Durante las próximas semanas, veremos muchos candidatos y candidatas de los distintos partidos políticos hacer llamamientos a participar en las elecciones municipales y forales en Euskadi. Spoiler: no les importa si vas a participar o no.
Como muestra un botón. Hace dos semanas la candidata del PNV a la alcaldía de Vitoria-Gasteiz, Beatriz Artolazabal, hizo una declaración en un mitin de precampaña en la que dijo, y cito textualmente: “La abstención sólo favorece a los extremos. Por eso os pido que el 28 de mayo vayáis a votar. Hay mucho en juego. Nuestro futuro está en juego”.
No parece que vayan a ser unas elecciones especialmente participativas, de hecho, en algunos municipios importantes del país, la caída de participación se estima en 8 puntos porcentuales según las pocas encuestas que recogen la intención de ir a votar.
La tendencia no es nueva. Euskadi lleva 20 años perdiendo participantes en las elecciones en las arenas autonómicas y estatal y solo las elecciones forales y municipales se habían salvado de esta catastrófica tendencia.
Las declaraciones de Artolazabal aparte de ser un mensaje político carente de
cualquier sustento politológico, son hasta contraproducentes. En primer lugar, no es cierto que la abstención favorezca a los extremos, favorece a los partidos que tienen mejor fidelidad de voto (esto es, a los partidos cuyos votantes declaran en las encuestas que van a ir a votar sí o sí), entre ellos se encuentran los partidos de los extremos ya que someten a sus votantes a una mayor tensión ideológica, pero no solo.
Tanto el PNV como EH Bildu son los partidos que mayor fidelidad de voto como muestran las encuestas y lógicamente eso les favorece al margen de que sean o no opciones que representan a extremos ideológicos. Incluso, la prueba politológica al respecto no es nada clara ya que hay estudios que aseguran todo lo contrario, es decir, que la baja abstención puede favorecer a las opciones de los extremos. Así sucedió en la Alemania previa al nazismo cuando unos niveles de participación superiores al 90% facilitaron el ascenso del partido nacionalsocialista alemán al poder. Desde entonces la ciencia política estima que hay niveles de abstención (la llamada abstención estructural) que son beneficiosos para la legitimación del sistema político y electoral.
Los partidos políticos están considerados en nuestras sociedades como los principales problemas para la ciudadanía (tremendo cuando los partidos políticos deberían ser más parte de las soluciones)
En cualquier caso, estoy de acuerdo en parte con las declaraciones de la candidata jeltzale: la baja participación es preocupante y lo lleva siendo años. En las pasadas elecciones autonómicas vasca, algunos ya dimos la voz de alarma al observar la alta abstención y dijimos que no todo ese aumento de la abstención se podía achacar al contexto de pandemia en el que se desarrollaban aquellas elecciones. La realidad es que el sistema político vasco está sacando de la participación electoral a sectores de población importantes y las razones no están claras ya que seguimos sin comprender el fenómeno de la abstención y los partidos parecen poco o nada preocupados por este hecho.
Aquí es cuando digo que declaraciones como las de Artolazabal (y otras que llegaran desde otros partidos) son contraproducentes. Los partidos políticos están considerados en nuestras sociedades como los principales problemas para la ciudadanía (tremendo cuando los partidos políticos deberían ser más parte de las soluciones). En este contexto, todo lo que digan los partidos, más en periodo de campaña electoral, es recibido con rechazo por parte de un votante crítico como es el votante (más bien no-votante) abstencionista. Realizar este tipo de declaraciones en periodo electoral aleja más del voto a personas que tienen una actitud abstencionista.
Pero entonces, ¿cómo podemos revertir la situación desde la comunicación política y sobre todo qué pueden hacer los partidos para revertir esta situación?
La respuesta no es sencilla, pero aseguraría casi al cien por cien que el primer paso es estudiar el abstencionismo, ver características tiene, que motivaciones y que percepciones en relación con la política partidista e implementar cambios estructurales dentro de los partidos para adaptarlas a un perfil de votante cada vez más complejo.
Además, hay que sacar de tiempo electoral los llamamientos a la participación, fomentar la cultura democrática y sobre todo que la ciudadanía perciba que la política es útil y esto se hace con campañas institucionales fuera de periodo electoral centradas en los segmentos de población que mayores tasas de abstención tienen. Es decir, mayor presencia de la comunicación institucional en estos segmentos.
Sencillamente, los partidos políticos se han olvidado (en función de esa falacia argumentativa que antes comentaba) de las clases sociales más desfavorecidas en lo que para mí es el más claro ejemplo de aporofobia electoral de nuestros tiempos: los pobres, si no votan, mejor
Digo que la solución no es fácil porque los partidos tienen asumida una falsedad argumentativa y la aplican a sus estrategias de campaña de forma inconsciente: “como no votan, los partidos no hacen políticas públicas para ellos”. La ciencia política se está encargando de demostrar esta afirmación como falsa Es precisamente, al contrario: “como no se hacen políticas públicas para ellos, no votan”.
Invito desde aquí a cualquiera que me esté leyendo a que pasee por los barrios periféricos de su municipio durante campaña electoral y se fije en los soportes electorales que llevaran los partidos a esas zonas y a que cuando tengan los resultados electorales segmentados observen la participación en las próximas elecciones y las comparen con las zonas centro de sus municipios. Durante el resto del año, la presencia de la institución en las periferias es también prácticamente nula.
Qué casualidad que son precisamente las periferias las que tienen un nivel de renta
medio-bajo o bajo. Sencillamente, los partidos políticos se han olvidado (en base a esa falacia argumentativa que antes comentaba) de las clases sociales más desfavorecidas en lo que para mí es el más claro ejemplo de aporofobia electoral de nuestros tiempos: los pobres, si no votan, mejor. Es triste que los partidos políticos no estén viendo que están excluyendo del voto a sectores tan importantes de la sociedad y las consecuencias que eso tiene para nuestra convivencia y para la democracia como sistema y como idea.