No hay nada mejor que la realidad para arrancar de cuajo los carteles del buenismo político que nos asola desde ya hace demasiados años en todo el mundo y en Euskadi en particular. Somos una tierra muy dada a creernos los mejores en todo. En sanidad, en educación, en integración… y cuando los datos se ofrecen de forma fría, sin el calor que da estar debajo de una bandera, resulta que entonces nos ponemos tan rojos que tenemos que mirar rápido a otro lado y cambiar de tema para no reconocer que como sociedad nos parecemos demasiado, oh sorpresa, a otras sociedades cercanas.

Cuando los datos se ofrecen de forma fría, sin el calor que da estar debajo de una bandera, resulta que entonces nos ponemos tan rojos que tenemos que mirar rápido a otro lado y cambiar de tema para no reconocer que como sociedad nos parecemos demasiado, oh sorpresa, a otras sociedades cercanas

En estos tiempos de acogida de refugiados de Ucrania en la que los 'políticos carteleros' quieren ir por delante incluso de las instituciones competentes, se ha conocido un dato de esos fríos que nos pone delante del espejo. Tres centros de Vitoria de Educación Secundaria están a la cabeza de segregación de inmigrantes con tasas superiores a un 80% del alumnado. Nuestro Gobierno vasco pone en sus centros a todos los inmigrantes juntos. Esto es lo que siempre hemos llamado guetización.

Hay más tela que cortar que demuestra cómo somos y que se ve tan diferente a cómo creemos o nos hacen creer que actuamos. Un informe de Steilas revela no solo datos como los porcentajes altos de inmigrantes acumulados en un colegio; también la cifra del 40% de los alumnos migrantes que perciben que las familias vitorianas no quieren que sus hijos se mezclen con ellos o la sarta de insultos racistas que han escuchado en las aulas.

Si fracasamos en la integración de quienes vienen a ganarse la vida fracasamos como sociedad

Si fracasamos en la integración de quienes vienen a ganarse la vida fracasamos como sociedad. En una tierra como el País Vasco, con el problema demográfico que padecemos y la ausencia de todo tipo de mano de obra, deberíamos poner al alumno y su integración en el eje de nuestras políticas. Creernos el cartel de ‘Refugees welcome’ e intentar ser como nos dicen que somos.