Este lunes, 11 de septiembre, se cumplen 50 años del golpe de Estado en Chile. Aquella jornada la oscuridad se cernió no sólo sobre este país sudamericano, sino sobre todo nuestro planeta. Aún sigue siendo tremendamente triste pensar cómo las armas y el odio destruyeron el que acaso haya sido el proyecto sociopolítico - pese a sus puntos flojos, que también los tuvo- más luminoso de la Historia de la humanidad: el Gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende. La experiencia del socialismo en democracia, parlamentario.
Salvador Allende, un médico socialista, uno de los fundadores del Partido Socialista de Chile en 1933, que había conocido los sufrimientos de los chilenos en su juventud gracias a un zapatero anarquista, Juan Demarchi, y que casi toda su vida luchó en el parlamento por las mejoras de las condiciones sociales de los chilenos más humildes: los campesinos, los trabajadores fabriles, la población de los barrios marginales de las ciudades.
Antes de ganar las elecciones de noviembre de 1970, Allende y las candidaturas de izquierdas que lideró habían perdido varios comicios durante muchos años. Allende era, sobre todo, un demócrata, y pensaba, quizá ingenuamente, que las transformaciones socialistas se podían realizar dentro de un marco plural, democrático. La mayor parte del pueblo chileno vio en Allende una esperanza -eso tendría que ser la izquierda siempre en cualquier tiempo, cualquier lugar: una esperanza para las personas, una esperanza inquebrantable- y lo votaron. Quizá nunca un pueblo haya estado tan identificado con un político ni un político haya encarnado con tanta honestidad y valentía los anhelos de un pueblo. Fue Allende el primer marxista elegido democráticamente en el mundo. Una luz inmensa.
La esperanza que comportaba traspasó las fronteras chilenas. Miguel Delibes, en su Diario de 1970, Un año de mi vida, vio con ilusión y confianza el proyecto democrático de Allende, y advirtió con inteligencia los dos máximos peligros para su Gobierno: la deriva totalitaria, dogmática, que lo pudiese convertir en una dictadura comunista. Y el cuartelazo reaccionario, esto es, que los militares más conservadores se rebelasen contra Allende para acabar con el sueño del socialismo democrático en Chile. Esta última predicción de Delibes se cumplió, desgraciadamente, dos años y diez meses más tarde.
A Allende, como a Dubcek en Checoslovaquia, le perjudicó la Guerra Fría. Y si el estalinismo soviético cercenó las reformas democráticas de la primavera de Praga, el capitalismo más derechista de EE.UU acabó con la utopía chilena: la unión de libertad e igualdad en democracia. Brezhnev, por un lado, y Nixon y Kissinger, por otro, impidieron mediante la fuerza bruta, la violencia, que esos dos intentos lumínicos, socialistas, democráticos, el checo y el chileno, perviviesen más tiempo, pese a contar con el respaldo mayoritario de sus respectivas poblaciones. Benedetti, en un conmovedor poema, llamó a Allende "el hombre de la paz".
Yo nací en 1983, una década más tarde del golpe de Estado en Chile. En mi adolescencia, gracias a mi hermano Jorge, vi la película 'Missing' (1982) -basada en hechos reales, recogidos en el excepcional libro de Thomas Hauser-, de Costa- Gavras, y conocí este acto de barbarie, inhumano, y, a su vez, lo que representó el proyecto socialista de Allende para los chilenos y para unos jóvenes idealistas estadounidenses que vivían en Santiago. Creo que es, junto con 'Los santos inocentes', de Mario Camus -otra obra magistral que generosamente compartió mi hermano conmigo-, la película que más me ha impresionado en mi vida.
En la existencia de esos jóvenes alegres y vitalistas, Beth, Charles, David, Frank, en su carácter bondadoso, en su aprecio por la cultura y el conocimiento, creo que pueden reconocerse varias señas de identidad esenciales del Gobierno de Allende. "Estamos intentando algo nuevo", dice uno de ellos. Cada vez que vuelvo a ver el filme, late en mí el anhelo de que encuentren vivo a Charles. Y sé que no es posible, pero sigo anhelándolo. Costa-Gavras ha comentado en alguna ocasión que 'Missing' era una celebración de Allende.
Quizá nunca un pueblo haya estado tan identificado con un político ni un político haya encarnado con tanta honestidad y valentía los anhelos de un pueblo. Fue Allende el primer marxista elegido democráticamente en el mundo
Cuando el visionado primigenio de Missing con mi hermano, allá por 1999, yo no sabía quién era Allende, ni la Unidad Popular, ni qué era un golpe de Estado. Sólo recuerdo que me emocionó como pocas películas me han emocionado, y que mi corazón estaba, está y estará con esos jóvenes de izquierdas, fundamentalmente buenos y entusiastas, que vivieron en Chile el sueño de un mundo mejor.
Allende murió ese 11 de septiembre de 1973, dentro de un Palacio de La Moneda asaltado, bombardeado, tiroteado, el lugar donde se halla el epicentro de la democracia chilena y que unos oscuros militares chilenos, respaldados por unos oscuros políticos norteamericanos, estaban llevándolo a la negrura. Antes de fallecer, Allende pronunció un inolvidable discurso en Radio Magallanes. En sus palabras se encuentra todo el civismo, la dignidad, la solidaridad, el humanismo de su proyecto, y toda la esperanza que cualquier movimiento de izquierdas, verdaderamente democrático, debería mantener.
En los siguientes días al golpe de Estado, el Estadio Nacional de Santiago se convierte en una gigantesca cárcel, en un centro de tortura y aniquilamiento. Allí torturaron y asesinaron a miles de chilenos, entre ellos al gran poeta y cantautor Víctor Jara, el creador de 'Te recuerdo Amanda', acaso la canción más hermosa escrita en nuestra lengua. Dentro de esa enorme prisión en la que se había convertido el Estadio, Jara escribe su último poema, de aliento vallejiano: Somos cinco mil.
Y hoy lunes, 11 de septiembre de 2023, medio siglo después del golpe de Estado en Chile, quiero acabar este texto con algunas palabras de agradecimiento: infinitas gracias a mi hermano Jorge, mi maestro, al que sigo viendo en algunas escenas de 'Missing': en las sonrisas de los muchachos, en la lectura del Principito, en los relatos de Charles que enuncia Beth, en las bromas, en el caballo blanco, onírico, que escapa de los disparos de los militares.
Gracias a los jóvenes de la película, a Beth, Charles, Frank y David, que fueron partícipes de una experiencia sociopolítica única, alentadora. Gracias a todas las personas que lucharon por el socialismo democrático en Chile: las que murieron asesinadas por el fascismo, las que el fascismo hizo desaparecer, las que lograron exiliarse, las que aún continúan vivas. Y gracias a Salvador Allende, que abrió para la libertad y la justicia unas alamedas que no sólo eran chilenas: eran universales.