Yerra, a mi juicio, el Gobierno cuando acusa a Ferrovial, y nominalmente a su presidente, de falta de patriotismo. Más aún, creo que ha mordido el anzuelo que le han mostrado cargado de carnaza. Una empresa no tiene por qué practicar patriotismo alguno, más allá del decorativo que le puede convenir para hacer negocio. Ha sido Rafael del Pino quien deliberadamente ha utilizado una decisión empresarial para mostrarla como una cuestión política y el Gobierno, me temo, ha picado. Desde el primer anuncio la semana pasada, pareció buscarse símiles claros con la crisis catalana, como si la consigna fuera que a este gobierno solo le faltaba su primero de octubre. Ferrovial actuó como si le hubiera dado un arrebato independentista: que ya no quieren ser parte de España, que quieren ser neerlandeses.
Los argumentos parecían calcados. Que es que en España nos asan a impuestos y ahorraremos mucho yendo a ese paraíso fiscal que no puede llamarse así porque es un país de la UE: Espanya ens roba. Que es que en España no existe seguridad jurídica para nuestra empresa: en España, a diferencia del Reino Unido, no se puede ejercer el derecho de autodeterminación, nos viene estrecha la Constitución española. Que es que, en realidad, no nos vamos, nos quedamos en la UE (eso sí, como etapa hacia EEUU): la independencia no quiere decir que os olvidemos, españoles, incluso os echaremos un cable si os hace falta. Que es que de este modo seremos una multinacional como la copa de un pino: Cataluña será Dinamarca.
La pasta manda, nunca tuvo patria y una empresa se debe a sus accionistas, no a su país, si es que lo tiene. Por eso, si aceptamos que el capitalismo y la economía de mercado son uno de los fundamentos de nuestro orden social y económico, nada que objetar. Podrían irse incluso sin explicaciones. Ferrovial habrá echado sus números y le saldrá rentable (como empresa y a sus principales accionistas como individuos) residenciar su sede en Países Bajos, pero las explicaciones dadas por el presidente de la empresa cuando soltó la bomba, apuntan claramente a otros motivos, que ya son más discutibles.
De hecho, ya han tenido que mandar al jefe de bomberos de la empresa a apagar el pequeño fuego que había ocasionado. Tendremos que estar agradecidos a Ferrovial por habernos devuelto la triple A en seguridad jurídica, pero a mí me interesa mucho más tomar en serio el anuncio original porque no es poca cosa. Significa, a mi parecer, una entrada decidida del puro en campaña electoral.
Coincide con el calendario electoral, se produce poco después de que el presidente del grupo elogiara como candidato a la presidencia del gobierno al líder de la oposición (y le dijera que estaba seguro de que su presidencia vendría con “un buen programa de inversiones”, como si con este gobierno se hubieran quedado a dos velas) y se airean razones que parecen más propias de campaña electoral que propiamente empresariales. Sabe positivamente el presidente de esa compañía que si un país de Europa puede ofrecer una eventual inseguridad jurídica es precisamente Países Bajos, pues tarde o temprano la Unión no tendrá más remedio que poner orden en el disparate fiscal de países como este. Sin embargo, allá va la andanada que, por cierto, amplifica (en parte es su papel) el presidente de la CEOE, él que parecía tan comedido.
Que a los grandes empresarios de nuestro país les mola más el PP que el PSOE, puede entenderse, aunque yo no diría que les ha ido tan mal en los años de gobiernos de izquierda, incluso esta. Lo que ya no parece muy de recibo es que se avengan no ya a hacerle la ola al candidato de la oposición, sino a entrar de esta manera burda e impropia en campaña electoral. Una empresa como Ferrovial no toma una decisión de esta envergadura por un capricho, ni por ahorrarse unos euros, ni tampoco porque se lo sugiera un partido de la oposición, por mucho que prefiera su gobierno al presente.
Es, sin duda, una operación madurada y con mucha elaboración técnica detrás. Pero, por ello mismo, sí podemos exigir que no trate su presidente de tomar el pelo a ese mismo público al que no debe ninguna explicación. No sería el primer empresario de altos vuelos en las listas del PP, si es que es su voluntad hacer campaña política, pero no parece ser el caso.