Sin asumir y mucho menos resolver los problemas y la crisis derivados de la guerra en Ucrania, nos ha estallado un cruento e inhumano conflicto entre Israel y Gaza, de duración y consecuencias absolutamente imprevistas, pero que sin lugar a dudas, tendrá repercusiones de todo tipo, las peores por supuesto, la pérdida de vidas en un lado y en otro, sin que nadie le ponga remedio.
Habrá también otros problemas que van a afectar a nuestro bolsillo más antes que después. Si hace más de un año fuimos conscientes de la dependencia que tenemos del gas ruso, y lo que eso ha supuesto en el coste de la energía, en esta ocasión ya se empieza a hablar del incremento de los precios del petróleo, del que también dependemos y mucho más de lo que deberíamos.
El conflicto en Ucrania provocó no sólo la carestía de la energía, sino una crisis de suministros sin precedentes. En el proceso, quienes no lo sabían, se dieron cuenta de la excesiva dependencia que tenemos de algunos países para poder funcionar cuando vienen mal dadas, como es el caso. Un año largo después de iniciarse la guerra entre Rusia y Ucrania, seguimos incurriendo en el mismo error. Donde antes era, y sigue siendo gas, ahora es petróleo. Y todo ello en un proceso en el que está en cuestión la dependencia excesiva de materias primas de algunos países en general, y el modelo energético en particular.
Más de 12 meses desde que se inició en conflicto bélico en Ucrania no sólo no hemos alcanzado la necesaria autonomía para poder funcionar, sino que ni siquiera hemos planteado de forma seria, una diversificación de proveedores que no nos paralicen cuando estallan crisis como las que estamos viviendo.
No vale con dejar que sean otros los que nos suministren lo que no tenemos, para que lo nuestro quede impoluto. No se puede defender el medioambiente aquí, mientras compramos lejos todo lo que necesitamos
La Unión Europea tiene definidas una serie de materias primas que se denominan críticas o esenciales , y lo son, fundamentalmente porque hay más demanda que oferta. Esas materias primas críticas o estratégicas, no llegan a 40 y entre ellas están el aluminio, el cobalto, el litio, el helio, el cobre o el níquel, por citar algunas. Según los expertos si no ponemos remedio, la falta de estas materias nos va a arrastrar a una crisis sin precedentes. Una crisis sin precedentes mucho más grave que las que hemos vivido hasta ahora, y que además, pondría en entredicho la cacareada transición energética, de la que tanto tiempo llevamos oyendo hablar.
La dependencia de estas materias primas estratégicas nos hace especialmente vulnerables. Lo hemos visto con el gas, lo vamos a ver con el petróleo y habrá sin duda otras, que nos pongan entre la espada y la pared porque son prioritarias para que las industrias puedan seguir funcionando.
Es llamativo además que muchas de estas sustancias están entre nosotros, más cerca de lo que creemos. Obtenerlas requiere eso sí, abrir las minas correspondientes para poder extraerlas. Este punto genera un rechazo social de tal calibre que impide avanzar por esta vía. Igual ya ha llegado el momento de hacer una labor pedagógica y explicativa de lo que es la minería del siglo XXI y de lo que nos estamos jugando. No vale con dejar que sean otros los que nos suministren lo que no tenemos, para que lo nuestro quede impoluto. No se puede defender el medioambiente aquí, mientras compramos lejos todo lo que necesitamos. Todo lo que hacemos tiene siempre ventajas e inconvenientes, y hay que valorar muy bien lo que ganamos y lo que perdemos antes de desestimar cualquier cosa.
Falta de autosuficiencia y excesiva dependencia pueden ser una combinación no sólo excesivamente cara, sino letal.
Ya va siendo hora de abrir el debate en serio para no lamentarnos cuando las cosas no tienen remedio.
La guerra en Ucrania puso en cuestión nuestro modelo energético, pero un año después lo que se ha avanzado para cambiarlo es tan nimio que prácticamente es inexistente. Estamos perdiendo una oportunidad de oro para hacer cambios estratégicos y no solo coyunturales derivados de la situación actual.
En todo en la vida, y en el ámbito económico también, adelantarse y preparar posibles escenarios no sólo es jugar con ventaja, sino en algunos casos incluso una cuestión de supervivencia. Y mientras seguiremos pagando.