Se está hablando mucho de jornadas semanales de 4 días por una mezcla de motivos técnicos y políticos. Por una parte, la irrupción de ChatGPT ha permitido visualizar un futuro en el que muchos profesionales de oficina van a ser sustituidos por máquinas. Por otra, porque en esa moda que nos rodea de establecer generosas medidas sociales algunos y algunas creen que la reducción de las horas de trabajo es un buen gancho para captar votantes.



"A todos nos gustaría trabajar menos e incluso cobrar más, ¿pero es posible?", se preguntó recientemente el consejero vasco de Hacienda, Pedro Azpiazu, normalmente defensor de todo lo que beneficie a los trabajadores. El político del PNV insinuó incluso que los ensayos de jornadas semanales de 4 días que había propuesto la vicelehendakari Idoia Mendia eran "electoralistas". Es evidente que se trataba de un choque de trenes en un año de elecciones.

Los que están totalmente en contra son los empresarios, que no ven que la industria vasca sea el mejor escenario para hacer ningún tipo de prueba en esta línea

Como todo, depende de a quién se pregunte y de cuál sea la cuestión. A priori, si se mantiene el sueldo y los resultados no bajan, todo el mundo firmaría a favor de la reducción de la jornada semanal. Pero lo cierto es que milagros de ese tipo solo existen en la Biblia y que la multiplicación de los panes que genera una supuesta mayor satisfacción en el trabajo solo se puede producir en contextos muy específicos.



En una planta industrial es evidente que cuantas más horas se labore más se va a producir. De ahí que ese tipo de trabajos hayan estado huyendo hacia países que resultan más baratos, no solo porque el empleado cobra menos sino también porque suele currar más tiempo, generalmente también los sábados. Es verdad que John Keynes previó ya en 1930 una sustancial reducción de la jornada pero lo hizo antes de que la globalización de la economía pusiera patas arriba todos los modelos de los economistas.



En una oficina las cosas pueden cambiar relativamente, porque la competencia internacional no es siempre tan fuerte y porque el trabajo ligado al conocimiento puede sufrir altibajos asociados al cansancio mental. De hecho, la práctica totalidad de los ensayos de jornada de 4 días que se han hecho en nuestro entorno se han producido en empresas de servicios. Pero no es oro todo lo que reluce.

En los casos de nuestro entorno en los que se ha llegado a aplicar la jornada de 4 días siempre hay algún truco que explica el supuesto éxito



En Telefónica, por ejemplo, se ofreció trabajar menos pero con un menor salario. Los empleados votaron y, en esas condiciones, el cambio no les gustó. En los casos de nuestro entorno en los que se ha llegado a aplicar la jornada de 4 días siempre hay algún truco que explica el supuesto éxito. Unas veces es que se trata de la única forma de atraer trabajadores en sectores en los que hay escasez, como los informáticos, y otras es que realmente se meten más horas de lunes a jueves para poder librar el viernes.



Hay algún caso anómalo que solo se explica por las ganas de hacer un poco de marketing. Recuerdo a una firma, Biscay Bay Startup, que presumía hace unos años de librar los viernes para que sus empleados vinieran contentos a trabajar. Duraron poco en el mercado. Tanto "wellbeing", como ellos lo describían, no debió ser la mejor receta y la portavoz de esta startup trabaja actualmente por cuenta ajena para un fondo de inversión.



Otro caso parecido es el de Hortelanos, una empresa alavesa de servicios de comunicación recogida recientemente en un reportaje de El Correo sobre este tema. La compañía no existe y en realidad se trata de un autónomo que sí que quiere tener más tiempo, aunque no está claro si lo hace para conciliar sus vidas familiar y laboral o para poder dar clases, porque también es profesor. En ambos casos, lo de la jornada de cuatro días les sirvió al menos para ganar visibilidad.

El escaqueo es deporte nacional y, si encima no se ve, se convierte en un vicio, al menos entre los trabajadores menos motivados



Aunque a nivel teórico es cierto que algunos profesionales rinden especialmente a ciertas horas y el resto del tiempo simplemente lo pasan en la oficina, el teletrabajo podría haber resuelto estas circunstancias. Pero el escaqueo es deporte nacional y, si encima no se ve, se convierte en un vicio, al menos entre los trabajadores menos motivados. ¿Se motivarán si la empresa les reduce las jornadas? Cuesta creerlo. De hecho, para los más motivados normalmente lo que no hay es horario, como se puede comprobar charlando con casi cualquier autónomo.



Hay, además, muchos casos en los que la jornada de cuatro días es simplemente implanteable, porque el trabajador se debe a un cliente que le quiere tener localizado de lunes a viernes. Es lo que le ha ocurrido a Software del Sol, una compañía de Jaén que se suele utilizar como el mejor ejemplo español de la aplicación de la estas tácticas sociales. Pese a ello, si se mira su perfil en Google se descubre, ¡sorpresa!, que la empresa está abierta los viernes hasta las 14.30.



Evidentemente, en Software del Sol se ha utilizado la reducción de jornada para atraer programadores, un tipo de profesional que se disputan las compañías y que se deja seducir por el mejor postor. No es que no trabajen los viernes sino que se reparten las 36 horas semanales entre cuatro jornadas. Cobran lo mismo y trabajan un poco menos, que en el fondo no deja de ser otra forma de subir el sueldo. En el fondo, el que manda es el de siempre: el vil metal.