El comienzo del año es siempre un tiempo de buenos propósitos, de retos, de intenciones, de intentos de mejora. La mayoría de nosotros nos plantearnos cosas a las que aspiramos, y que pretendemos cumplir. La realidad nos demuestra demasiadas veces, que en el día a día, somos incapaces de llevar a cabo unos propósitos que para algunos van saltando de año en año, sin que finalmente se lleven a buen término.

En materia económica y empresarial, a esos buenos propósitos solemos llamarles objetivos, y cuando se plantean, deben tener dos condiciones que no solemos extrapolar a los retos personales: que sean alcanzables y medibles. Si no reúnen ambas condiciones no se consideran objetivos asumibles, y mucho menos factibles, por lo que deben descartarse.

Difícil papeleta tienen las empresas para marcar sus objetivos con el panorama que nos encontramos, que viene siendo el mismo que dejamos en el 2022: incertidumbre.

¿Cómo fijar metas cuando no sabes el contexto en el que vas a tener que moverte? Sin embargo, hay que hacerlo. Las empresas ya están computando que la incertidumbre es la nueva normalidad y que teniendo esto en cuenta, hay que seguir gestionando para poder avanzar, y eso requiere fijar objetivos.

Seguramente a lo largo del año habrá que ir corrigiendo esos retos de acuerdo con las indicaciones que el contexto nos vaya dando, y eso implica, tener un importante margen de maniobra, y mucho musculo empresarial. Los que llevan afrontando crisis desde su creación, prácticamente todas las empresas, ya saben cómo se hace, por eso y a pesar de todo, siguen en pie.

Ayudar a los ciudadanos, fundamentalmente a los más vulnerables, no es discutible. Es de obligado cumplimiento, procurar que los que más necesitan, sean los que más reciben

Mérito desde luego no les falta porque la ayuda que reciben desde fuera para poder llevar a cabo sus buenos propósitos, traducidos en objetivos, no es que sea especialmente significativa.

Por poner un ejemplo cercano que hemos vivido en los últimos días; las medidas anticrisis que presentó Sánchez con el fin prioritario de frenar el golpe que para todos está suponiendo la inflación, ayudas que alcanzan los 10.000 millones de euros y que pasarán de rondón para las empresas.

Hasta donde ha trascendido de todo ese necesario paquete, a las empresas les quedan 500 millones de euros en créditos ICO. Créditos. Préstamos que hay que terminar devolviendo antes o después.

A veces parece que no somos conscientes de la importancia que tiene procurar que las empresas se mantengan vivas. Es de Perogrullo, pero hay que insistir en que cuando una empresa cierra, ya no vuelve a abrir. La perdemos para siempre y con ella los puestos de trabajo, la riqueza que genera y su contribución al bienestar común. 

Ayudar a los ciudadanos, fundamentalmente a los más vulnerables, no es discutible. Es de obligado cumplimiento, procurar que los que más necesitan, sean los que más reciben.

Nuestro tejido empresarial lo hacen las pymes y micropymes, que son las que de verdad crean miles de empleos respondiendo a uno de los objetos de su razón de ser, que no es otro que generar riqueza para la sociedad en general

Sin embargo, si no protegemos y cuidamos el tejido económico, cada vez serán más las personas vulnerables y en riesgo de exclusión social. La idea no parece difícil de entender, pero en la práctica, tiende a olvidarse. Se tira de las empresas para casi todo, como si sus recursos fueran infinitos. Partimos de una imagen errónea de la figura de la empresa, y cuando hablamos de ellas, sistemáticamente pensamos en compañías gigantescas con beneficios infinitos. Pues no, esas son las menos. Nuestro tejido empresarial lo hacen las pymes y micropymes, que son las que de verdad crean miles de empleos respondiendo a uno de los objetos de su razón de ser, que no es otro que generar riqueza para la sociedad en general.

Todas esas empresas sin las que nuestro cacareado estado del bienestar no sería posible son las que necesitan que en los momentos duros se apueste por ellas. Y es una apuesta interesada porque sin empresas no hay empleo, y sin empleo no va a haber ayudas que paren una sangría que aunque lenta se ve.

Habrá que ser innovadores para dejar las viejas recetas y empezar a aplicar nuevas medicinas a problemas que no avisan pero llegan. Y mientras tanto, y a pesar de todo las empresas seguirán intentando cumplir sus objetivos, con estrategia, visión de futuro y apuesta por el riesgo. Está en su ADN también para este año nuevo.