A quienes hayan leído el artículo de Fernando Savater en The Objective, el título de este les parecerá una fusilada. En realidad, no le he quitado más que unos signos de admiración. Con ellos, Savater daba a entender que esa es la expresión utilizada para afear a Cuca Gamarra, la portavoz del Partido Popular, que sustanciara su réplica al presidente del Gobierno en los vínculos que los partidos de la coalición gubernamental están manteniendo esta legislatura con Bildu y, por derivación, con ETA. Ese artículo se pronuncia claramente en favor de la actuación de la portavoz popular y, sin matices, en contra de quienes afean a dicho partido que traiga de nuevo a ETA al escenario de un debate sobre el Estado de la Nación en 2022.
Quito, por mi parte, los signos de admiración porque creo que reflejan de manera igualmente ilustrativa uno de los pilares discursivos del Partido Popular en su labor de oposición. Dale con ETA, sin signos de admiración, suena como una invitación, una incitación más bien, a utilizar a la extinta organización terrorista y a las víctimas que produjo como ariete con el que arremeter contra el gobierno (siempre, claro está, que no sea el propio PP quien esté al mando del mismo). Uno de los argumentos de Savater es que que la presidenta del Congreso, al advertir a la portavoz popular que los homenajes y minutos de silencio se acuerdan en la mesa del Congreso, debería también haber recordado que, hasta que Gamarra lo pidió, a nadie se le había ocurrido homenajear a Miguel Ángel Blanco, de cuyo asesinato se cumplían 25 años. El hecho, sin embargo, es que era más bien al contrario. Por iniciativa de un presidente del Congreso socialista —José Bono— ese homenaje se acababa de celebrar el 27 de junio. Homenaje a Miguel Ángel Blanco y a todas las víctimas del terrorismo, como debe ser. Puede que Cuca Gamarra no lo recordara porque la dirección de su partido decidió no asistir y Vox se ausentó del hemiciclo justo al comenzar el acto.
Una cosa es que Bildu esté en el parlamento español, otra bien diferente que sea un socio deseable
El PP ausente del homenaje a Miguel Ángel Blanco y todas las víctimas del terrorismo, conviene tenerlo presente, era ya el de Feijoo. Su argumento para dicha actitud fue que estaba allí presente Bildu. Más bien debería haber sido una razón más para asistir y demostrar con su presencia que el triunfo de la democracia, en parte, consiste en integrar en ella a quienes la repudiaron. En esto al menos, no hay realmente cambio apreciable en el principal partido de la oposición entre su anterior dirección y la presente.
Es este justamente otro de los argumentos utilizados por la oposición para darle con ETA al gobierno: una cosa es que Bildu esté en el parlamento español, otra bien diferente que sea un socio deseable. En esto coincido plenamente con Savater y, sobre todo, en que no era esta precisamente la ocasión en que había que salir en la foto con ellos. Pero señala Savater, argumentando en este sentido, un aspecto que quizá debamos tener más en cuenta: si tener a Bildu en el parlamento es un logro ¿por qué no lo sería también tener a un partido franquista, obviamente sin Franco, que lamentara mucho la guerra civil que provocó pero que no la condenara o que lo hiciera con la boca pequeña?
No hace falta dejar volar la imaginación sino simplemente repasar nuestra propia historia porque ese fue uno de los pilares que sostuvieron la Transición. Precisamente por ser una transición, aquel proceso histórico envolvió un paulatino reciclaje de la derecha franquista en una derecha democrática. Es la historia de Alianza Popular, el origen del Partido Popular. No es necesario recordar que el 21 de julio de 1978 Alianza Popular se abstuvo de aprobar el proyecto constitucional y que solamente hubo dos votos en contra: uno el de Francisco Letamendía (de lo que entonces se llamó Euskadiko Eskerra y enseguida Herri Batasuna) y el otro de Federico Silva Muñoz, de Alianza Popular (y no sería el único en otras fases del proceso constituyente). Finalmente, en el referéndum constitucional AP pidió un voto afirmativo. Ese partido, cuatro años después, obtuvo 107 diputados liderado por quien fuera ministro y destacado líder político de la dictadura, Manuel Fraga. La democracia no se hereda, se aprende.
¿Tiene mucho sentido seguir utilizando a ETA como cachiporra? En mi opinión, tanto como al franquismo, es decir, ninguno.
¿Tiene mucho sentido seguir utilizando a ETA como cachiporra? En mi opinión, tanto como al franquismo, es decir, ninguno. Afirmar que la ley de Memoria Democrática la ha escrito ETA, vale tanto como decir que el PP era contrario a sacar la sepultura de Franco de un lugar honorífico porque desean seguir honrando la dictadura (exabrupto también escuchado por la otra banda parlamentaria). Cachiporrazo por cachiporrazo y adios a la conversación política, no digamos ya al debate. Elegantemente, como siempre, Savater termina su artículo con una cita de Edgar Quinet sobre el exilio. Yo lo haré con otra de su colega Jules Michelet: "La historia no es más que el relato de la lucha interminable de la libertad contra la fatalidad". No permitamos que nuestra fatalidad siga siendo ETA.