implantar en Euskadi una fiscalidad y una política de tasas ambientales más intensiva, incluyendo nuevos impuestos para el vertido y la incineración. “No puede ser más barato verter que reciclar”, esta frase de la Consejera Tapia resume perfectamente lo que debe ser una máxima en estos años para cambiar una tendencia que esta haciendo mucho daño a nuestro planeta. Un reciente artículo publicado en el diario británico The Guardian señalaba que el mundo se gasta 1,8 billones de dólares al año en subsidios que dañan el medio ambiente, “financiando su propia extinción”. Es hora de decir basta y de conseguir que se produzca un debate sereno, realista, valiente y que abandone la demagogia entre los partidos para poner coto a la generación de residuos sin control. Impulsar la economía circular pasa inevitablemente por crear nuevos impuestos al vertido y por incentivar y premiar la recogida selectiva y la reutilización. Es el tiempo de una fiscalidad verde justa y no lo digo sólo yo, en una reciente encuesta, impulsada por la Fundación Conama, a técnicos de 220 municipios de toda España, incluidos los principales del País Vasco, el 87% creen adecuado aplicar un sistema de pago por generación de residuos para, entre otras cosas, mejorar la calidad de la recogida selectiva.
“No puede ser más barato verter que reciclar”, esta frase de la Consejera Tapia resume perfectamente lo que debe ser una máxima en estos años para cambiar una tendencia que esta haciendo mucho daño a nuestro planeta
Vitoria-Gasteiz comenzará a hacerlo con toda probabilidad en otoño de este año cuando se implanten los contenedores con chip a los que la ciudadanía acudirá con su propia tarjeta para depositar allí sus residuos. Una medida más que se sumará para intentar evitar el cierre anticipado de su vertedero, el de Gardelegi, el más grande de Euskadi, que de seguir al ritmo actual de vertido se podría clausurar en sólo 8 años, lastrado, entre otros aspectos, por la mayor entrada de residuos industriales tras el accidente de Zaldibar. En Euskadi, la situación de partida no es la misma en los 3 territorios. Por ahora, el que mejor ha hecho los deberes ha sido Gipuzkoa que recicla ya el 46% de su materia orgánica y el 58% de los envases que produce. Muy alejados están Álava (14% y 31%) y Bizkaia (8% y 27%). Todos tienen que ponerse las pilas para alcanzar los mínimos exigidos por Europa.
Si la fiscalidad es importante para cambiar la actual tendencia en la generación de residuos, no menos importante es la comunicación efectiva para conseguir una sensibilización ciudadana que promueva un cambio de hábitos real. Una comunicación sencilla pero innovadora y continuada en el tiempo. No hacemos nada con una campaña de comunicación aislada. Hay que comunicar todo el tiempo y hay que hacerlo de una manera segmentada para llegar a los diferentes públicos objetivo. Para hacerlo, es fundamental compartir la información real con la ciudadanía y esto es difícil cuando un 50% de los ayuntamientos españoles consultados dice carecer de una buena información sobre el tipo de residuos que genera.
Si la fiscalidad es importante para cambiar la actual tendencia en la generación de residuos, no menos importante es la comunicación efectiva para conseguir una sensibilización ciudadana que promueva un cambio de hábitos real
Euskadi lleva varios años estancada en la gestión de sus residuos, especialmente en los ratios de recogida selectiva y reutilización, con incrementos insuficientes y muy alejados de las regiones punteras de Europa, y eso que es de las mejores en España. Tenemos la oportunidad de abordar este tema con seriedad y la enorme suerte de contar con empresas del sector que aportan soluciones efectivas y disruptivas. Reducir nuestros residuos puede ayudarnos también a impulsar un nuevo sector en nuestra economía y a generar miles de empleos. No nos quedemos a medidas, las instituciones deben ofertar nuevas fuentes de financiación para impulsar un cambio de tendencia y ciudadanos y empresas cambiar nuestro chip, no vaya a ser que choquemos con el iceberg y nos hundamos como el Titanic.