Anda la izquierda española (y la europea) ciertamente escasa de ideas-fuerza sobre las que reinventarse para el siglo XXI. Todo lo más, consigue llegar al poder en algunos lugares, cada vez menos, pero sin saber bien cuál es su misión política más allá de algunos principios generales sobre la recirculación de la renta y de la riqueza. Por ejemplo, no hay en la izquierda española (ni en la europea) un conjunto de ideas sólidas sobre cómo deberíamos construir la Unión Europea una vez que, todo parece indicarlo, estamos alcanzando el listón de lo posible con los mimbres de Maastricht y Lisboa.
Es cierto que el patio nacional está como para liarse con el europeo, pero ese es justamente también el problema, que tampoco hay un par de ideas relevantes sobre qué España quiere la izquierda para este siglo. Así como sigue dando vueltas al cubo de Rubik de la socialdemocracia del pasado siglo, todo lo que se ha progresado respecto de la manera en que se concibe la España de este siglo es el uso de una palabra: federalismo, que es tanto como decir nada mientras no se llene de contenido y, sobre todo, puesto que hablamos de política, se proponga cómo llegar ahí.
No es que la derecha vaya sobrada de ideas, al contrario, pero se trata de hablar de la izquierda porque comienzan a surgir y a articularse voces en ese espacio que, al menos, pueden mover el avispero. Se vienen situando, las que se oyen, en un espacio de centro-izquierda que intuyen va dejando libre el PSOE a media que avanza en gobiernos de coalición con Podemos primero y ahora con Sumar. Se sitúan también en un espacio nacionalista español que igualmente entienden que los socialistas están descuidando de manera flagrante por el hecho mismo de pactar con nacionalistas periféricos.
“Izquierda española” no parece, de entrada, una etiqueta que evoque novedad ideológica
La duda es si estas nuevas izquierdas que están tratando de tejer opciones electorales realmente cubren esa necesidad de ideas nuevas en la izquierda o son más de lo mismo, viejos cuentos con alguna musiquilla actual. “Izquierda española” no parece, de entrada, una etiqueta que evoque novedad ideológica. No sé si a una persona de menos de cuarenta años le dirá algo, lo dudo, pero a mí, que tuve cuarenta hace mucho tiempo, me recuerda a mis años de militancia cuando tenía veinte.
Tanto en ese grupo como en otras voces que desde la izquierda muestran su desconexión con el partido que les albergó anteriormente, llama mucho la atención su exposición pública como “jacobinos” o su apelación a una cierta recuperación de Rousseau y su teoría política. Quiero creer que lo de jacobino no es una broma, algo así como un decorado, sino que lo dicen en serio. En ese caso quizá lo primero que deberían explicar es qué parte de la teoría (y sobre todo de la práctica) política jacobina les parece tan sugerente como para colocarse la etiqueta. Espero que de la práctica política desechen todo, empezando por el modo de su llegada al poder en junio de 1793 y siguiendo por la creación del Tribunal Criminal Extraordinario, el que hizo subir y bajar la guillotina a destajo.
No parece muy liberal una teoría que supone que la minoría debería desparecer al pronunciarse la mayoría
Más inquietante me parece, con todo, que se refieran a la teoría política porque ahí sí conecta con el otro ídolo que se está desempolvando desde la izquierda, Rousseau. Es cuando menos sorprendente que sea el ginebrino la referencia a que apuntan algunos intelectuales cuando, frente a lo que consideran una actitud radical y frentista del actual Gobierno, quieren poner en valor el consenso y el debate sereno y productivo.
Los jacobinos demostraron lo que les entusiasmaba el consenso y el debate liquidando físicamente a la oposición, pero el bueno de Juan Jacobo no andaba lejos de ello con su idea de la voluntad general. General le llamaba porque no admitía que, una vez pronunciada, hubiera otra. No parece muy liberal una teoría que supone que la minoría debería desparecer al pronunciarse la mayoría, algo que, precisamente, han puesto en valor últimamente actitudes políticas como la del independentismo catalán.
Paradójicamente pues, las izquierdas que están surgiendo como reacción a lo que entienden un sometimiento a los nacionalismos periféricos y una actitud intolerante de la izquierda gobernante, apelan a las referencias más iliberales que han alimentado a la izquierda europea en los últimos doscientos y pico años. No parece muy alentador como rearme ideológico de la izquierda.