En el invierno prepandémico de 2019 daba yo un curso en la Universidad de Chicago. Mis estudiantes tenían la fortuna de asistir en el mismo semestre al curso de la filósofa Martha Nussbaum. En una ocasión, una de las estudiantes le dijo que el otro curso que tomaban algunos de ellos (el mío) era una historia de la emancipación en el mundo hispano. Nussbaum aprovechó para recordarles que la historia de la emancipación debe tener presente que es reversible y que, sobre todo las estudiantes, no deberían nunca dar por asegurada su emancipación por el hecho de que se la encontraran al nacer. Como diría Amelia Valcárcel, la historia de España en el siglo XX es buena muestra de que las mujeres pueden volver a ser ahormadas durante décadas.
Que Nussbaum estaba en lo cierto lo acaba de demostrar más crudamente la realidad de su propio país. La reciente resolución del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en efecto, ha pavimentado el camino para que los estados que lo deseen puedan proceder a una reversión en la emancipación de las mujeres. Por aquí, Partido Popular y Vox van por el mismo camino.
Lo que ha hecho el Supremo norteamericano es declarar que no cabe considerar a las mujeres dentro de ese espectro de “personas” titulares a todos los efectos de derechos derivados de su condición de emancipadas
La decisión antes filtrada que publicada declara errónea otra decisión del mismo tribunal de 1973. En ese año, la Corte Suprema interpretó que finalizar un embarazo no deseado entraba de lleno en los derechos que la decimocuarta enmienda otorgó en 1868 “a todas las personas nacidas y naturalizadas en los Estados Unidos”. Esa enmienda se aprobó para llevar a la constitución otra emancipación, la de los negros, una vez derrotadas las posiciones esclavistas en la guerra civil norteamericana. Lo que hizo la Corte en 1973 fue extender esa previsión de emancipación a las mujeres, algo muy propio de una interpretación progresiva de la constitución que amplía el espacio de la emancipación. Entendió, simplemente, que “todas las personas” las incluían también a ellas.
Lo que ha hecho el Supremo norteamericano, siguiendo el dictamen ultra-conservador del juez Samuel A. Alito, es declarar que esa deducción era errónea y que, por lo tanto, no cabe considerar a las mujeres dentro de ese espectro de “personas” titulares a todos los efectos de derechos derivados de su condición de emancipadas. No al menos en el sentido genuino de la idea de emancipación que es propia de la modernidad: considerar a la persona libre e independiente, es decir, autónoma para tomar sus decisiones y capaz para gestionar su cuerpo y su conciencia. Para llegar a esa conclusión, Alito apela a la historia y hace el sorprendente descubrimiento de que el aborto no estaba en el orden del día de aquellos legisladores…. ¡En 1868!
Argumenta esta derecha, como lo hace la de aquí, que la decisión de una mujer de abortar no afecta solamente a ella sino también a otro ser vivo que habita transitoriamente en su interior
En Estados Unidos causó cierta polémica una frase pronunciada por la actriz Felicity Jones encarnando a la abogada, luego jueza del Supremo, Ruth Bader Ginsburg al defender en una corte federal la igualdad de las mujeres .Uno de los jueces usa un argumento idéntico a otro esgrimido por Alito: la palabra mujer ni siquiera aparece en la constitución de los Estados Unidos. Tampoco la palabra libertad, responde ella. De hecho, sí aparece, en la primera enmienda (freedom of speech), pero eso no hace sino reforzar el argumento: la constitución o es un instrumento vivo, capaz de adaptarse a la evolución y alcance de la emancipación o más vale cambiarla. Por eso mismo varió en pocos años con esa primera enmienda de 1791. Los jueces del Supremo en 1973 siguieron esa misma línea de razonamiento, los de 2022 la contraria.
El resultado para las mujeres de buena parte de los estados norteamericanos es, a partir de ahora, la siguiente: ustedes no son dueñas de su cuerpo ni de su conciencia y la legislatura de cada uno de los estados de la Unión ya irá diciéndoles lo que pueden y lo que no pueden hacer con su cuerpo y hasta dónde pueden hacer uso autónomo de su conciencia. Solamente pensando así se puede llegar a concluir, com lo hacen ahora los conservadores norteamericanos y la ultraderecha por todas partes, que las prácticas sexuales no heterosexuales deben ser ocultadas o incluso prohibidas.
Lo que ha hecho el juez Alito, y asumido la Corte Suprema norteamericana, es, ni más ni menos, que imponer su creencia religiosa al conjunto de una sociedad
Argumenta esta derecha, como lo hace la de aquí, que la decisión de una mujer de abortar no afecta solamente a ella sino también a otro ser vivo que habita transitoriamente en su interior. Seres vivos en nuestro interior hay muchos, tanto en hombres como en mujeres, pero lo que defienden los conservadores es que ese conjunto celular que se llama embrión es ya es un ser humano, y ahí ya están metiendo de matute sus creencias religiosas. Su religión afirma su humanidad porque se trata de una obra divina. Sin embargo, la ciencia dice otra cosa bien diferente sobre la concepción y el desarrollo de un ser humano potencialmente independiente. Lo que ha hecho el juez Alito, y asumido la Corte Suprema norteamericana, es, ni más ni menos, que imponer su creencia religiosa al conjunto de una sociedad, algo que la primera enmienda expresamente prohibe al Congreso y que el Supremo debería entender de aplicación a sí mismo.