Salgo del silencio obligado de los últimos dos meses y medio. Cumplimos ya 73 días de hospitalización de mi media naranja por un bloqueo intestinal que se ha complicado hasta el infinito y ha requerido de cinco operaciones quirúrgicas en menos de dos meses. Seguimos sin plazos de salida del hospital, aunque las perspectivas parecen mejorar.
Esta pesadilla empezó el 28 de noviembre y cambió drásticamente nuestras vidas. Lo que se presentaba como una estancia de poco más de una semana se ha convertido en una interminable hospitalización, largos días y noches de desesperanza y un ejercicio de resiliencia ilimitado. Nuestra experiencia con intervenciones quirúrgicas siempre se había guiado por los parámetros habituales de estancias cortas y perspectivas claras. Esta vez ha sido todo lo contrario. Apenas ha habido días de optimismo: a la alegría de creer ver la solución se han sucedido siempre contratiempos inesperados y complicaciones continuas.
Hemos llorado mucho juntos y por separado. Cuando no ves la luz y cada viaje diario al hospital es una incertidumbre, es fácil derrumbarte
Hemos llorado mucho juntos y por separado. Cuando no ves la luz y cada viaje diario al hospital es una incertidumbre, es fácil derrumbarte. Encontrarte con que de nuevo apenas ha dormido y que los dolores son una tortura continua a lo largo del día te dejan sin fuerzas. La rutina diaria del viaje al hospital, el vacío al volver a tu casa cada noche y esa prolongada sensación de impotencia ante el problema sin visos de solución te minan poco a poco. Han sido tantas las ocasiones en que, tras las operaciones, parecía que todo se iba a encaminar como los sucesivos chascos cuando todo volvía hacia atrás.
Hace ya varias semanas que un amigo me comentó que los médicos llaman a las patologías del intestino como la caja de Pandora. Así es: para nosotros ha sido una continua sucesión de sorpresas negativas. Hemos aguantado con el apoyo y aliento de esa quincena de personas, familiares y amigos, que prácticamente a diario nos preguntaban y nos preguntan cómo va todo. Que ya saben tanto como nosotros de las patologías del intestino. Con las que también hemos llorado en los malos momentos, que han sido muchos. En la desgracia siempre aparece lo positivo y ves realmente quiénes están a tu lado. Muchos en nuestro caso.
Nos faltan palabras y gestos de agradecimiento para todo el personal de la cuarta planta del Hospital de Galdakao. Aparte de su labor profesional, han llegado a actuar como amigos en tantos momentos difíciles que son ya parte de nuestro círculo. Y han evidenciado que merecen tener más recursos humanos y económicos a nivel general y particular.
Mención aparte merece la fortaleza de mi media naranja. Hay que aguantar cinco operaciones en tan breve lapso y mantener casi siempre el ánimo. Cuando le anunciaban cada intervención, pasaba cinco minutos de congoja y acto seguido esbozaba una sonrisa y una frase de ánimo. Todavía me acuerdo cuanto cantó en francés a una cirujana poco antes de una de las intervenciones o la sorpresa de otra médico cuando era ella quien le daba ánimos tras la quinta operación. “Ella está dando todo lo que puede dar”. “Es la mejor paciente que he tenido”. Son algunos comentarios de los médicos en estas interminables semanas. Como decía un añorado amigo, si me tumban me levanto y si me vuelven a tumbar, me vuelvo a levantar. Nos ha costado a veces, pero lo hemos aplicado. Y lo seguiremos haciendo.
Nos faltan palabras y gestos de agradecimiento para todo el personal de la cuarta planta del Hospital de Galdakao: auxiliares, enfermeras, personal de limpieza y médicos. Aparte de su labor profesional, han llegado a actuar como amigos en tantos momentos difíciles que son ya parte de nuestro círculo. Y han evidenciado que merecen tener más recursos humanos y económicos a nivel general y particular.