Estos días, al leer los periódicos, escuchar las emisoras de radio o ver los informativos de televisión uno cae por fuerza en la desesperanza. O en el asco, si es que sus tragaderas son más sensibles. Porque la realidad dantesca del debate público orbita en torno a diputados puteros de la trama del 'Tito Berni' -¿En serio estos personajes existen?-, los detalles de cloaca del caso Kitchen o la esperpéntica moción de censura de Vox con Ramón Tamames como candidato. Es que no hay por dónde cogerlo. Valleinclanesco es poco. Un desastre. Surrealista pero revelador. Sólo una palabra puede explicar el sentimiento que se expande a velocidad de crucero por la sociedad: distancia. La gente normal no puede estar más lejos de estos comportamientos, actitudes y propuestas de la clase política.
Claro que es injusto juzgar a todos por igual. Los justos por pecadores y esas cosas...Sí, es cierto que no todos nuestros representantes incurren en estos desmanes -sólo faltaría- y, justo es decirlo, aquí en Euskadi vivimos una realidad política más aseada, pero también es verdad que estos tres momentos estelares de la política nacional, ya instalados en los anales de la chabacanería, afectan a los tres partidos más votados por los ciudadanos. Uno para cada uno. Elijan ustedes cuál es más bochornoso, aunque no sean comparables en gravedad, por supuesto. Confieso que yo estoy entre los dos primeros casos, puesto que el circo censor que se avecina en el Congreso es tan grotesco que se comenta solo. Así que no sé con qué quedarme, porque dudo entre si es peor la zafiedad de esos hipócritas que son Fuentes Curbelo y compañía o le supera la enésima confirmación -esta 'wasapera'- de cómo se utilizó de forma torticera a las Fuerzas de Seguridad para desacreditar a rivales políticos.
No obstante, al comparar estas corrupciones o incluso al cargar las tintas contra ellas servidor vuelve a caer en la absurda costumbre de creer que el común de los mortales son yonquis de la información como nosotros, los periodistas. Perdón, son deformaciones profesionales. Distancia, decíamos más arriba. Esa es la palabra. Claro que sí. Porque la gente normal -los vecinos, las amigas, los compañeros de curro, la familia, usted, querido/a lector/a- está no ya decepcionada ni indignada ni enfurecida. Está lejos. Cada vez más. Indefectiblemente alejada de la política, de esta broma, de esta bazofia. Y preocupada, eso sí, por las cuestiones importantes de su vida.