La Navidad y los días previos a la misma son momentos de especial intensidad en los grupos de whatsapps. El envío de memes y felicitaciones prefabricadas son un goteo constante y bastante cansino en mi opinión, por lo que supone de despersonificación frente a lo que realmente significa acordarte y desearle lo mejor a alguien. ¡Maldición del siglo de los teléfonos inteligentes!  Pero entre tanta banalidad, en el grupo familiar nos llegó la liberación más grande y absoluta del sufrimiento de uno de los nuestros, de una de las nuestras, de la que no habíamos sido conscientes, ni participes debido, especialmente, a la distancia geográfica. La fotografía que acompañaba el mensaje nos hablaba de una mujer, de una cambio de nombre, de dos años de hormonación y de figurar en una lista de espera para la cirugía de reasignación de sexo.

El abrazo virtual de toda la familia fue unánime, el apoyo y el cariño inmediato. Me siento especialmente orgullosa de pertenecer a una familia que no cuestiona, no juzga, no señala, sino que acepta, respeta y arropa a los suyos

No me cabe en la razón quienes no tienen el corazón para aceptar que el amor es amor, que los derechos de la personas trans son derechos humanos

No me cabe en la cabeza que fuera de otra manera, no me cabe en la razón quienes no tienen el corazón para aceptar que el amor es amor, que los derechos de la personas trans son derechos humanos y que la vida es un regalo demasiado importante para no vivirla rebosante de oportunidades, en igualdad de condiciones y en un cuerpo feliz.

Así debiera de ser en todos los casos, pero no siempre lo es. Carla Antonelli, mujer trans y exdiputada socialista, ya que abandonó su escaño precisamente por la dilaciones en la tramitación del la Ley Trans, lo recordaba así: "Vamos a ver qué familias les han dejado de hablar, vamos a ver qué trabajos han dejado de hacer, qué insultos y vejaciones tienen cuando salen a la calle, vamos a ver cuántos silencios hay cuando pasas, vamos a ver cómo te machacan y te dejan inconsciente en una plaza como le ha pasado a amigas mías". Odio visceral que sigue existiendo y en ocasiones,  jaleado desde opciones políticas ultras que provocan que dar el paso sea un acto de heroicidad y valentía. 

El coraje vital de nuestra nueva prima, cual serendipia antémica, se cruzaba con el debate político, ya que mientras nos revelaba quién era, el pleno del Congreso aprobaba el Proyecto de Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans y para la Garantía de los Derechos de las Personas LGTBI. La tan denostada actividad política en esta ocasión, más oportuna que nunca en nuestra vidas, tenía nuevo nombre y los mismos apellidos de siempre.

188 votos a favor, los del Gobierno y sus socios, 150 en contra, los de PP y Vox y 7 abstenciones, la más llamativa la de Carmen Calvo. Esta ley se ha abierto paso no con pocos debates internos dentro del seno socialista, también con los socios de coalición,  algunos movimientos feministas y aún queda la tramitación en el Senado, así como la amenaza de los populares de recurrir al Constitucional.

Podemos permitirnos el debate, pero no las grietas; por ellas el discurso de odio se filtra y lo pudre todo

Lo de Partido Popular y Vox ni cotiza. Sin embargo, la abstención de Calvo evidencia los meses en los que la posibilidad de la aprobación de esta ley antes de fin de año pendía de un hilo. La socialista cedió la cartera de Igualdad a Irene Montero de Unidas Podemos en 2020 y desde ese momento el foco de tensión ha sido permanente. La ex-vicepresidenta y ex-ministra era partidaria de cierta regulación en la autodeterminación de género, la nueva norma no lo contempla. En el movimiento feminista se ha vivido una gran fractura a cuenta de esta ley y, sintiéndolo mucho, los exabruptos y el ruido han impedido el debate sosegado y probablemente pertinente que requieren los debates de gran importancia.

Más que la propia norma, absolutamente justa y necesaria, me temo que las divisiones internas dentro del Gobierno de coalición e intrapartido socialista den como resulta que la imagen de la ley no es tan buena, alejándose del objetivo que se persigue, además de abrir una espita para aquellos que piensan que la personas trans no son merecedoras de los mismos derechos y oportunidades de de vivir una vida digna y plena. Espero equivocarme y que tras la tramitación completa sea un mensaje claro y con una sola voz el que resuene en la sociedad. Podemos permitirnos el debate, pero no las grietas, por ellas el discurso de odio se filtra y lo pudre todo. Quizá últimamente lo tengamos que repetir más de los necesario, pero en democracia las formas también son el fondo.