Arranca la unending campaign el líder del Partido Popular con una frase que marca desde ya el rumbo que va a tomar su discurso de aquí al 23 de julio, y lo que te rondaré morena. Los españoles no tienen que elegir, dijo y se quedó tan ancho, entre ir de vacaciones o votar sino entre el sanchismo y España. El sanchismo suponemos que es la suma de todos los males usurpando las instituciones sagradas de la patria, pero ¿y España? ¿Qué es España para que los españoles tengamos que optar entre esa serpiente de siete cabezas y ella? Dicho así, en la sede del PP y por el máximo dirigente del PP, hemos de suponer que España es lo que diga el PP o, a lo sumo, el PP y Vox. Mal rollo.

Es malo porque empezamos mal, muy mal, si afirmamos que todos aquellos que no voten la fórmula PP-Vox están en contra de, desean mal a, no trabajan por… España. Dejemos ya claro algo, a ver si cunde en este inicio de campaña encadenada. Solamente disponemos de una definición de España como nación que pueda ser referencial para todos y está en la constitución, en su segundo artículo: es la integración de nacionalidades y regiones que conforman su unidad. Eso es España, una patria común e indivisible que integra una diversidad de identidades. España es una nación integral.

En ese discurso frentista y radical España deja de ser patria común y, desde luego, nada tiene que ver con su integración de diversas formas de ser español

Al contraponer el “sanchismo” con España ¿qué está haciendo realmente el líder del PP? Pues, sencillamente, adoptando una actitud la más contraria a la constitución. En ese discurso frentista y radical España deja de ser patria común y, desde luego, nada tiene que ver con su integración de diversas formas de ser español. En ese discurso polarizado hay que elegir entre el mal y el bien de España cuando, precisamente, el mayor logro de la definición del artículo segundo de nuestra constitución fue cerrar con siete llaves el sepulcro de las dos Españas. 

No hace falta ser muy lince para saber de dónde le viene la casta al galgo. Feijoo ha terminado por comprar el lote completo del discurso de la presidenta madrileña y su gurú. Es marca de la casa del PP madrileño la contraposición constante entre las dos Españas, una entregada a ETA y con ánimo de destruir la otra, la verdadera y genuina que, cómo no, representa Ayuso. Si no se opta por la sensatez y si no se abandona la radicalidad del discurso, veremos una campaña muy empeñada en buscar esas siete llaves con que nuestra constitución puso felizmente mármol y día a las dos Españas para sacarlas de nuevo a pasear.

Históricamente usar el discurso de las dos Españas ha sido, es verdad, exitoso para quienes lo usaron. Históricamente usar el discurso de las dos Españas ha sido, también es verdad, deletéreo para España. Cuando un líder político que aspira con serias posibilidades a ser presidente del gobierno escoge arrancar su campaña haciendo la ola a Ayuso y sus dos Españas a mí la amígdala cerebral me dice sal pitando, entre otras cosas porque caigo claramente del otro lado, del de los malos españoles, como caí con igual claridad del  lado de los malos vascos (y en esa ocasión no tuve de otra que hacer caso a mi amígdala).

El feijoísmo justamente se trata de eso, de contraponer dos Españas, la suya, la que orbita en torno al planeta PP-Vox y la mala, la del “sanchismo”

El problema, a mi entender, es que el feijoísmo justamente se trata de eso, de contraponer dos Españas, la suya, la que orbita en torno al planeta PP-Vox y la mala, la del “sanchismo”. Por eso no menciona a su contrincante por su nombre propio sino por un sustantivo que, además de deshumanizarlo, lo identifica con la anti-España. El feijoísmo consiste en dividir España más o menos por la mitad y pedir a los españoles que escojan una de las dos, advirtiéndoles, eso sí que solo hay una buena. Es la táctica que usó el independentismo catalán con tanto éxito electoral como perjuicio para Cataluña.

Sé que no tiene mucho recorrido pedir, y más desde este rincón remoto prácticamente inaudible, que Feijóo modere su discurso, se centre y abandone la radicalidad que siempre entraña ese discurso de yo soy España y lo demás es “sanchismo”, esto es, anti-España. Todo lo más, si algún benevolente lector que esté considerando votar la fórmula PP-Vox está de acuerdo con no sacar de su sepulcro constitucional a las dos Españas, quizá podamos reaccionar como me enseñó en días aciagos en que ETA quería matar a la anti-Euskadi un filósofo que, me temo, ahora aplaude esta visión de España generada en el entorno de Ayuso: ¿les molesta que les señalemos que su discurso es todo lo contrario a la nación? Pues ya sabemos lo que tenemos que hacer: lo bueno de la democracia es que puedes no votar a tu partido.