Como cada 4 años después de las investiduras en los ayuntamientos tras unas elecciones municipales, se implanta a nivel social un debate sobre los sueldos de los políticos y en concreto sobre los concejales y alcaldes que dirigen las nuevas corporaciones. Euskadi no está exento de este debate y no lo está por ser una de las comunidades donde los alcaldes de sus capitales son los que mayores retribuciones económicas tienen en comparación con otras ciudades del mismo tamaño del estado español.
El debate es recurrente, pero de poca calidad. De hecho, se mueve entre el populismo más deslegitimador contra la democracia y el elitismo que produce un desapego entre clase política y ciudadanía.
Creo que es importante empezar a aclarar algunos puntos sobre el sueldo de los políticos en Euskadi con el fin de aportar un poco de calidad, certezas y claridad al debate, así que, desde aquí, mi pequeña contribución en este sentido para, sobre todo, derribar algunos mitos sobre el sueldo que perciben nuestros políticos.
Mito 1: En Euskadi el sueldo de concejales y alcaldes es demasiado elevado.
Posiblemente la afirmación más falaz en lo que se refiere al sueldo de los políticos municipales. Tal y como se configura la sociodemográfica en Euskadi, hay una cantidad importante de municipios de tamaño pequeño donde muchos concejales e incluso alcaldes o no tienen retribución económica alguna y la que tienen es meramente simbólica. Además, hay que añadir que muchos de esos concejales no tienen dedicación exclusiva en el cargo y solo perciben de las arcas públicas lo que pierden al no acudir a sus trabajos. Una cosa es no enriquecerse con la carrera política y otra muy diferente es perder poder adquisitivo por desempeñar una labor política en un ayuntamiento.
Mito 2: Los sueldos altos en política atraen talento.
Es una afirmación que me gustaría que fuese cierta y durante un tiempo así lo creía. Sin embargo, la experiencia de los últimos años nos dice que esto no es cierto. A parte de que parece que los incentivos en la empresa privada son más atractivos para las personas con altas capacidades, el proceso de selección en política de personas capaces tiene más que ver con la vida interna de los partidos que con los sueldos a percibir. La mayor parte de las personas talentosas que se alejan de la política lo hacen por unos sistemas de selección de candidatos que valoran muy poco o nada los conocimientos y la valía profesional. Este es el típico argumento elitista cuando hay que reconocer que los sueldos en política no tienen la finalidad de atraer a personas
con mucha preparación y sapiencia, sino que están para favorecer la inclusión de personas en política con trabajos inestables.
Mito 3: Los sueldos altos reducen la corrupción política.
No hay ni una sola evidencia empírica que sostenga esta afirmación. De hecho, si nos fijamos en la experiencia latinoamericana, lo más correcto sería decir que los sueldos altos favorecen la corrupción. Estas son democracias con sueldos desproporcionadamente altos y altos índices de corrupción. La cultura política, unas leyes laxas y sobre todo la existencia de corruptores son lo que realmente favorece la corrupción política al margen de los sueldos de la clase política.
Certeza 1: Los sueldos altos favorecen la inclusión de clases bajas en la política.
Los países donde los sueldos políticos son extremadamente bajos tienen un menor nivel de inclusión. En estos países solo una elite económica puede dedicarse a la política ya que son las únicas clases con la suficiente solvencia económica como para poder destinar tiempo a la política sin que suponga una merma significativa en su poder adquisitivo. Por tanto, podemos decir que los sueldos altos son más democráticos o hacen ganar calidad a la democracia.
Certeza 2: El populismo utiliza los sueldos de la clase política para deslegitimar al sistema. Ha sido un argumento recurrente en las estrategias comunicativas de los populismos de izquierdas y ahora lo es de los populismos de ultra derecha. Lo que buscan en realidad no es rebajar el sueldo de los políticos para adecuarlos más a los sueldos de la ciudadanía, si no para deslegitimar a la clase política y a los sistemas democráticos.
Certeza 3. Unos sueldos desproporcionadamente altos o incrementos notables generan desafección política. Al margen de todo lo anterior hay que decir que, en los términos en los que hoy se ha establecido del debate, los sueldos de los políticos y la labor que desempeñan por estos sueldos generan una alta desafección política y la ciudadanía rechaza de manera contundente estos sueldos e incrementos desproporcionados. Los políticos tienen que tener muy en cuenta este factor a la hora de subirse el sueldo.
Como ya digo el debate es profundo y tiene muchísimas aristas para abordar, pero ante la complejidad, simplificación con una frase de Andrés Manuel López Obrador (presidente de México): “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Si los sueldos de los políticos tienen que ser altos, al menos que sirva para mejorar las condiciones materiales del conjunto de la ciudadanía.