Cuando uno lee y escucha estos días los comentarios de insignes analistas o representantes políticos sobre lo que ocurrió el domingo en Euskadi, con constantes apelaciones a un "cambio de ciclo", sólo puede echarse a temblar o ponerse a correr. Rumbo, en el segundo caso, a otro planeta donde impere la cordura. Se conoce que los prejuicios ideológicos nublan la vista de los unos y los otros, que no logran ver el bosque ni la realidad ni lo evidente.
Decía servidor aquí este lunes que en Euskadi no ganaron PNV y Bildu, sino que la gran vencedora fue la abstención. Y, aun a riesgo de convertirme en proscrito entre esos analistas agradecidos y políticos agradecedores, sólo puedo reafirmarme en lo dicho. Lo haremos con datos irrebatibles, claro, para que, ya que te ponen verde, al menos lo tengan más difícil.
Vamos con el primer dato objetivo: ningún partido se acercó el domingo al 40% del voto en Euskadi (el PNV, el más votado, logró el 31% las municipales), pero en cambio sí se registró casi un 40% de abstención (un 39,9% para ser exactos).
El progresivo alejamiento de los votantes respecto a los gobernantes es una pésima noticia para la democracia española, en general, y para la vasca, en particular
En segundo lugar, vamos con los números porque son lo que mejor ejemplifica todo: en estos comicios locales 684.583 vascas y vascos se quedaron en casa. Como nos comenta el politólogo Óscar Rodríguez en una historia que hoy publicamos, en Vitoria la abstención fue mayor que la suma de las tres primeras fuerzas políticas, que son Bildu, PSE y PP.
Es decir, en la capital de Euskadi las personas que no votaron son más que las que apoyaron a esos tres partidos. ¿Suena exagerado? El dato es rigurosamente cierto. Porque se abstuvieron 79.730 votantes y la suma de las tres formaciones citadas es de 70.607 (24.845 de Bildu, 23.909 de PSE y 21.853 de PP).
En tercer lugar, siguiendo con las cifras, en estas elecciones la abstención ha crecido un 5%, porque ha sido del 39,59% frente al 34,02% de 2019. Hay que remontarse a 2007 para encontrar un resultado similar... Y basta de datos porque es obvio que sí, que la ganadora de estos comicios locales fue la abstención.
La más vasca de las campañas provoca una menor participación en Euskadi. Casi imposible de entender, salvo si uno repara en la citada desafección
Este récord de ausencias en las urnas evidencia un problema silente pero palmario para quien no quiera seguir tapándose los ojos: aumenta el desinterés por la política porque se dispara la desafección hacia la misma. Y eso es una mala noticia, gobierne quien gobierne en cada sitio.
Es curioso, además, que las urnas registren una participación tan precaria precisamente después de una campaña electoral tan centrada en Euskadi, sobre todo a raíz de la presencia de etarras en las listas de Bildu. Así, la más vasca de las campañas provoca una menor participación en Euskadi. Casi imposible de entender, salvo si uno repara en la citada desafección.
De hecho, el resultado del 28-M se explica en gran medida por la fidelidad que tienen los votantes de Bildu, que según los expertos siempre acuden en casi un 90%. Porque esa altísima movilización de los abertzales frente a la desmovilización de otros es la gran clave.
Ojalá todos los votantes acudieran siempre a las urnas con tantas ganas como los seguidores de Otegi. Porque el progresivo alejamiento de los votantes respecto a los gobernantes es una pésima noticia para la democracia española, en general, y para la vasca, en particular.
El dato de abstención del 28-M va en línea con otros datos precedentes. Cada vez más ciudadanos de Euskadi consideran que las elecciones no van con ellos. Las causas de la desafección son múltiples y de sobra conocidas. Si esto no se revierte, todos perdemos en las urnas.
Ahora toca hablar de desafección y no de los disparates que se suelen escuchar. Por poner varios ejemplos más allá del mentado "cambio de ciclo", ahí están el citado Otegi pidiendo "deportividad" para que gobierne la lista más votada, el PP vasco celebrando sus resultados como si no hubiera mañana o Pedro Sánchez convocando unas generales por su propio interés.
El problema es que es imposible salir de los disparates porque los partidos ya tienen su botín. Así nos va.