Hay quien cree en las encuestas, pero yo, como quienes las hacen, no creo en su fiabilidad. En efecto, antes que yo, son los gabinetes de prospección sociológica los que no creen en la bondad de los resultados de sus informes y por ello no hay ni una sola empresa de diagnóstico electoral que cobre en función de la exactitud de sus pronósticos.
Yo entiendo que si uno analiza el carisma de un candidato o su grado de conocimiento haga su trabajo y cobre por él y ya está. No es posible saber si ha acertado o no. Sin embargo, las prospecciones de voto se confirman o se desmienten el día de las elecciones, para cuando esas empresas ya han cobrado por su vaticinio.
Si una empresa confiara en la certeza de su trabajo aceptaría que el coste de su predicción se valorara en función del acierto. Pero nunca se hace así. De ser ese el modo de valorar los honorarios, el CIS de Tezanos tendría que cerrar por falta de recursos.
Las encuestas no lograron percibir la irrupción de Podemos, tampoco la de Vox. Eso, a pesar de que su crecimiento recabó millones de votos. Tampoco han sabido calcular las caídas más espectaculares de otras formaciones consolidadas. Mucho más difícil es acertar si determinada formación logrará un concejal más o uno menos.
El trabajo sociológico tiene dos herramientas principales para la evaluación de sus prospecciones. Por una lado, el trabajo de campo, por otro, lo que ha venido ocurriendo con antelación.
La sinceridad sobre la intención de voto es tan fiable como la que se hace respecto al número de libros que el entrevistado lee en un año o sobre sus accesos en internet a páginas para adultos
Para que el trabajo de campo sea atinado, el encuestado debe de ser sincero. Ya está todo dicho. El encuestado tiende a decir lo que le parece conveniente, no lo que va a hacer. Por ese motivo, las encuestas en el País Vasco daban un voto confesado del 5% al Partido Popular en circunscripciones en las que llegaba a obtener un 30%. El recuerdo de voto también era así de escualido para esta formación. La desmemoria hacia determinados partidos es muy notable.
La sinceridad sobre la intención de voto es tan fiable como la que se hace respecto al número de libros que el entrevistado lee en un año o sobre sus accesos en internet a páginas para adultos. Lo políticamente correcto se adueña de la sinceridad del entrevistado. Por eso, los programas más vistos de la televisión eran, según el trabajo de campo, los documentales de La 2.
En cuanto al recurso a los resultados previos, cabe decir que estos son más sinceros, pero reflejan el pasado, que es lo que no se necesita pronosticar. Los datos de lo ya sucedido son muy fiables para saber lo que ha ocurrido, pero no tanto para anticipar lo que va a ocurrir.
Es frecuente que el trabajo sociológico se apoye en lo que ocurrió para llenar las lagunas de lo que está por venir, para identificar lo que van a votar aquellos que no saben, no contestan o le cuelgan el teléfono al entrevistador. Por eso, los análisis suelen ser conservadores, porque el recuerdo de lo ocurrido es una opción conservadora respecto de lo que está por venir.
Las empresas de estimación de voto no cobran por aciertos sino que cobran por el pronóstico, aunque luego atine menos que el tarot
Las encuestas de este fin de semana, como suele ser tan habitual, tienen más utilidad para influir que para acertar. No es casual que las que realizan los medios de comunicación de determinada inclinación política ofrezcan resultados que luego se muestran con la misma inclinación prospectiva, del mismo modo que gabinetes controlados políticamente sean más amables con el partido político que los controla.
El objetivo es presentarse como el caballo ganador, que es lo que los electores prefieren. El elector quiere que su voto se transforme en resultados útiles y por eso el voto útil es el que resulta más cercano de entre los que tienen una amplia estimación de apoyos. Eso sí que es una tendencia. Ahí, lo que han señalado las encuestas para estas elecciones es que hay una creciente tensión electoral entre el PNV y Bildu que les hará rivalizar por el poder en instituciones muy relevantes. Los demás, vienen a mantener su cuota de influencia.
Las empresas de estimación de voto no cobran por aciertos sino que cobran por el pronóstico, aunque luego atine menos que el tarot. Pero siempre les queda una frase que justifica lo sucedido: “Nosotros dijimos lo que sucedería en el mismo momento en el que realizamos el trabajo, no por lo que pudiera ocurrir después”. Es otra forma de expresar aquella frase de Churchill de que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ocurrió lo que él predijo”.