A las cinco de la tarde. 6 DEBATES, 6. En el ciento veinticinco aniversario del nacimiento de García Lorca, Sánchez propone seis debates televisados a Núñez Feijóo. La idea está bien. Debatir es una obligación democrática, dice Sánchez. No estamos para excentricidades, responden los de Feijóo.

Sánchez quiere polarizar. O tú o yo. Porque Sánchez sabe que su rival en estas elecciones no está en el centro ni en la derecha, que los tiene perdidos, sino que su espacio de crecimiento está en la izquierda y por ello compite con Podemos y con Sumar y por lo mismo quiere dejar fuera a Sumar y a Podemos, que son sus rivales en la captación del voto de izquierda.

El reto que plantea Sánchez es una apelación a Alberto Núñez Feijóo, pero su propósito es aislar a los otros rivales con los que se enfrenta, que son las formaciones que le hicieron presidente.

Esto lo sabe Sánchez bien. Y no de ahora, ya lo sabía en la última campaña electoral en la que Pablo Casado le ofreció celebrar debates cara a cara y el del PSOE se negó porque quería que en los debates estuviera VOX. Claro, quería que se viera la división de la derecha y que VOX tuviera su espacio en la confrontación electoral.

Por las mismas, los del PP le dicen ahora que si los debates son más plurales son más democráticos. Natural.

Sánchez logró la presidencia del Gobierno gracias a rebañar todos los votos del Congreso que representaban el anti PP. Era la única forma de lograrlo y se lanzó a ello aunque para lograrlo tuviera que sumar a fuerzas que como ERC o Junts estaban dirigidas por condenados por sedición. Más adelante incorporó a Bildu y tiró para adelante.

No, la gente no es boba y Sánchez lo sabe, por eso busca otro caladero distinto al que perdió para hacerse presidente

Hoy su intención es que ninguna de estas fuerzas aparezca junto a él en un debate electoral. Sánchez quiere un mano a mano, un encierro con seis debates, seis berracos en la arena del plató.

Obviamente, Feijóo no le va a dar ninguna de estas facilidades, como Sánchez tampoco se las dio a Casado.

Las estrategias de los dos principales partidos españoles ya están claras en este inicio de la campaña. Sánchez ha apostado por erigirse como la referencia de la izquierda y adoptar un discurso combativo que hasta ahora sólo habíamos escuchado en la voz de la izquierda de la izquierda, que, antes, se llamaba extrema izquierda.

Parece algo insensato que se lance a por el voto más radical cuando el voto que da las mayorías es el voto centrado, pero da la sensación de que el PSOE no cuenta con tiempo para corregir la imagen que se ha creado en estos cinco años de cohabitación con su radical coalición. Otegi es quien mejor lo ha calificado diciendo que “creen que la gente es boba: llevamos cuatro años juntos”. Y no, la gente no es boba y Sánchez lo sabe, por eso busca otro caladero distinto al que perdió para hacerse presidente.

La campaña del Partido Popular no busca los votos de la derecha más depurada sino que ha hecho un envite para lograr los apoyos de una gran parte de la sociedad

Por el contrario, la campaña del Partido Popular no busca los votos de la derecha más depurada sino que ha hecho un envite para lograr los apoyos de una gran parte de la sociedad. Lo ha plasmado en un lema tan sencillo como el de que: hay que derogar el sanchismo. Su objetivo no va contra la izquierda ni contra el socialismo, va contra una forma de hacer política que teníamos la sensación de que no gustaba y las últimas elecciones nos lo han confirmado.

Feijóo no va hacer la campaña que le gustaría a sus bases más encendidas, pero lo hace porque sabe que para lograr apoyos de los tibios y las abstenciones de otros templados no necesita vehemencia sino corrección, temple y mando.

Sánchez va a hacer una campaña tremendista, que es como en tauromaquia se llama al torero que teatraliza el enfrentamiento con el toro para confundir a quienes no saben que el verdadero toreo está en saber esperar quieto al toro y no en echarse sobre él. Sánchez necesita levantar al público de la plaza, porque ya le han tirado las almohadillas, y lo quiere hacer con muchos gestos y poca verdad, que es como se dice en el argot al toreo que finge más de lo que arriesga.

Feijóo espera su terna con calma, analizando al toro desde la barrera y aplicando los pases justos para cortar las orejas, no necesita encender al público con bravatas sino con un toreo serio que ponga al toro en su sitio y pueda concluir sus suertes con una estocada eficaz. Eso sí, hasta el rabo, todo es toro.