Sólo quedan unos días para conocer quiénes van a ser los alcaldes y alcaldesas que van a liderar nuestras ciudades los próximos 4 años. Después de 2 semanas oficiales de campaña electoral, y de muchos meses más de campaña no oficial, ha llegado el momento de decidir cómo queremos que sea nuestro entorno más cercano, el municipio donde residimos y desarrollamos nuestra vida. Gestionar una ciudad o un territorio no es fácil, especialmente si vivimos en tiempos de transición e incertidumbre como los actuales, por eso creo que los diferentes partidos políticos deberían haberse esforzado en construir estrategias de ciudad que respondan a los enormes retos a los que nos enfrentamos. Digo deberían, porque creo que la mayoría de ellos siguen adoleciendo de no tener una visión clara y coherente de la ciudad que quieren y los distintos programas electorales no dejan de ser una declaración de buenas intenciones centradas más en acciones concretas y deslavazadas que en un modelo reconocible de ciudad. La política no es neutra y tampoco debería ser ecléctica, no deberíamos construir una ciudad como si fuéramos a la charcutería pidiendo cuarto y mitad de sostenibilidad, 500 gramos de economía circular, 750 de políticas sociales y 250 de movilidad y transporte. En una ciudad todo lo que hacemos está estrechamente interrelacionado, por ejemplo no podemos pretender seguir consumiendo suelo con poca densidad de viviendas y querer que la movilidad sea sostenible, o crear nuevas infraestructuras para los vehículos privados y apostar por la reducción del tráfico y las emisiones efecto invernadero. Si tienen alguna duda de esto último, pregúnteselo a los madrileños que les dirán como las famosas M-30, M-40 o M-50 ha reducido su tráfico y les han ayudado a mejorar su calidad de vida.
Es un reto mayúsculo que, en mi modesta opinión, debería haber centrado el debate de esta campaña, cosa que, como han podido comprobar, no ha pasado
Quizás usted piense que el mayor problema de su ciudad son los atascos, la seguridad ciudadana, la escasez de viviendas sociales, los ruidos o la limpieza. No seré yo quién le quite esa idea, pero permítame que ponga el foco en el que para mí es el principal problema de todos y cada uno de nuestros municipios y que no deja de ser el mismo para todo el planeta: el cambio climático. La imparable subida de las temperaturas está dibujando escenarios que afectan ya directamente a la vida diaria de las ciudades pero que les va a afectar aún mucho más en un futuro inmediato. Las olas de calor, los fenómenos meteorológicos extremos, la escasez de agua o la demanda de energías limpias requieren una visión diferente de nuestras urbes, de la forma en que las construimos y, sobre todo, de la forma en la que las vivimos. Es un reto mayúsculo que, en mi modesta opinión, debería haber centrado el debate de esta campaña, cosa que, como han podido comprobar, no ha pasado.
El cambio climático no deja de ser un pequeño epígrafe, en el mejor de los casos, en los programas electorales de las formaciones políticas que se presentan a las elecciones del 28M. No se plantean estrategias globales para adaptar nuestras ciudades a este enorme reto, es más, se siguen proponiendo ideas e iniciativas populistas que lo único que van a hacer es seguir aumentando este problema. Es verdad que esta situación viene producida, en parte, porque es un debate que todavía no está suficientemente asentado en la sociedad, desgraciadamente todavía no hay muchos ciudadanos que exijan a sus ayuntamientos que construyan islas verdes en sus calles que les ayuden a reducir la temperatura de las mismas en verano, o que planteen soluciones más democráticas en la movilidad ciudadana, ya que más del 50% de los habitantes de nuestras urbes y pueblos no tienen carnet de conducir. Sin embargo, creo que el deber de los partidos políticos es saber leer y afrontar estos retos y proponer soluciones, incluso antes de que esos problemas sean visibles para los ciudadanos. Tal vez muchos donostiarras no sean aún conscientes de lo que va a suponer en sus playas y paseos costeros la subida del nivel del mar, pero la o las formaciones que aspiren a liderar su Ayuntamiento deberían dedicar una buena parte de su programa a explicar cómo van a mitigar esta circunstancia.
Quizás la clave esté en pensar que las ciudades que necesitamos no son las mismas que las que queremos, al menos que las que quieren algunos supuestos líderes de opinión o colectivos ciudadanos. Después de una década de capitalidad verde europea, me sigue sorprendiendo enormemente que uno de los temas estrella de la campaña municipal de Vitoria-Gasteiz haya sido una línea de transporte público rápido y los supuestos problemas que provoca a la fluidez del tráfico en la ciudad. ¿Hacemos ciudades para los coches o para las personas?
No se plantean estrategias globales para adaptar nuestras ciudades a este enorme reto, es más, se siguen proponiendo ideas e iniciativas populistas que lo único que van a hacer es seguir aumentando este problema
Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, comenzó su discurso de inauguración en la última COP de Egipto preocupándose por lo que le contestaríamos al niño, que acababa de nacer ese día y que suponía el habitante 8.000 millones de la Tierra, cuando nos preguntará qué habíamos hecho para salvar el planeta. ¿Qué les diremos a nuestros hijos cuando nos pregunten que hemos hecho para salvar las ciudades en las que residen? Si no adaptamos nuestras ciudades al cambio climático dejarán de ser habitables, saludables y competitivas. Señores y señoras políticos lideren este cambio porque si no lo lideran ustedes estoy seguro de que será la propia ciudadanía la que lo haga.