Llegó y pasó el 1 de mayo. Y como siempre, dejó su estela en forma de secuelas que van a colear durante un tiempo. La celebración del día de los trabajadores suele ser el punto de partida de las premisas sindicales y sus consecuencias. Y así está siendo. Por encima de cualquier otra reivindicación, la que más destacó y sigue destacando, es la de incrementar los salarios, con el fin de recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores, y no siendo así, el consabido anuncio de huelgas y movilizaciones.
Ya estamos en ese momento, en el de negociaciones entre sindicatos y patronal en el que todos exhiben posturas maximalistas, que ellos mismos saben que irán rebajando poco a poco, mientras en el proceso, fundamentalmente mediático, dejan constancia a los suyos, de que por encima de todo, están defendiendo sus intereses. Lo que viene siendo un paripé, bastante conocido y por cierto, bastante tedioso.
Tan aburrido es que está dejando de tener el impacto deseado. Las reiteradas peticiones sindicales, y la negativa a aceptarlas por parte del colectivo empresarial son tan previsibles, que ya pasan desapercibidas, porque no sorprenden.
Nos guste, o no nos guste, la economía, nuestra economía no atraviesa por el mejor de los momentos. Y ante esta tesitura, lo de centrar sistemáticamente el debate, como están haciendo los sindicatos en el incremento salarial, puede calificarse cuando menos, de corto de miras
Y en medio de todo este aparente teatro, cabe preguntarse si estamos afinando, y si la coyuntura económica actual puede permitirse estas historias. Nos guste, o no nos guste, la economía, nuestra economía no atraviesa por el mejor de los momentos. De hecho, posiblemente estemos ante una de las situaciones económicas más inciertas que hemos conocido, entre otras cosas, porque las recetas que proactivamente podemos aplicar son escasas, con muy poco recorrido y menos impacto.
Y ante esta tesitura, lo de centrar sistemáticamente el debate, como están haciendo los sindicatos en el incremento salarial, puede calificarse cuando menos, de corto de miras. Sí, es cierto, que todos, absolutamente todos, estamos perdiendo poder adquisitivo. Si es cierto, que no es de recibo que haya trabajadores a los que el salario no les alcance para llegar a final de mes. Y sí, es cierto que en la medida de lo posible hay que implementar actuaciones y políticas encaminadas a eliminar la precariedad y los salarios indignos allí donde existen. Pero también es cierto que pedir en este momento que los salarios apliquen incrementos ligados al IPC, con la que está cayendo en materia de inflación, es tan inoportuno como falto de realismo.
Y no es menos cierto, que en épocas inciertas, en épocas de cambio, no vale con esgrimir fórmulas caducas que no permiten avanzar, sino que hay que hacer planteamientos más arriesgados e innovadores que nos permitan a todos, empresas, trabajadores y administración salir adelante de forma conjunta con ideas renovadas, que superen el consabido incremento salarial y el ajuste de la jornada laboral.
No hay recetas mágicas pero si hay iniciativas encaminadas a lo más importante que es: compartir los proyectos, hacerlos propios y defenderlos contra viento y marea. Sin proyectos, sin empresas, no hay nada que reivindicar, ni nada a lo que oponerse
No hay recetas mágicas pero si hay iniciativas encaminadas a lo más importante que es: compartir los proyectos, hacerlos propios y defenderlos contra viento y marea. O lo que es lo mismo, remar todos en la misma dirección, alejarse del permanente y manido enfrentamiento y arriesgar. Sólo arriesgando e integrando a todos en las iniciativas pueden salir soluciones que deben adaptarse a cada momento y a cada empresa.
Porque lo más importante sigue siendo que haya proyectos. Que se mantengan los que ya existen y se genere un buen caldo de cultivo para nuevas ideas. Y eso requiere el esfuerzo y el compromiso de todas las partes. Sin proyectos, sin empresas, no hay nada que reivindicar, ni nada a lo que oponerse. El resto es más de lo mismo. Unas cuantas apariciones mediáticas, unos cuantos titulares, un par de días en las tertulias, ningún avance y nula rentabilidad para todos.
Y es que… a río revuelto a veces no ganan ni los pescadores. De hecho, perdemos todos.