Cuando Iberdrola vendió sus activos de generación eléctrica en México para evitar más líos con un gobierno local al que no le gustan las multinacionales, los accionistas de BBVA, y especialmente los 283 que concentran el 60% del capital, temblaron. Y es que la dependencia del banco respecto de este mercado norteamericano es tal que el 65% de su resultado atribuido provino en 2022 de allí. La economía mexicana marcha bien, sus costes son inferiores hasta el punto de que el empleado medio cobra cuatro veces menos que en España y, por si fuera poco, el peso se ha revalorizado. Con menos oficinas que en la Península Ibérica, BBVA gana en el país norteamericano más del doble.
Casi todo es positivo menos el riesgo país, que es sustancialmente superior al europeo. Nadie debería sorprenderse mucho si, para apuntalar su presencia en México y reducir costes, BBVA decidiera mañana desmantelar sus servicios centrales de Las Tablas, al norte de Madrid, para llevárselos al otro lado del Atlántico. La sede fiscal bilbaína, que ya no representa nada salvo el folclore de unas juntas de accionistas cada día más virtuales y una entrega anual de premios, los "Fronteras del Conocimiento", quizás sea lo que menos peligra. Por cierto, ya tiene en México casi el 50% de sus más de 115.000 empleados.
El problema, que al mismo tiempo es oportunidad, de BBVA es su excesiva dependencia de mercados con un elevado nivel de riesgo. Es el primer banco en México, el quinto en Turquía, el cuarto en Colombia, el segundo en Perú, el quinto en Argentina, el cuarto en Uruguay y el tercero en Venezuela. Además de en España, donde sigue la estela de Santander y Caixabank, también está, pero de forma más discreta, en Chile, Portugal y Bolivia.
¿Cómo se amortiguan riesgos? Hay varias opciones. Las principales consisten en vender activos en los mercados más inestables y en crecer en otros más seguros
América Latina está demostrando una mayor estabilidad que Turquía, donde la entidad llegó a perder dinero en el primer trimestre de 2022 como consecuencia de una inflación galopante del 64% y una devaluación de la lira que a lo largo del año alcanzó el 24%. Por si fuera poco, Garanti, la entidad de la que ya tiene un 86% y a la que acaba de añadir la marca "BBVA", ha perdido cierta cuota de mercado.
¿Cómo se amortiguan riesgos? Hay varias opciones. Las principales consisten en vender activos en los mercados más inestables y en crecer en otros más seguros. A BBVA no le debe interesar la primera opción porque sí es cierto que salió de Paraguay, donde perdió 9 millones de euros, pero también que vendió en 2021 su banco de EE.UU. en una operación en la que obtuvo una plusvalía de 582 millones de euros. Salió, por tanto, del que probablemente es el mercado financiero más
seguro del mundo y también el que más se ha revalorizado.
Así que la opción que le resta es expandirse en otros países y especialmente en los europeos y alguno de América Latina en el que no está presente. Esta parece ser la táctica que está siguiendo el BBVA pero sin comprar bancos, como hacía en el siglo XX, y sin siquiera abrir oficinas. Aquí juega un papel fundamental la digitalización, una materia que fue una obsesión del anterior presidente, Francisco González, que no hay que olvidar que era informático de formación.
El BBVA se ha reforzado sustancialmente en este campo, algo de lo que están especialmente orgullosos sus gestores. El presidente Carlos Torres y el bilbaíno Peio Belausteguigoitia, country manager de España, fardaban estos días en un curso en Santander de la app móvil y de la posición de ventaja que tiene su banco actualmente en el mundo tras esta inversión. Como también había una ministra a la que no le gustan tanto los beneficios empresariales, mencionaron menos lo bien que va su negocio: en 2022 el margen de intereses subió un 35% y las comisiones un 15%.
El BBVA cada día se parece más a una consultora tecnológica en la medida en que gran parte de sus nuevos empleados son ingenieros que construyen software en la nube a partir de módulos previamente desarrollados como si fueran ladrillos que después se pueden pegar entre sí
Por resumir, el BBVA cada día se parece más a una consultora tecnológica en la medida en que gran parte de sus nuevos empleados son ingenieros que construyen software en la nube a partir de módulos previamente desarrollados como si fueran ladrillos que después se pueden pegar entre sí. De esta manera, el banco puede crear una nueva web o aplicación móvil y dotarla de servicios en muy poco tiempo. Y es esta arquitectura la que explica que en octubre de 2021 se expandiera por Italia, un país en el que para finales de año espera haber captado 320.000 clientes a base de darles mayores intereses y un porcentaje sobre lo que gasten con su tarjeta de crédito, el payback. Son estrategias muy similares a las que siguen los ya conocidos como neobancos y que curiosamente no le están generando pérdidas: los apenas 52 empleados que tiene en Italia generaron en 2022 unos beneficios de 110 millones.
Se supone que después de Italia van a venir nuevos países. Hay otros en los que ha preferido entrar acompañado: tiene el 43% de Atom en el Reino Unido, el 15% de Solarisbank en Alemania y el 30% de Neon en Brasil. Las inversiones que ha realizado en neobancos son sustanciales pero le permiten tomar pie en países en los que no estaba presente y en los que la marca BBVA es irrelevante.
Hubo otro tiempo en que el BBVA invertía en startups de todo tipo, como ocurrió con el gestor de criptomonedas Coinbase, con la firma de inteligencia artificial Madiva o con Simple, un fabricante de apps que le costó 117 millones de dólares. Esta estrategia no parece haber terminado de resultar satisfactoria y ahora el banco prefiere invertir en fondos gestionados por terceros. Sin ir más lejos, es el caso del español Leadwind, operado por K-Fund y centrado en scaleups, que son startups a las que les ha ido especialmente bien y necesitan mucho dinero para seguir engordando.
El BBVA también ha incorporado esta estrategia de crecimiento en los países en los que ya estaba presente. Los clientes que llegan exclusivamente por vía digital ya no tienen que pagar comisiones, lo que explica por qué 11,2 millones de usuarios, empresas incluidas, se dieron de alta en 2022, el 55% de ellos online, frente a apenas un 7% en 2017. Para que esto sea posible han sido necesarios avances técnicos como el que permite identificar a los clientes con la ayuda de inteligencia artificial, un sistema desarrollado por la startup navarra Das-Nano.
No es extraño por ello que Carlos Torres hiciera referencia a ChatGPT, que sus técnicos están intentando integrar en BBVA como herramienta de apoyo a las decisiones de los clientes. Otro campo en el que la inteligencia artificial tiene recorrido es el de la ciberseguridad, en la medida en que permite intuir qué va a hacer un hacker antes de que lo haga. Pero con tanta tecnología el reto para el BBVA no es otro que conseguir que los clientes que capta online generen posteriormente actividad de la que el banco pueda extraer negocio.
Es lo que Peio Belausteguigoitia denominó "vinculación" y que se desarrolla más o menos así: "Diseñamos impactos y propuestas durante las cuales se hace una propuesta de valor atractiva para el cliente". Se supone que ha contratado a 3.500 personas que, en remoto, se ocupan precisamente de eso. Algunos sustituyen a los que fueron despedidos en España en 2021 en pleno de proceso de reestructuración.