Sin ética ni humanidad no es periodismo es un reality, pero sin el propósito de enmienda tampoco. Somos humanos y nos equivocamos, no somos ni máquinas ni un algoritmo creado bajo inteligencia artificial. El factor humano hace que erremos y es ese mismo factor el que provoca que rectifiquemos, pidamos perdón y, en muchos casos, hasta aprendamos una lección para que no se vuelva a repetir.
Me estoy refiriendo, en este caso, a lo ocurrido con la emisión en directo del hallazgo del cuerpo del joven desaparecido Álvaro Prieto. En plena retransmisión, sobre el terreno, en la zona de la estación de Santa Justa de Sevilla, la unidad móvil enviada al lugar, descubría el cadáver que se estaba buscando desde su desaparición el pasado 12 de octubre. Un shock y un dolor sacudieron de inmediato a los televidentes y a las redes sociales. El daño estaba hecho. De manera fortuita, en el lugar donde la policía iba a reemprender las labores de rastreo, la casualidad hizo que un tren inmóvil desde agosto fuera el que pasara delante de las cámaras revelando el triste final del joven.
La reacción del programa que presenta Jaime Cantizano fue casi inmediata, pidiendo perdón primero a la familia por unas imágenes que literalmente el presentador dijo jamás se debieron haber emitido y que quedaban eliminadas de la señal digital. A lo mejor la falta de reflejos, la inexperiencia, la premura o la sorpresa desencadenaron el garrafal error, pero a lo mejor todos antes de lanzar la piedra deberíamos preguntarnos si estamos libres de pecado. Me permito citar a Alexander Pope para salir de la autofragelación, quien dijo que errar es de humanos, perdonar divino y rectificar de sabios. Y no, no todo el mundo sale al paso para reconocer las equivocaciones.
Errar es de humanos, perdonar divino y rectificar de sabios. Y no, no todo el mundo sale al paso para reconocer las equivocaciones
Desgraciadamente algo que echar a rodar por las redes sociales es difícil de eliminar para siempre como hubiera sido del gusto del programa. La difusión es más rápida y permanente más allá del televisor, lo que nos apela a nosotros mismos, ya que con más de treinta y tres millones de búsquedas en Google y perdurando como trending topic en la actual red X, no habla muy bien de la clase de espectadores que somos. La exploración intencionada del contenido morboso y la voluntariedad que lo acompaña debería servirnos para reflexionar sin echar la culpa a otros de forma exclusiva. Aún recuerdo que en 2017, uno de los vídeos más buscados fueron las imágenes de la violación de la manada de Pamplona, y eso que en esa ocasión la difusión del mismo era delito por atentar contra la integridad de la víctima. Hubo condena, pero ¿adivinan lo que no hubo? Ni perdón, ni rectificación.
Hablando de condenas, no quiero pasar por alto algo de todo lo que ha sucedido al albur de la trágica desaparición y muerte del joven Prieto. Hay quienes aprovechándose de un dolor y una preocupación colectiva esparcen su odio, su racismo y su ideología intentándose llamar periodistas en pseudo medios de comunicación con el amparo y la financiación de la ultraderecha. Me refiero al caso de Alvise, condenado por difundir bulos y mentiras en más de una ocasión y sus satélites Quiles, Negre y demás, que no han perdido comba para señalar a la comunidad gitana como posible responsable del crimen del futbolista.
No han perdido comba para señalar a la comunidad gitana como posible responsable del crimen del futbolista
Antes de llegar la evidencia y la aclaración por parte de las fuentes oficiales, las redes, los bots falsos para retuitear y ampliar repercusión, los whatsapps que lo replican y las webs donde vomitan su repugnancia crearon la mentira a través de la especulación y el escarnio de personas inocentes. Siempre con el mismo modus operandi: bulo, difusión, intoxicación ¿hasta cuándo?. Pues entre otras cosas hasta que dejen de ser útiles para quienes les instrumentaliza a cambio de, digamos, puntos suspensivos... y por otro lado, hasta que los usuarios nos replanteemos dónde y con quién informarnos. El periodismo no es reforzar lo que uno piensa, si no informar con veracidad para extraer conclusiones propias.
Decía Kapuscinski que para ser un buen periodista hay que ser buena persona, y el maestro García Márquez que era la mejor profesión del mundo y, sin embargo, la pérdida de credibilidad nos arrastra por el barro del egoísmo y los intereses sin separar el grano de la paja. Me rebelo, me niego a que el talento y la esperanza se vayan por el desagüe de quienes quieren emborronarlo todo para que todo sea un gran manchón en el que no se apueda distinguir la verdad, y con ella la garantía de una sociedad libre y democrática.