Hace ya unos cuantos años, tantos que he olvidado la cifra pero no la fecha, un 13 de abril ,me trasladaban que prescindían de mí en el puesto al que había dedicado más de 12 años de mi vida profesional. De entrada como a cualquiera, disgusto, llanto y dolor, porque esas noticias escuecen mucho, y quien diga lo contrario miente.
No escribo esto para contar mi historia personal en aquel momento, sino para explicar que aquel 13 de abril yo no sabía que la patada que había recibido, me destinaba directamente a la puerta del emprendimiento, que en mi caso se tradujo en la puesta en marcha de mi proyecto profesional: una empresa dedicada a la comunicación y el marketing, una como otras muchas.
A lo largo de estos años, como la mayoría de quienes deciden montar un negocio, una empresa, las he visto de todos los colores, si bien a día de hoy, el resumen es positivo. Por eso, me permito animar a aquellos que se plantean hacer realidad su proyecto emprendedor y lo hago desde el conocimiento de mi experiencia que me posibilita dar algunas claves sobre el asunto.
De entrada, montar una empresa es mucho menos fácil y bucólico de lo que sistemáticamente nos venden, casualmente, aquellos que no han emprendido en su vida. Ni hay tantas ayudas como nos prometen, ni los trámites burocráticos son tan sencillos como los cuentan, ni el camino es de rosas. La realidad del emprendedor es dura, está normalmente sólo con su idea y tiene más responsabilidad y compromisos que apoyos. Así de cruda y compleja es la verdad. Y a nadie se le escapa que un porcentaje muy elevado de iniciativas, no salen adelante y en el proceso dejan auténticos dramas personales y económicos.
Por ello es muy importante definir muy bien el proyecto y ver que se puede aportar de nuevo al mismo, en un mundo en el que todo está inventado. Buscar el 'hecho diferencial' en los proyectos empresariales es de obligado cumplimiento. Y normalmente, esas diferencias las aportamos las personas con nuestra experiencia y nuestro saber hacer.
Convertirse en emprendedor/a, en empresario/a que finalmente es lo que somos, es además situarse en un parte del tablero de juego mucho menos poblada que la que está al otro lado, los trabajadores por cuenta ajena. Y eso significa que la sensibilidad respecto a nosotros es bastante limitada.
Hay una tendencia más que notable a que quienes no han emprendido nunca, crean que quienes lo hacemos, nos lo llevamos calentito nada más arrancar. Lo llamativo es que quienes piensan así, que son muchos, no hayan decidido emprender para convertirse en ricos y poderosos, más antes que después. Les recomiendo el ejercicio práctico sobre todo para que cuando se permiten opinar, lo hagan con conocimiento de causa.
Emprender es arriesgar. Emprender es preocuparse. Emprender es dejar de dormir. Emprender es levantar la persiana el día 1 de cada mes sabiendo cuáles van a ser los gastos pero sin tener claros los ingresos. Y en medio de todo este proceso desquiciante, más burocracia de la que podemos asumir que nos resta un tiempo valiosísimo para lo que de verdad tenemos que hacer: vender y trabajar.
Pero emprender también es apasionante. Ver nacer y crecer una idea más o menos clara al principio, genera una satisfacción difícilmente explicable para quien no lo ha vivido. Por eso, emprender supone asumir los momentos buenos y malos y tener claro que no siempre se triunfa. Que se arriesga es una evidencia pero que los riesgos que se corren sean compensados siempre es duda.
Por eso hay que medir los pasos con mucho tiento, y hay que pedir la ayuda de quienes conocen los procesos. Hablar de emprendimiento y de empresa es mucho más fácil que ser emprendedor/empresario. Por eso fíate y aprende de quienes han emprendido antes que tú, porque los demás tocan de oídas y desafinan mucho más de lo que afinan.