Esta semana la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia daba su visto bueno a la compra de IMQ por parte de la firma catalano-madrileña Adeslas. La pérdida de este estandarte empresarial, casi comparable con lo que el Athletic Club supone para el bizkaitarrismo, se suma al de otras compañías que se han ido alejando en los últimos años. Una mudanza que ha sido especialmente dura en el ámbito asegurador.



Sin ir más lejos, Catalana Occidente, actual propietario de Seguros Bilbao y Previsora Bilbaína, anunció hace un mes su intención de suprimir ambas sociedades para reducir costes. Esta "reorganización societaria", en sus propias palabras, implica un ajuste del 23% de la plantilla por "duplicidades tras fusionar sus filiales". Dicho de otra manera: menos puestos de trabajo en Bilbao.



Este último proceso se veía venir desde que Iñaki Alvarez Juste anunciara que dejaba la dirección de Catalana Occidente, que pasará a estar comandada por un miembro de la familia propietaria, Hugo Serra. Este economis vasco fue nombrado CEO a raíz de la compra de Seguros Bilbao, compañía que él había liderado hasta entonces. Se ve que de manera excelente, porque la familia compradora decidió que el comprado dirigiera todo el grupo.



Catalana Occidente tiene hoy el 5% del mercado español de seguros, solo por detrás de Allianz, Mutua Madrileña, Mapfre y Vidacaixa, estos últimos copropietarios de Adeslas. Supera a AXA, un grupo que nació en Bilbao y que todavía mantiene la sede de alguna filial en esta ciudad. Porque hubo un tiempo en que la capital vizcaína era donde se gestaban Los principales negocios aseguradores.



En general, por el enorme dinamismo empresarial que se vivía en Bilbao a principios del siglo XX. Y en particular porque el mundo del seguro nació para amortiguar los enormes riesgos que suponía fletar barcos, una actividad muy ligada al puerto vizcaíno. Sin olvidar tampoco que Banco de Bilbao y Banco de Vizcaya estuvieron siempre muy ligados a la creación de nuevas empresas.



Seguros Bilbao nació de la mano de tres emprendedores, Ramón Urlézaga, Luis del Barco y José Gallano, y contaba también con una significativa participación del Banco de Vizcaya. Sus últimos presidentes en los años setenta fueron Patrick de la Sota y José María Barrenechea. En 1982 entró en la órbita de la firma holandesa Amev, posteriormente integrada en Fortis y que terminaría haciéndose con el 100% por una cantidad que superó ligeramente los 20 millones de euros.



Símbolo de su relación con la industria vizcaína, todavía hoy mantiene su sede en Neguri en la mansión de los Ybarra Güell, aunque es más que probable que Catalana Occidente la ponga a la venta. Un proceso similar han seguido Castellanos y Cía, comprada por Plus Ultra, hoy Groupama, en 1996 a una familia de rango abolengo vizcaíno e incluso rojiblanco, o Erbrok, la aseguradora de la familia Erhardt que terminó en manos de la norteamericana Liberty y que aún mantiene un equipo importante en Bilbao.



Pero el caso más espectacular fue el de Aurora y La Polar, dos compañías gestadas en la capital vizcaína en 1900 y 1901, respectivamente, y que crecieron por toda España. El Banco de Bilbao terminó siendo el dueño de Aurora en 1929 y de Polar en 1974, de donde nacería Aurora Polar, buque insignia del poder financiero vasco durante muchos años.



Cuando la banca empezó a verse forzada a abandonar sus inversiones industriales al BBVA no le costó mucho encontrar un comprador para su aseguradora: la firma francesa AXA, que entró así en España a lo grande. Por una suerte de carambolas, se acabaría llevando el grueso de su actividad a Barcelona, Madrid y Palma de Mallorca, aunque siempre ha mantenido una pequeña sede en Bilbao, ya muy poco representativa.



¿Qué queda en Euskadi de la otrora flamante industria del seguro? Lagun Aro es probablemente la principal compañía vasca de este sector. En Bilbao queda Surne, una mutua con tantos copropietarios que comprarla sería una misión más compleja que la del IMQ, que ha llevado años y litigios de diverso calibre. En Gipuzkoa estaba también Ipresa, que a finales de 2022 pasó a manos de la catalana Fiatc. El asegurador es, en fin, un ejemplo más de cómo la economía de Euskadi sigue perdiendo fuelle.