La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo es la gran transformación que han vivido las democracias liberales: del hogar a la oficina sin pedir permiso; del trabajo doméstico y de cuidado, al cambio de vida que ha supuesto conciliar el trabajo en casa con el trabajo fuera de casa.  Este cambio decidido de las mujeres ha transformado social y demográficamente a las sociedades más avanzadas: cambios en la natalidad que configuran otro tipo de familias, cada vez menos numerosas, cada vez más pequeñas; cambios en la composición de las empresas, con distribuciones de poder todavía desiguales, pero cada vez más diversas; cambios en las demandas sociales que le dan forma a una agenda política que incorpora cuestiones vinculadas específicamente al día día de las mujeres. 

Estos avances han generado sociedades más ricas y con más matices, pero también un efecto rechazo en las personas para quiénes “tanto avance” les supone un cuestionamiento a su estilo de vida y su visión del mundo, en el que sienten que el status quo que acostumbraban a habitar se resquebraja, obligándoles a adaptarse a una realidad que no reconocen como propia.

 

Quién más quien menos, aunque no lo reconozca, lleva un “lobbista” dentro, dispuesto a articular en demandas sociales reivindicaciones que siente como propias

 

Este efecto rechazo se enmarca en el desarrollo de una agenda feminista tan diversa como las mujeres que lo componen: del derecho al aborto a la abolición o regulación de la prostitución; de la eliminación de la brecha salarial al impulso de medidas de conciliación que no lastren la carrera profesional de las mujeres; del IVA reducido en los productos de higiene femenina a la promoción de carreras STEAM entre las mujeres para que no se queden fuera de la gran transformación tecnológica y digital que estamos viviendo; de la falta de regulación de las trabajadoras del hogar a su reconocimiento para que puedan cotizar por la prestaciones de desempleo, cosa que no habían podido hacer hasta ahora; de los suelos pegajosos, a las paredes de cemento y al techo de cristal. La falda es larga.

Dónde se ponga el foco y dónde se establezcan las prioridades y la intensidad de una agenda tan amplia, responde a los criterios o intereses de cada una (y cada uno). Quién más quien menos, aunque no lo reconozca, lleva un “lobbista” dentro, dispuesto a articular en demandas sociales reivindicaciones que siente como propias. 

Si hablamos de poder y de transformaciones que se están produciendo aquí y ahora, una no puede dejar de mirar al lugar que ocupan las mujeres en las dos grandes transformaciones que están viviendo las sociedades actuales: la transformación tecnológica y la transformación energética y medioambiental. Según datos que recoge el informe ‘Por qué el pacto verde europeo tiene que ser ecofeminista’, publicado esta semana por el European Enviromental Bourou (EEB), el sector medioambiental dista mucho de ser igualitario o inclusivo en términos de género, lo que refleja la infrarrepresentación general de las mujeres en la toma de decisiones políticas. Por ejemplo, los miembros del Parlamento Europeo que forman parte de las comisiones de medioambiente siguen siendo en su gran mayoría hombres y el 70 % de los ministros de medioambiente de los Estados miembro de la UE en la actualidad son también hombres. Ellos representan el 68 % de la mano de obra en el sector de las energías renovables por lo que existe el riesgo de que promover el empleo verde por medio de la transición, si no se focalizan bien los esfuerzos, continúe ampliando la brecha de género en el mercado laboral.

 

Un camino que, ya sabemos, ha de iniciarse en las primeras etapas de la educación de las niñas con el fin de acabar con la idea de que las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son cosa de hombres

 

En el ámbito tecnológico, la cosa no es muy diferente, sólo un 23% de las personas que trabajan en el sector de las tecnología son mujeres. Así lo refleja el estudio del Observatorio Nacional de Tecnología y  Sociedad (ONTSI) en colaboración con el Instituto de la Mujer. Aunque este porcentaje es superior si lo comparamos con años anteriores, aún queda un largo camino por recorrer. Un camino que, ya sabemos, ha de iniciarse en las primeras etapas de la educación de las niñas con el fin de acabar con la idea de que las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son cosa de hombres. 

Estos días se ha celebrado en Euskadi la Bienal de Máquina Herramienta, un evento que tras cuatro años de paréntesis concentra a las empresas innovadoras que diseñan cómo será el futuro industrial. Un paseo por sus instalaciones nos muestra diseño, tecnología, robots y espacios virtuales desde los que imaginar y diseñar el futuro; ese mismo paseo nos muestra un mundo lleno de hombres. 

 

Si hay un ámbito en el que todavía no se ha dado la gran transformación social que ha supuesto la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ese lugar es la tecnología y la industria

 

Si analizamos con la rigurosidad que nos aportan los datos, quien está protagonizando la transformación tecnológica del s.XXI son principalmente ellos. Si hay un ámbito en el que todavía no se ha dado la gran transformación social que ha supuesto la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ese lugar es la tecnología y la industria. En Euskadi, el porcentaje de mujeres ocupadas en el total de la economía era del 47,8% en 2019, más del doble que el correspondiente al porcentaje de mujeres ocupadas en la industria, donde suponen el 22,8%.

Ante estos datos hay un cambio que ya está en marcha. Por primera vez, en sus 31 años de historia, en el marco de la Bienal, PWN Bilbao ha organizado una serie de sesiones bajo el título ‘Women in Industry’, donde mujeres que trabajan en los sectores tecnológicos e industriales han podido compartir su conocimiento y experiencia, han debatido sobre las barreras que las mujeres tienen que superar, y han dicho alto y claro que si hay una apuesta estratégica desde la dirección de las empresas, el camino de la igualdad en el sector industrial será más corto. Son la avanzadilla que, desde una sala de la Bienal de Maquina Herramienta de 2022, abre la puerta a un cambio cultural y social que muestra la transformación que está por venir.