Decía la escritora británica Virginia Woolf que no hay barrera ni cerrojo que pueda ponerse a la libertad de la mente. Otra cosa es la libertad de plasmar ese pensamiento, añado yo.
Acabamos de celebrar el Día de la Libertad de Prensa y lo hemos hecho en un momento en el que esa libertad de expresión y de opinión está más cercenada que nunca. La Declaración Universal de Derechos Humanos recoge ese derecho a la libertad de expresión en el que se incluye el de no ser molestado a causa de las opiniones emitidas, y el de investigar y recibir informaciones y difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Acabamos de celebrar el Día de la Libertad de Prensa y lo hemos hecho en un momento en el que esa libertad de expresión y de opinión está más cercenada que nunca
El periodismo y los medios de comunicación se enfrentan hoy a una tormenta de desinformación. El control político de algunos medios, su dependencia ideológica y económica de partidos políticos y el servir de altavoz a formaciones concretas más que a líneas editoriales fijadas merman una libertad de expresión que sufre los ataques directos de quienes buscan una sociedad silenciosa y sumisa.
Estos dos últimos años, los pandémicos, han sido un caldo de cultivo perfecto para que quienes desean aumentar el control sobre la ciudadanía se encuentren a sus anchas. El aumento de las filtraciones de noticias falsas, el periodismo ciudadano detrás del que se esconden muchos populistas y la manipulación y oscurantismo de algunas informaciones también han restado a la libertad de prensa.
Estos dos últimos años, los pandémicos, han sido un caldo de cultivo perfecto para que quienes desean aumentar el control sobre la ciudadanía se encuentren a sus anchas
La llegada al poder de formaciones políticas de extrema derecha también tiene su efecto sobre la prensa. Vox ha entrado en el gobierno de Castilla y León mientras niega la entrada a determinados medios a sus convocatorias de prensa, no atiende sus preguntas y niega la condición de periodistas a sus trabajadores/as. Les tilda abiertamente de “manipuladores” y no de informantes. Y eso cuando el propio Tribunal Supremo ha confirmado que ninguna formación puede vetar a periodistas en sus actos. En su sentencia establece que solo a través del libre acceso a éstos, los medios informativos pueden cumplir con la exigencia de proporcionalidad y neutralidad informativa. Su exclusión constituye un evidente menoscabo de las garantías de transparencia y objetividad.
Tampoco podemos olvidarnos de la precariedad laboral y económica que padecen tanto los medios como los/as propias periodistas. Desde Reporteros Sin Fronteras hicieron un análisis sobre cómo afecta la precariedad que sufren los y las periodistas en la forma de afrontar las informaciones. Dudaron sobre si este era un asunto que les competía o no porque a priori no se encontraba lazo entre las pésimas condiciones de trabajo y la libertad de expresión. Sin embargo, a poco que rascaron se encontraron con profesionales que se autocensuran en un intento de no molestar o enfadar al poder. Conclusión, hacemos un periodismo jabonoso, cómodo para quienes tienen mando en plaza y nos olvidamos de cumplir con nuestra función: destapar aquello que otros quieren esconder, ponerlo negro sobre blanco y mostrarlo a una sociedad que debe tener la mayor información posible para poder ejercer ese pensamiento crítico tan necesario si queremos ser libres.
Conclusión, hacemos un periodismo jabonoso, cómodo para quienes tienen mando en plaza y nos olvidamos de cumplir con nuestra función: destapar aquello que otros quieren esconder
El periodismo está amenazado. Más en este mundo digitalizado en el que cualquiera puede lanzar campañas de descrédito hacia nuestro oficio a través de unas redes sociales que se convierten a veces en espacios de puro linchamiento. Ojalá no lleguemos a la situación que viven los y las periodistas de la radiotelevisión pública holandesa, sexto país clasificado en liderazgo en libertad de expresión. Estos profesionales acuden a las manifestaciones con guardaespaldas y furgonetas y micrófonos sin logos identificativos.
Corren malos tiempos para el periodismo y para la libertad de expresión. El descrédito, las fake news, las amenazas en redes, el periodismo “ciudadano”, las ruedas de prensa sin preguntas, el boicot a medios…. Un drama para la democracia y la libertad.
Ya que arrancaba este artículo con una frase célebre, lo cierro de la misma manera. El primer presidente de EEUU, George Washington, aseguraba que si nos quitan la libertad de expresión nos quedamos mudos y silenciosos y nos pueden guiar como ovejas al matadero. Un visionario éste Washington.